14 may 2011

IV Domingo de Pascua

Yo soy el Buen Pastor. La fe en los sacerdotes como puerta abierta al encuentro con Cristo.

P. Luis J. Tamayo

Desde el Domingo de resurrección hasta Pentecostés tenemos los 7 domingos que dura la Pascua. Ya os comenté que para este tiempo quiero proponer un camino en el que podamos renovar y confirmar nuestra fe en la presencia del resucitado en la Iglesia. A través de la afirmación contundente de Jesús resucitado cuando dice: YO SOY! El busca reafirmar su presencia en la Iglesia de una forma nueva.

Si hace dos domingos Jesús afirmaba su presencia mediante el “Yo soy la divina misericordia” (Jn20, 19-31) y la posibilidad de encontrarle vivo en el mismo sacramento de la reconciliación, el domingo pasado afirmaba su presencia en nuestras comunidades de fe mediante el “Yo estoy (soy) en medio de la Comunidad” (Lc24, 13-35).

Este domingo, Jesús afirma su presencia en la vida de la Iglesia de una forma preciosa, como pastor de su rebaño, por medio del sacerdote cuando dice: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn10, 1-10). Hablando del buen pastor. Jesús dice: “las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Este texto es una llamada tanto para la fe de los fieles en el sacerdote, como para el sacerdote en el encargo de su ministerio. Si para el sacerdote nos pide caminar por delante, por medio de la palabra y las obras, dando ejemplo y animando - como una puerta abierta de encuentro hacia Dios; para los fieles es importante ver en el sacerdote aquel a quien pedir consejo, o donde acudir en busca de luz, apoyo o ánimo. El pastor debe de conocer a sus ovejas, pero la oveja debe dejarse conocer.

Muchas veces me ha ayudado a valorar más mi vocación al sacerdocio, el aprecio y valor que otras personas me han mostrado. Yo ya intentaba valorar mi vocación, pero he llegado a ver seglares con tanto amor y aprecio por el sacerdocio que para mi ha sido siempre motivo de conversión. En mi primera misa, después de ordenado, cuando tuve el “besa manos” y vi a esa madre que me besaba las manos con tanta reverencia… o aquella persona que me dijo: “Padre nunca abandone su ministerio, no sabe la necesidad de sacerdotes que tenemos. Rezaré por usted siempre. Usted es representante de Cristo”.

Pio XII en la encíclica Mediator Dei dice: “El ministro posee en verdad el papel del mismo sacerdote, Cristo Jesús… goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo a quien representa”. Y el Catecismo (n.1549) nos enseña que “por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los presbíteros, la presencia de Cristo como cabeza de la iglesia se hace visible en medio de la comunidad de los creyentes”.

Estas palabras de Jesús son una invitación a poner nuestra confianza en el sacerdote, no sólo como la cabeza visible de la comunidad de fe, como algo distante que celebra los sacramentos y nos sirve, sino como un don de Dios para el crecimiento de tu vida cristiana, como una puerta siempre abierta de acceso al encuentro con Dios, como un regalo para ti como muestra del amor de Dios, como un acompañante para la vida de fe… si de hecho estamos en los momentos más importantes de la vida de ana persona, desde que nace por el bautismo, luego la primera comunión, la confirmación, el matrimonio, cuando uno está enfermo, y en la muerte… La pena es que uno relegue la presencia del sacerdote en su vida sólo a estos pocos momentos. ¿Y por que no traer al sacerdote al día-día de la familia? Que bonito cuando se le invita a bendecir una casa, a participar de una comida familiar, a ver un partido de futbol, o a salir a montar en bicicleta. Así como Dios te muestra su amor poniendo a tu alcance a la persona de Cristo por medio del sacerdote, tu también puedes expresarle tu amor Dios por medio de cuidar a tus sacerdotes.

Para concluir, el Catecismo dice una cosa preciosa (n.1550) “Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas... Si bien Dios garantiza en él su presencia viva y real por medio del sacramento, también es cierto que el sacerdote es un ser humano, y por lo tanto con flaquezas. Quizás si esto lo entendiéramos, nuestra labor sería más que la de criticar, la de apoyar, sumar, ayudar en la labor apostólica de la comunidad parroquial. El sacerdote no lo puede hacer todo, se cansa, como cualquier otro. Qué grande es sentir que uno ayuda a Cristo cuando se pone a disposición del sacerdote de su parroquia o comunidad para cualquier labor.


- Para los próximos domingos nos queda ver las afirmaciones de Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida Jn14, 1-2 (la oración); Yo soy tu defensor (dirección espiritual); Yo estoy (soy) con vosotros todos los días Jn14, 15-21 (el apostolado) (la Ascensión); y, finalmente, Yo soy quien os envío de la mano del Espíritu Jn20, 19-23 (Pentecostés).

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