La Epifanía: Dios se manifiesta por los caminos de la sencillez. Pidamos ojos limpios para reconocerle.
P. Luis José Tamayo
La fiesta de la Epifanía es la fiesta de la Manifestación de Dios.
Normalmente, desde niños nos enseñan que la fiesta de la Epifanía celebramos la visita de los Reyes Magos al niño Jesús para rendirle homenaje. Pero el verdadero significado es del revés. Epifanía significa manifestación, es la celebración de la manifestación de Dios a todas las Naciones, representadas las naciones en las razas que representan los tres Reyes Magos. La tez de la piel de color blanca, morena y negra. Dios no solo se manifiesta al pueblo de Israel, como lo había hecho desde antiguo, sino que se manifiesta a la humanidad entera. Jesús será el Salvador para todas las razas, todos los pueblos, todas las naciones.
El Evangelio (Mateo 2, 1-12) narra la sencillez del acontecimiento: “Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”.
¿Cómo se manifestó Dios? ¿Qué es lo que vieron los Magos de Oriente? Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”. Dios se manifiesta en lo más sencillo. Un niño con su madre, en otro evangelio dice: un niño entre pañales.
Los detalles son importantes, pues cuando los evangelistas escribieron en ese tiempo, los géneros literarios que se usaban eran las proezas, las epopeyas de los grandes emperadores o guerreros. Se magnificaban simples hechos en grandes hazañas. Sin embargo, la crudeza del realismo del evangelio nos llama la atención por ser de gran sencillez. ¿Cómo se manifiesta Dios? en la extrema sencillez de un niño entre pañales con su madre.
El Dios de Jesús, el Dios de los cristianos, es un Dios amante de lo sencillo, de lo cotidiano. A Dios se le puede ver y encontrar en lo sencillo y en lo cotidiano, e las cosas del día a día. Santa Teresa de Jesús decía: “Entre pucheros anda Dios”.
A veces nos empeñamos en querer ver a Dios en los milagros, en cosas extraordinarias… y es verdad que Dios puede manifestarse así… pero también es verdad que si solo espero a eso… quizás nunca le vea. De esta forma nos perdemos la lo mejor, nos perdemos el descubrirle en lo más sencillo, descubrirle entre los pañales, en la sonrisa de un niño, en un amigo que te echa una mano en un momento difícil, en alguien que escucha tus problemas, en que ese día las cosas te salieron rodadas, en ese encuentro fortuito con esa persona que hacía tiempo que no la veías y Dios te la puso en tu camino, por esa frase leída en el libro de el que está al lado en el autobús. Cosas sencillas… el Dios de lo sencillo, el Dios que no se esconde, el Dios que no es complicado, el Dios que no juega al escondite, el Dios que se toma enserio el salir al encuentro tuyo cada día de muchas formas… La pregunta está: y tú ¿Cómo le buscas? ¿cómo le esperas? ¿le reconoces?
Necesitamos ojos limpios como María para reconocerle. La Palabra dice que María todo lo que veía que acontecía alrededor de su hijo lo guardaba en su corazón. ¿Tú que guardas en el corazón? Si solo guardamos prejuicios, negatividad, dudas, pegas, pesimismo… así es muy difícil que podamos ver a Dios entre los pucheros...
Para María todo era una historia de Amor de Dios para con ella. Dios se manifiesta para declararte su amor. ¿Le puedes reconocer hoy? Para un momento y descubre como Dios ha salido a tu encuentro en estas Navidades.
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