El Señor completa tus carencias
P. Luis J. Tamayo
Juan 2, 1-11: En aquel tiempo, había una boda en Caná de
Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban
también invitados a la boda. Faltó
el vino, y la madre de Jesús le dijo: - «No les queda vino.» (…) Había allí colocadas seis tinajas de piedra
de unos cien litros cada una. Jesús
les dijo: «Llenad las tinajas de
agua.»
Y las llenaron hasta
arriba.
Entonces les mandó:
«Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.» Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía
(los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al
novio y le dijo: - «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están
bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así,
en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la
fe de sus discípulos en él.
El Evangelio de hoy es una
invitación clarísima a ser sensible a las situaciones de carencia de alrededor nuestro
y despertar en nosotros el compromiso con la acción.
María detecta en medio de la boda que falta vino, y Jesús viendo la carencia se
compromete con la situación hasta que la resuelve. Ahora bien, no lo hace sólo,
sino que pide la ayuda de otros para ello.
La
fe del cristiano tiene que volcarse en la acción. Lo decía Santiago en su carta
(Santiago 2, 20: “La fe sin obras es muerta”). La fe del cristiano es “caritas”
en acción. El amor del cristiano nos ha de conducir a las obras… Como también
dice el dicho popular: “Obras son amores y no buenas razones”.
Ahora bien, la lección que
hoy recibimos del Evangelio es la capacidad de estar despierto a las
situaciones de carencia en nuestro entorno para poder comprometernos con ellas
y hacer algo. María, y luego Jesús, ven la carencia que
hay de vino en la boda. Jesús se pone manos a la obra, y pide que pongan las
tinajas llenas de agua. Aprendamos de la actitud de Jesús. Él se compromete con
la situación y viendo las carencias no se queja, no la evade, no sale
corriendo, no empieza a lamentarse… Cuantas veces nos pasa que en el hogar, en
el lugar de trabajo, etc, cuando vemos lo que falta nos salta la queja, y no
nos estamos dando cuenta que quizás sea un invitación del Espíritu a ponerme en
acción y sumar, y completar lo que falta.
Un
hombre me contaba que en su matrimonio le resultaba más cómodo su compromiso
con el trabajo que con la familia. Me decía que lo del trabajo lo controlaba,
mandaba, era un terreno que sabía manejar bien. Pero que era llegar a casa y le
costaba horrores, los niños muy pequeños, que si caían enfermos, que si su
mujer se ponía tensa, que si lloraban… no sabía manejar bien esa situación y la
actitud tensa de su mujer le hacía escurridizo, provocando en él estar más
horas fuera de casa, volcarse horas en el trabajo, es decir, estar ausente… Con
el tiempo su mujer le reprochaba que estaba ausente. El, me decía, que se dio
cuenta que no estaba comprometiéndose con las necesidades del hogar.
Es
precioso descubrir como Jesús lo que pide a los otros es: «Llenad las tinajas de agua.»… No les dice: “poned el mejor vino”, o
“sacar como sea lo mejor”… sino que dice: “Poned agua, que eso me basta para
yo transformarlo en lo mejor”. Jesús lo que nos pide es poner un poco de
agua, algo, aunque no sea lo mejor, y ofrecido en oración, Él mismo lo
transforma en lo mejor. El mayordomo
probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo
sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: -
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor;
tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Pídele a Dios en esta
semana dos cosas: una ser sensible para descubrir las
necesidades en tu entorno, y dos, comprometerte con ella a poner un poquito de
tu parte, aunque sea poco. Reza para que Jesús mismo saque de ello lo mejor,
que Él miso pueda completar tus carencias. A nosotros nos toca sembrar, a Dios
recoger la cosecha.
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