18 oct 2009

REFLEXION Evangelio Semanal


DOMUND y La Fuerza de la Palabra

(P. Luis J. Tamayo)

Hoy estamos celebrando el DOMUND, el domingo mundial de las misiones.

La Iglesia busca con la celebración de este día que nos hagamos conscientes de la importancia vital de la Misión de toda la Iglesia, y por ende, de cada uno de nosotros:  La misión al servicio de la proclamación del Evangelio.

Los documentos de la Iglesia ya lo dicen: La única razón de ser de la Iglesia es la misión de evangelizar a todas las gentes, de propagar el Evangelio. Si no hay transmisión de la fe, esta misma se seca y muere.  Esto es como la imagen de un río; cuando el agua fluye el agua esta limpia y llena de vida; pero cuando el agua se estanca y no corre, el agua se llega a corromper y deja de dar vida. 

Con la fe nos pasa igual, una Iglesia que transmite la fe, es una Iglesia viva.  Una familia que transmite la fe a sus hijos es una familia viva a los valores de la vida, de la generosidad, del esfuerzo, del amor limpio, de la alegría de compartir, del perdón.   Una familia que no se preocupa por transmitir estos valores tan evangélicos queda encerrada en su propio egoísmo y en los valores del mundo, del solo la imagen, como pasarlo bien, horas delante de la televisión, falta de comunicación, etc.

El mensaje de presentación de la Campaña de este DOMUND tiene una expresión que me llamó la atención, y dice: hay que reconocer todo lo que los misioneros, impulsados por la Palabra, han hecho para buscar condiciones de vida mas humanas para las personas y pueblos. Y lo que me llamaba la atención es esto de "impulsados por la Palabra".

Todos sabemos que la Iglesia, con ella los misioneros, los sacerdotes, los religiosos, los laicos comprometidos, los catequistas, etc. y yo incluiría aquí a tantas familias anónimas, papás y mamás que buscan inculcar en sus hijos el amor a Jesús desde el silencio de sus casas, y tantos otros que quieren hacer algo por la Iglesia y la fe en sus familias y no saben como… todos somos responsables de buscar transmitir la fe y de buscar condiciones de vida mas humanas para las personas. Pero ¿qué es aquello que necesitamos para restaurar las fuerzas cuando nos olvidamos de transmitir la fe en casa, o cuando nos cansamos, o cuando nos dejamos llevar por la comodidad y nos apegamos a otros valores contrarios a la fe?  El texto de la Campaña nos lo dice: El impulso de la Palabra.

Escuchar la Palabra de Dios, leer la Palabra de Dios, meditar, rumiar, entender, alimentarse de la Palabra de Dios de forma personal o en la Comunidad parroquial es lo único que da fuerzas, vitalidad e impulsa a las personas a perseverar en vivir y transmitir el Evangelio.

Como bien sabéis yo he estado muchos años viviendo en Asia como misionero, y cuando pasan los años es verdad que uno se va adaptando e inculturizando, pero también es verdad que uno se da cuenta de la distancia cultural y el choque de mentalidad, la diferencia de pensar, etc.  Recuerdo que hubo un momento que fue duro, a mi hermana en España le habían declarado un tumor, aun no se sabía que iba a ser benigno, yo estaba muy preocupado, luego coincidió que nos cerraron las puertas para un proyecto que teníamos, cogí una infección de esas que solo las cogen los extranjeros, de repente todo se hacía muy pesado… Yo creo que todos hemos pasado alguna vez por algo de esto… no hace falta irse de misiones lejos, pero aquí mismo… llegar a un punto que uno no se entiende con su cónyuge, tener un conflicto en el trabajo, ver frustrado los planes de futuro, etc.

¿Qué es lo único que nos puede dar fuerza y vitalidad para seguir hacia delante? Lo que leíamos antes:  recibir el impulso de la Palabra, recibir la fuerza de la fe, entrar en silencio con esa lectura del evangelio, hacer oración con ese mensaje que has escuchado en misa y te tocó el corazón, etc.

Jesús lo dice en el Evangelio de hoy (san Marcos 10, 35-45) estamos aquí para servir, la vida solo tiene sentido al servicio de los demás… pero es verdad que no es fácil, que muchas veces nos toca beber del cáliz del que Jesús bebió.  Pero tenemos en nuestras manos el instrumento de La Palabra que es lo que nos da la fuerza y el impulso para seguir perseverando en el servicio a los demás.

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