¿No quedas asombrado ante tanto amor de Dios? (P. Luis J. Tamayo)
Marcos 1,21-28: “En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad…”
El evangelista, cuando escribe, se acordó de este detalle… “Se quedaron asombrados con su doctrina por que enseñaba con autoridad.”
La pregunta que me surge es: ¿Por que se quedaron asombrados?
Yo tengo la experiencia de quedar asombrado muchas veces con personas maravillosas que te llaman la atención por sus palabras, pero sobre todo por sus gestos y su actitud frente a la vida o a una situación concreta.
En otra parroquia conocí a un chaval que en una reunión de los jóvenes compartía que delante de un examen que lo había estudiado todo excepto un tema, le cayó ese tema. Tuvo la oportunidad de copiar pues parece que el profe era cegato, pero en las reuniones de jóvenes de la parroquia se estaba hablando de la honestidad como un valor del cristiano. El nos contaba que en silencio se puso a hablar a Jesús y le decía: Jesús se que copiar sería la salvación de mi nota, pero yo valgo más que una nota, y prefiero defender la honestidad, por Ti Jesús quiero ser una persona honesta. Dice que nunca había llevado un cero con tanta alegría a casa…
Uno se asombra cuando ve un compromiso hasta el final con aquello en lo que crees. Hoy día no estamos acostumbrados a ver a la gente consecuente hasta el final… Es el asombro es cuando uno dice una cosa y es capaz de llevarla a cabo hasta el final. El compromiso, la coherencia entre lo que digo y lo que hago.
Unos compañeros vuestros se comprometieron a dar catequesis en la parroquia a los niños pequeños, luego llega el conflicto… exámenes, etc… Me encantó las palabras de su madre a uno de ellos: si te comprometes, lo llevas hasta el final… y ahí están todos los domingos por la mañana dando catequesis a los peques de la parroquia.
Lo que asombraba a los que escuchaban a Jesús es que hablaba del amor de Dios y notaban que no eran palabras huecas o vacías, sino que luego iban acompañadas con gestos, obras, actos. Era coherente con lo que decía: el amor a todos: y era capaz de comer con los pecadores, abrazar a la prostituta, tocar al leproso… cuando para la sociedad era un escándalo. Jesús era consecuente, era coherente… y eso asombraba.
Cuantas veces hemos escuchado: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”… pues nos toca acortar cada vez más el trecho, la distancia. El compromiso llevado hasta el final nos habla de coherencia.
Hay un chiste que le dice el novio a la novia en la tarjeta de San Valentín: “Te amo, te adoro, daría la vida por ti… posdata: ya iré mañana a verte que hoy está lloviendo.”
Mi abuelo de chaval siempre me hablaba de que había que ser un hombre de “Palabra de honor”; es decir, ser una persona de las que te puedes fiar. Ser honesto, la verdad por delante… Recuerdo que iba en el coche con un buen amigo y saliendo del parking le ralló a otro el coche, se paró, bajó… yo le miraba… sacó una tarjeta de su bolsillo, escribió una nota y se la agarró al parabrisas. Lección magistral… aquí van las palabras del Evangelio como anillo al dedo: “Me quedé asombrado con su doctrina por que enseñaba con autoridad.”
¿Qué enseñaba Jesús? La lección magistral de Jesús fue: “como el Padre me ama, así os amo yo”. Sus amigos y seguidores no entendieron la locura del extremo del amor de Dios hasta que Jesús los amó hasta el extremo en la cruz, hasta que dio la vida por ellos… Esto lo estamos escuchando de un padre cuando dice delante de una hija grave: Dios mío reparte su angustia conmigo, no lo dejes todo en ella. Este es el ejemplo de Maximiliano Colve cuando intercambió su vida por el otro preso.
Franciszek G. fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS, Karl Fritsch, para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: «Pobre esposa mía; pobres hijos míos».3 El padre Maximiliano estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos».4 El oficial nazi, aunque irritado, finalmente aceptó su ofrecimiento y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.
Nosotros no lo apreciamos… pero hay gente que desde la Iglesia, desde tu Parroquia hace mucho por ti desinteresadamente… horas de trabajo, de escucha, de atención, de preparación, de organizar para que esto salga… Yo tengo un ejemplo en mi director espiritual: a veces con el conflicto de horarios que tenemos me dice: vente esta noche, te espero… ¿a las 22h? le digo… un hombre de 76 años… Si! Me contesta. Y nos podemos quedar hasta las 23:30h… A veces me pregunto: ¿Que necesidad tiene este hombre tan mayor de atenderme? Es el amor de Dios en un hombre… esto me asombra!
Uno podrá decir: “bueno ese es su trabajo… si y no… esto es por mi, por vosotros… pues no me digáis que no es para asombrarse…
El centurión, un pagano sin fe, al pie de la cruz, cuando Jesús murió… también se asombró… dijo: “verdaderamente este era Hijo de Dios”… Se dio cuenta de la locura de amor de Jesús… verdaderamente Jesús murió lleno de amor y no de odio y venganza. Consecuente con el amor extremo de Dios.