16 ene 2010

REFLEXION Evangelio Semanal

Si tú cambias, el mundo cambia 

(P. Luis J. Tamayo)

Esta semana nos ha afectado a todos el terremoto de Haití. Muchas veces hemos de esperar a que ocurran este tipo de catástrofes para darnos cuenta que existe un todo un mundo en extremas necesidades.  No es ahora que Haití estaba necesitada, antes ya era un lugar de extrema pobreza, y poca gente se preocupaba por ellos.

Sin embargo estas noticias que nos impactan desde lejos, muchas veces quedan en un solo impacto, y nosotros seguimos nuestra vida diaria muchas veces movida por el motor de la rutina… las cosas nos impactan pero no nos transforman. 

Delante de este tipo de situaciones uno se pregunta ¿qué puedo hacer? Algunos buscan comprometerse y hacen un donativo, pero hay tantos que siguen autómatas en nuestro mundo tan individualista y poco solidario.

Yo no creo que la pregunta sea ¿qué sociedad estamos construyendo?… quizás esto a mí se me quede demasiado grande. Pero si que me pregunto que tipo de hombre estamos educando. Si tu tienes un hijo, pregúntate: ¿qué quieres para él? ¿cómo le educas? ¿qué valores le quieres inculcar?  Yo como sacerdote me he de preguntar lo mismo de cara a los “hijos” de mi parroquia, ¿qué quiero dar a la gente que Dios me ha confiado? Y una vez respondamos a estas preguntas… nos toca aplicarnos el cuento. El reto es vivir por delante lo que quiero de verdad dar a los otros. 

Una vez leí: “lucha por vivir en lo que crees… sino acabarás por creer en lo que vives”.

El mundo cambia si yo cambio. El mundo poco cambia por que tenga grandes ideas solidarias en la cabeza y al final no sea coherente con ellas. Esto es poner agua en las tinajas… El mundo poco cambia si mi corazón no cambia.

El mundo cambia si una persona cambia. El mundo cambia si la transformación se da en uno + uno + otro + otro y otro y otro… No he de esperar a que los demás cambien, he de empezar por mi mismo.

El gran reto para la transformación del mundo está en la transformación del corazón de cada hombre. Os voy a contar un relato:

Un científico vivía preocupado con los problemas del mundo y estaba resuelto a encontrar medios para disminuirlos. Pasaba días encerrado en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo, de siete años, invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, intentó hacer que el hijo fuera a jugar a otro sitio. Viendo que sería imposible sacarlo de allí, el padre procuró algo para darle al hijo, con el objetivo de distraer su atención... De repente tomó un planisferio de una revista, y, con una tijera, recortó el mapa en varios pedazos. Junto con un rollo de cinta adhesiva, lo entregó al hijo diciendo:

- "¿A TI TE GUSTAN LOS ROMPECABEZAS? ENTONCES VOY A DARTE EL MUNDO PARA ARREGLAR. AQUÍ ESTA EL MUNDO TODO ROTO. ¡MIRA SI PUEDES ARREGLARLO BIEN! HAZLO TODO SOLO"

Calculó que al niño le llevaría días para recomponer el mapa. Algunas horas después, oyó la voz del hijo que le llamaba calmamente:

- "PADRE, PADRE, YA HE HECHO TODO. ¡CONSEGUÍ TERMINAR TODO!"

Al principio el padre no dio crédito a las palabras del hijo. Sería imposible a su edad haber conseguido recomponer un mapa que jamás había visto. Entonces, el científico levantó los ojos de sus anotaciones, seguro que vería un trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus sitios. ¿Cómo sería posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?

- "TU NO SABIAS COMO ERA EL MUNDO, HIJO MIO. ¿COMO LO CONSEGUISTE?"

- "...Padre, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando tú quitaste el papel de la revista para recortar, yo vi que del otro lado había la figura de un hombre... Cuando tú me diste el mundo para arreglarlo, yo lo intenté pero no lo conseguí. Fue entonces que me acordé del hombre, di vuelta a los recortes y empecé a arreglar el hombre, que yo sabía cómo era. CUANDO CONSEGUÍ ARREGLAR EL HOMBRE, DI VUELTA LA HOJA Y ENCONTRÉ QUE HABÍA ARREGLADO EL MUNDO..."

En el Evangelio de hoy (Jn 2, 1-11 “Bodas de Cana”) aprendemos que sólo Jesús es capaz de transformar el agua en vino, sólo Jesús tiene el poder de transformar un corazón egoísta en un corazón verdaderamente solidario, generoso y fraterno. Sólo Jesús puede hacer de mi corazón individualista un verdadero “hermano” de los demás – aquí y ahora –.  Jesús mirando al mundo te mira a ti. En mi oración diaria debiera encontrarme a un Jesús que mirando como cambiar las estructuras egoístas del mundo me mira a mí y día a día el diálogo con él en el silencio es esa fuente de transformación de mi corazón egoísta al que va ensanchando poco a poco. Es Jesús que en las circunstancias del día a día me insinúa y me recuerda ser generoso, estar disponible, visitar al enfermo, preguntar al compañero que tal su familia, abrazar al que llora, dar el pésame al que perdió un ser querido, dar limosna, etc.

El cristianismo no es una lista de normas morales que amenazan con el pecado para despertar el miedo… (esta visión es muy pobre y poco inteligente).  El cristianismo es la propuesta de vida más ambiciosa de toda la historia: el cristianismo va a la transformación del hombre y si no es esto… entonces no es la fe de Jesús de Nazaret. Jesús siempre buscó la transformación del corazón del hombre para que en su efecto “honda-expansiva” el mundo llegue a transformarse.

Pon hoy en manos de Jesús tu corazón tal como está.  En la oración y en la eucaristía de hoy dale a Jesús tu corazón aguado, sin sabor, egoísta, comodón, materialista… y deja que él lo transforme, y pídele que él lo cambie.  Recibe hoy el regalo de cambiar un poco más, y persevera… si tú cambias, el mundo cambia.

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