5 may 2013

VI Domingo de Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal


"Tropecé de nuevo con la misma piedra”
P. Luis J. Tamayo

Llegamos al domingo 6º del tiempo de Pascua.  El domingo que viene es la fiesta de la Ascensión, el siguiente es Pentecostés y el siguiente la Santísima Trinidad. Avanzo que en estas tres próximas fiestas que continúan al tiempo de Pascua veremos las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Mientras tanto, este domingo tenemos aún la última virtud cardinal: la Prudencia.
En los pasados domingos de Pascua, os recuerdo la pregunta que nos ha ido guiando: ¿qué implica la resurrección en mi vida? y descubríamos la alegría del regalo que se nos ha hecho de participar en la resurrección de Cristo aquí y ahora por medio de las virtudes.  La virtud como una tarea y como un don, como un esfuerzo, pero sostenida y alimentada por la gracia. Vimos la fortaleza, la justicia y la templanza. Hoy toca la prudencia.
- La prudencia es la virtud que dispone la razón a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlos. El hombre prudente medita sus pasos. Prudencia no sólo sería la cautela, la mesura o la reserva a la hora de tomar una decisión, sino la sensatez, la cordura y el sano juicio en lo que se decide (Catecismo 1806).
Mi pregunta es ¿quién no necesita del sano juicio? ¿quién no se ha arrepentido alguna vez de una decisión mal tomada? ¿Quien no ha visto con el tiempo que en algún momento metió la pata?
Hace unos años un joven se confesaba de odio a sus padres, pues sentía que para ellos era un estorbo; todos los veranos le mandaban a un campamento, cuando él sentía que la verdadera motivación de sus padres era quitárselo de en medio. Los papas pensaban y decidían desde su egoísmo: “lo mandamos fuera para que aprenda inglés”, pero el fondo de la decisión no estaba motivada por el bien de su hijo, sino por la comodidad de los padres.
Es verdad, cuantas veces hemos de reconocer que tomamos decisiones sin pensar que es lo mejor, sino más bien motivadas por el egoísmo o empujadas por la rapidez y la poca reflexión y, una y otra vez, volvemos a caer en los mismos errores. ¿Quién no conoce la canción de Julio Iglesias: “tropecé de nuevo con la misma piedra”? o ¿quién no conoce el dicho popular: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”? Una vez leí en un sitio la definición de locura: “actuar siempre de la misma forma y esperando un resultado diferente”; cuantas veces haciendo actuando sobre el mismo error llegamos a creer que esta vez será distinto, pero al final siempre me encuentro con el mismo resultado.
Hablando con una mamá me contaba que siempre se veía queriendo controlar la vida de su hijo el mayor… no sabía como lo hacía pero acababa por tomar las decisiones por él, dándole instrucciones para todo… pensando que estaba en su obligación de madre, pero de fondo no se daba cuenta que le estaba anulando en su capacidad de tomar decisiones. Cuando se daba cuenta se decía no lo vuelvo a hacer… pero acababa de nuevo haciendo lo mismo para luego justificarse diciendo: “es que soy así y no voy a cambiar”. ¿No es esto falta de sano juicio? Uno escucha esto y puede pensar: Los curas son unos exagerados; no es para tanto... Pero la pregunta que nos mueve por dentro es: ¿cómo salir de esta locura? La esperanza de la fe en Cristo resucitado nos dice que es posible. Recordar que la virtud es un don y un trabajo… es un regalo y un ejercicio… recordemos que: el resultado de una decisión tomada con sano juicio es verdadero bien.
El evangelio de hoy dice (Juan 14, 23-29): “El Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.”
El Espíritu Defensor lo enviará mi Padre. La claridad de Dios te recordará el camino. La luz del Espíritu Santo te enseñará el verdadero bien. Es un don… pero que yo tengo que actuarlo. ¿Cuántas veces uno intuye cosas? ¿Cuántas veces en la confusión uno habla con un sacerdote y las cosas se aclaran y brota la fuerza para llevarlo acabo?
El otro día escuchaba el testimonio de un sacerdote que me impacto: cerca de su parroquia hay una clínica abortiva y contaba el caso de una chica que al llegar a la puerta de la clínica algo la detuvo y acabó por entrar en la parroquia y buscar la confesión.
Eran dos puertas: la de la clínica con un médico con la herramienta del bisturí. La de la parroquia con un sacerdote con la herramienta del amor. Del primero sale la muerte, del segundo sale la vida, la paz, la alegría. Pregunta: ¿De donde vino el sano juicio para cambiar de decisión? El Espíritu Santo tiene la capacidad de iluminar la mente de la persona y desde la prudencia dar las fuerzas para cambiar una decisión errónea por una acertada. Este es un caso extremo casi de milagro… pero para nosotros ¿cómo disponerse a la virtud de la prudencia? La oración es la respuesta, pidiendo luz a Dios, pararse y reflexionar los actos día a día, el examen de conciencia, corregir los errores. También la ayuda del acompañamiento espiritual con un sacerdote. Todos estos son medios necesarios para ganar prudencia en la vida frente a la impulsividad poco reflexiva que muchas veces mueve nuestros actos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buena reflexion.. siempre me gusta leerte (mas)