Sacúdete y sube!
P. Luis J. Tamayo
Después
de aparecerse a los discípulos durante 50 días, el tiempo de Pascua culmina con
la fiesta de la Ascensión y el domingo siguiente con la celebración de
Pentecostés.
El evangelio de Lucas 24, 46-53 nos explica
lo que aconteció en el momento de la Ascensión de Jesús al cielo: “Mientras los bendecía se separó de ellos,
subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén
con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”
¿Qué
podemos entender por la Ascensión a los cielos? Uno puede entenderla como esa huída del mundo, de los problemas… ahora el Señor se fue al cielo y aquí nos dejó
con los problemas. Esta tipo de ascensión la desearíamos muchos de
nosotros… Cuantas veces uno sueña despierto, como fantaseando y soñando un
mundo ideal. ¿Quién no ha escuchado la expresión: “Estas en las nubes”? y más
ahora con lo del iCloud… Por eso tienen yanto éxito muchas de las filosofías
orientales que buscan un estado de trance de querer huir de la realidad y soñar
con un mundo mejor… el otro lado de la moneda es vivir en el mundo de la queja
y añorar que todo pasado fue mejor o estar anhelando lo del vecino. En el fondo
es esa mentalidad que piensa que todo lo que le toca vivir aquí es un obstáculo
para la felicidad, y al final siempre está anhelando vivir otra cosa. Quien es
rubio quiere ser moreno, quien es bajo quiere ser alto, quien es relleno quiere
ser flaco, quien es flaco quiere ser más grande… al final uno nunca está
contento con lo que tiene. ¿Alguien se identifica con esto? Pues lo que dicen
en el cine: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La
fiesta de la Ascensión nos puede iluminar mucho a nuestro día a día. Jesús
asciende al cielo en cuerpo y alma gloriosos, y Él nos abre el camino al cielo…
y nos invita a no quedarse atrapado en
los pesimismos del día a día, ni en la pesadez de los problemas. Lo que
uno vive, por espinoso que sea, sólo por gracia de Dios – y si uno lo pide –
puede ser transformado de obstáculo en bendición, o aquello que es trampa en
trampolín, es decir, no es que Dios cambie la situación, pero puede ayudar en
el cambio de mi actitud, y ayudarme a no dejarme aplastar por una situación sino
ponerme por encima de un problema y vivirlo con diferente actitud… No es huir
de los problemas, ni negarlos, ni reprimirlos, sino que aún quedando afectado
-pues nos afectan las cosas- tener la capacidad de “sobreponerse” y desde la fuerza interior de la gracia poder ponerse por encima. Os cuento una parábola
que nos ayudará a entenderlo:
Un campesino
tenia una mula. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en
la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que
ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de
analizar cuidadosamente la situación, creyó que no había modo de salvar al
pobre animal, y que más valía sepultarla en el mismo pozo. El campesino
llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y les pidió para que
le ayudaran a enterrar la mula en el pozo y así no continuara sufriendo.
Cogieron
las palas y cubos y empezaron a arrojar tierra encima de la mula. Al principio,
la mula se puso histérica.
Pero a medida que el campesino y sus vecinos
continuaban tirando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula
se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos.
¡ELLA
DEBIA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA! SACÚDETE Y SUBE. sacúdete y sube.
sacúdete y sube!! Repetía la mula para alentarse a sí misma.
No importaba cuan dolorosos fueran los golpes de la
tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula
luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue
elevando el nivel de donde se apoyaba. Llegó el momento en que la mula cansada
y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que
parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en
la que ella enfrentó la adversidad…
La Ascensión es el camino al que nos invita el Señor a ponerse por
encima de los problemas que nos abaten, sostenidos y elevados por su gracia, y
en vez de dejar que nos hundan, podamos transformar nuestra actitud y hacer de
eso una oportunidad de crecer. Así es como acaba el Evangelio: estaban siempre en el templo bendiciendo a
Dios.
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