19 dic 2010

4º Domingo de Adviento

La justicia de Dios es la compasión

P. Luis J. Tamayo

El Evangelio de este Domingo (Mateo 1, 18-24) comienza con estas palabras: «El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.» De aquí queda afirmado lo principal: el niño fue concebido por obra del Espíritu Santo; no es hijo de José, sino que es Hijo de Dios.

El Evangelio explica que «José, su marido, siendo justo y no queriendo denunciarla, resolvió repudiarla en secreto». Según la interpretación, José, al ver a María esperando un hijo, habría sospechado de su fidelidad y la habría juzgado culpable; pero, siendo ‘justo’ – esta es la palabra que utiliza la Escritura – y no queriendo dañarla, decidió dejar la cosa en secreto.

Este hecho me lleva a preguntarme: si José era un hombre de Dios ¿qué es esta justicia de José? Si José hubiera sospechado que su esposa era culpable de infidelidad, el hecho de ser justo, le exigía aplicar la ley, y ésta ordenaba al esposo entregar a la mujer una escritura de repudio (ver Dt 22,20s). En ningún caso la ley permite dejar la cosa en secreto. Esto es lo que observa San Jerónimo en un texto suyo: «¿Cómo podría José ser calificado de justo, si esconde el crimen de su esposa?»

Entonces ¿de que justicia hablamos? José, sospechando el adulterio, y queriendo evitar un daño a su esposa, su actitud no es la del cumplimiento estricto de la ley sino que de él brota la verdadera compasión. La justicia de ese hombre de Dios es la compasión.

Os cuento un ejemplo que nos puede clarificar de que justicia hablamos. Me contaba una madre que en casa tiene la regla por la que sus dos hijos adolescentes han de llegar a las 11pm a casa. Un sábado ya pasaban de las 11 y el hijo no llegaba. Ella se fue a la cama y dejó la puerta abierta para escuchar cuando llegaba. El tiempo pasaba y ella estaba intranquila, no sólo por la hora sino porque estaba perdiendo la confianza en su hijo. Ella me dice, “entonces fue ciando empecé a rezar”. A eso de la 1am, se oye abrirse la puerta y la madre, en un primer momento furiosa, pensó en no levantarse y a la mañana siguiente darle la reprimenda.

En medio de sentimientos confusos y de su oración, Jesús le hizo cambiar el pensamiento y le vino a la mente: “¿No será que su tardanza es porque algo le ha pasado al chaval? Anda, ve y escucha sin juzgar.” Ella salió a su encuentro, y se lo encontró en su dormitorio con una cara muy triste. La madre antes que dejarse llevar por el primer deseo de reprenderle por haber llegado tarde, quiso escuchar que había pasado. Ella notó en él algo raro. ahora lo importante no era que se había saltado la regla, sino que él no estaba bien. Su novia había roto la relación con él. Esa era la razón de la tardanza.

La justicia pedía reprocharle por haber llegado tarde, esa era la regla que había roto, pero Dios en su oración cambió el corazón de la madre y transformó la justicia en la compasión. La madre - me seguía diciendo - le cogió y se o llevó a la cocina, le preparó un vaso de leche caliente y se sentó junto a él.

Es lo mismo con la figura de José; en el Evangelio vemos como en su oración, Dios le habla y le cambia el corazón –de un corazón legalista a uno lleno de compasión–: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

¿Qué es dejar nacer a Jesús en tu corazón estas Navidades? es la gran esperanza de como la oración tiene el poder de transformar el corazón. La oración nos abre la posibilidad de un corazón que deja atrás la ruina del orgullo para abrirse a la alegría del AMOR y la COMPASION.

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