El
Recorrido de los evangelios de la Cuaresma 2011:Las
Tentaciones, la Transfiguración, La Samaritana, El ciego de nacimiento y La
resurrección de Lázaro. Cinco homilías que tengan un hilo conductor:
- Los
dos primeros domingos: vamos a entender la necesidad de la profesión de fe
en Cristo Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, según profesamos en el
credo de la Iglesia. - Los tres siguientes domingos: una vez profesada
nuestra fe en el verdadero Hijo de Dios, el verdadero Salvador, entonces vemos
tres encuentros en donde el hombre, cada uno de nosotros, se sitúa en su
verdadera necesidad de Cristo. Jesús, hombre y Dios verdadero, viene a
liberarnos de las ataduras a los engaños de este mundo y dar la verdadera
respuesta a todo hombre: La sed de amor (corazón) de la Samaritana y que todos tenemos;
la búsqueda de luz de la verdad (mente) del ciego de nacimiento, y la necesidad
de soltar las ataduras (la voluntad) de Lázaro.
Hoy, primer
domingo de Cuaresma, tenemos el evangelio de las Tentaciones (Mateo
4, 1-11). Este año, no me voy a detener tanto en desarrollar las
tentaciones, sino en el significado de las tentaciones como la expresión de la
dimensión humana de Cristo-Jesús.
En el
credo de la Iglesia, cada domingo profesamos que Jesús es Cristo, es decir, que
fue verdadero hombre y verdadero Dios. El problema en los primeros siglos fue
creer que Jesús era el verdadero Dios, pues lo habían visto como hombre. Más
tarde, con la distancia del tiempo desde la Encarnación, el problema fue creer
que él fuera verdadero hombre, pues Dios no podía limitarse en una humanidad,
Dios no podía abajarse en la carne pecadora del hombre.
Hoy vamos
a detenernos en la humanidad, y el domingo que viene con la
Transfiguración, en su divinidad, las separamos aunque son una inseparable
realidad.
Los santos
Padres desde la antigüedad ya decían que como gesto de humildad Cristo ocultó
su divinidad tras su humanidad. Lo primero que vemos en Jesús es su humanidad,
nos cuesta alcanzar a ver su divinidad tras su ser hombre. Pero detrás de la
cortina de ser hombre está su identidad divina. Pero en realidad, su
"humanidad" sirvió para revelar su "divinidad": su Persona
de Verbo-Hijo; no tanto para esconder sino para revelar su identidad de Hijo de
Dios.
Vamos a
centrarnos en la dimensión humana de Jesús y lo que hoy nos quiere decir a
nosotros:
Hoy leemos
que Jesús fue llevado al desierto “y después de ayunar cuarenta días con sus
cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mateo 4, 1-11). Después de esta
frase se relatan las tentaciones, y esto nos revela el verdadero signo de su humanidad.
Jesús
experimentó el cansancio, el hambre y la sed. Así leemos: "Y habiendo
ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre" (Mt 4, 2). Y
en otro lugar: "Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la
fuente... Llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: dame de
beber" (Jn 4, 6). Jesús tiene, pues, un cuerpo sometido al cansancio, al
sufrimiento, un cuerpo mortal. Un cuerpo que al final sufre las torturas del
martirio mediante la flagelación, la coronación de espinas y, por último, la
crucifixión. Durante la terrible agonía, mientras moría en el madero de la
cruz, Jesús pronuncia aquel su "Tengo sed" (Jn 19, 28), en el cual
está contenida una última, dolorosa y conmovedora expresión de la verdad de su
humanidad.
Volviendo
al relato de las tentaciones: ¿Quién de nosotros no es tentado? La tentación es
el signo más creíble de nuestro ser humano, pues pone de relieve la flaqueza y
debilidad, en definitiva, nuestra condición humana. Las tentaciones, el
cansancio, el desaliento, la flaqueza, los errores… son un capitulo que yo
retiraría del libro de mi vida… es algo que muchas veces me cuesta aceptar de
mi propia vida. Cuando cometo un error, muchas veces no me lo permito y me hago
intolerante conmigo mismo. Cuando experimento al debilidad me hago escrupuloso.
Cuando tomo una decisión y no las tengo todas claras le estoy dando vueltas mil
veces, ¿lo hice bien o no? ¿era esto o lo otro?... En el fondo me gustaría
vivir sin todo esto… en el fondo me gustaría no ser humano… el perfeccionismo
que llevamos metidos dentro es un orgullo atroz de falta de aceptación de mi
humanidad. Mi orgullo me impide ver mi humanidad, no acepta que pueda cometer
errores, o descubrirse mi debilidad.
Dios asume
la humanidad en Cristo, Dios acoge la humanidad y con ello nos dice que está
muy bien ser hombre, que estamos bien hechos (Gn 3, 16-31 "Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien"). En la
humanidad de Cristo descubrimos la belleza de todo un Dios que quiere, asume, y
decide que ser hombre es lo más grande.
Jesús fue
igual al hombre en todo excepto en el pecado. Ser tentado no es pecar. Una cosa
es ceder a la tentación, consentir, y otra es ser tentado. Ser tentado no quita
belleza al ser humano, caer en la tentación y consentir el pecado nos conduce a
la mediocridad y degradación del ser humano. Pero gracias a Dios, en Cristo se
nos ha dado el remedio a la tentación de la mediocridad mediante la oración;
sólo desde el acto de rendirse a Dios uno puede salir victorioso de la tentación.
La gracia divina, que se adquiere por la oración, fortalece la humanidad. En el
relato vemos a Jesús, que frente a la tentación, cita la Palabra de Dios, pone
la oración por delante… y ahí en la debilidad de su humanidad, nos demuestra
la grandeza del hombre, la victoria sobre la tentación.
Su "humanidad" sirvió para revelar su "divinidad":
su Persona de Verbo-Hijo. Esto es a lo que estamos llamados todos nosotros.
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