Conversión: Camino de crecimiento
P. Luis J. Tamayo
Estos primeros domingos del Tiempo Ordinario son una foto maravillosa de lo que son los primeros pasos de la vida de Jesús. En el último domingo del tiempo de Navidad vimos el Bautizo de Jesús, como el inicio de su misión. El domingo anterior, primer domingo del Tiempo Ordinario vimos como Juan el Bautista le da el título de ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Este domingo es el llamamiento a seguirle. El domingo que viene, Jesús presentará su programa de vida: Las Bienaventuranzas. Y en el 4º domingo Jesús nos lanza el reto de llegar a ser luz para el mundo en la medida que podamos vivir las bienaventuranzas.
Mateo 4, 12-23 – “Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.”
El evangelio de hoy nos muestra de Jesús dos acciones bien claras: Jesús predicando y llamando a seguirle. Dos acciones continuas, una detrás de la otra.
El Evangelio dice: “…comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos…” más adelante leemos: “Vio a dos hermanos y les dijo: Venid y seguidme.” La primera palabra de la predicación de Jesús (y así debiera ser en toda la Iglesia) es un anuncio que va a la renovación profunda de la vida: LA CONVERSIÓN, una invitación explícita a dejar atrás la actitud de arrogancia y de orgullo, para adentrarse en el nuevo camino de la humildad de corazón. La conversión es un camino a lo largo de la vida de cambio continuo, de renovación constante y de crecimiento. Y por otro lado, vemos como la misma predicación de Jesús también es una llamada personal, es decir, un anuncio que va dirigido personalmente; Jesús llama para vivir el Evangelio a personas concretas, con nombres y apellidos.
La predicación y la llamada son dos caras de una misma moneda, van juntas: Muchas veces, después de una homilía me han dicho: “Padre, parece que las palabras de la homilía me las ha dicho para mi; ¡como si conociera lo que vivo!. Por medio de la Palabra de Dios, Jesús mismo, hace una invitación personal a la conversión para salir de nuestras viejas formas de concebir la vida y adentrarse a una vida nueva que se ha de ir arraigando día a día siguiendo los pasos a Jesús. La conversión ES SIEMPRE una llamada al seguimiento de Cristo, a vivir según sus valores.
Hay muchas personas que buscan vivir según el Evangelio. Hace días, una mujer vino a hablar, pues tenía conflicto de conciencia. Es contable de una empresa y descubre que su jefa manipula las cuentas. Me decía que le producía conflicto en la conciencia. ¿Cómo vivir la honestidad en este momento? Esto tiene repercusión desde el chaval que copia en los exámenes y no es honesto. La invitación de Jesús es una llamada personal a vivir de otra forma.
Para ello los santos hablan del examen de conciencia… ese ratito de parón diario al final del día para descubrir aquellos pensamientos, palabras, obras y omisiones en los que puedo crecer y mejorar.
El examen de conciencia no es un instrumento de tortura, para ‘flagelarme’ con la negatividad: “Oh! Mira que mal lo hice! es que no cambio…” sino para descubrir a través de los acontecimientos de la vida diaria la invitación del Señor a crecer y madurar como persona cristiana.
De hecho, San Ignacio de Loyola recomienda que sea a la luz de la oración, pidiéndole a Dios que ilumine mis faltas. No es una búsqueda narcisista de carencias e imperfecciones. Sino es dejar que al contraste con la luz del amor de Dios se vean mis sombras, pero para ello hay que ponerse frente a la Luz. Esto es como cuando un matrimonio se junta en un ambiente de sereno y de honestidad y uno le dice al otro que cometió una falta que le hizo daño. El examen de conciencia sólo se entiende desde el amor.
Finalmente, me ayudó mucho un salmo que dice: “Danos luz en el entendimiento y fuerza en la voluntad”. Pues que el Señor te ilumine una actitud errónea, es luz para crecer; para el humilde es una alegría descubrir la ocasión para madurar; para el orgullo es dolor, pues me confronta en mi imperfección. Es por el orgullo que dejamos de examinar!! Pero luego, necesito de la gracia divina para alcanzar la fuerza en mi voluntad y así actuar más acorde con el Amor.
¿Hacemos un examen de conciencia? para ello continua leyendo el siguiente artículo
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