Sed de Dios tiene mi corazón (P. Luis J. Tamayo)
Seguimos haciendo un hilo conductor de los evangelios de la Cuaresma 2011. Los dos primeros domingos descubríamos algo del rostro humano y divino de Cristo (Las tentaciones y La Transfiguración). En estos tres domingos siguientes descubrimos como sólo el encuentro personal con Él, como verdadero hombre y verdadero Dios, puede dar respuesta a las ansias más grandes del corazón del hombre.
La práctica cuaresmal a la que nos invita la Iglesia en este tiempo es “el vencerse a sí mismo” (¿para qué sino el uso de la penitencia? La penitencia cuaresmal nos es dad como un camino para vencerse, superarse, madurar como personas y crecer en nuestra identidad de hijos de Dios).
El tema de Cuaresma de hoy es vencer toda tentación de calmar la sed del corazón en pozos de agua que no satisface la sed del corazón. (La homilía de hoy está orientada también a los jóvenes)
El evangelio de hoy (Juan 4, 5 y versículos siguientes) nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Jesús sabe que el corazón de todo hombre está creado a la medida de Dios (Gn 1,26). ¿Cómo lo vemos? En como las aspiraciones del hombre hablan de la grandeza de su corazón, por ejemplo, la sed de ser el número uno, de ser el más grande, de triunfar en la vida, de arrasar con las chicas, etc. Esto nos habla de lo bien hecho que está nuestro corazón. Pero fíjate como el tener sed de lo grande y el aspirar a lo infinito, no es más que tener ansias de Dios, sed de Dios, como dirían todos los grandes santos de la historia. El Rey David en el salmo 42 lo dice: “Sed de Dios tiene mi alma, sed del Dios vivo”.
Lo que Jesús quiere decirle a la Samaritana es que todas esas aspiraciones hay que alimentarlas, todos esos deseos de grandeza, de éxito hay que trabajarlos, esa sed de triunfo hay que lucharlo… pero le dice a la mujer no te quedes sólo ahí, todavía tu corazón puede aspirar a algo más: Tu corazón puede aspirar a lo más grande, a lo más infinito, a lo supremo… a lo que verdaderamente puede satisfacer y colmar la sed infinita de tu corazón: el amor de Dios.
La mujer va todos los días al mismo pozo, al mismo lugar a satisfacer su sed, acaba por cansarse. Lo vemos en el diálogo:
Jesús le dice: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él el plenitud de vida”. La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla”. Jesús le dice a la Samaritana si conocieras el don de Dios, si conocieras el amor verdadero de Dios, no tendrías que venir aquí todos los días a buscar como calmar tu sed.
Hablando con un chaval que está acabando sus estudios, me comentaba como Jesús, poco a poco, le ha ido ayudando a descubrir como alcanzar un sentido pleno a sus estudios. Me decía: “Sacar sólo buenas notas y quedarme coleccionando notas para recibir las propinas de mis padres al principio estaba bien, tenía un dinerillo, pero a la larga me cansaba pues sólo estudiaba para la propina... pero yo tenía que mirar a largo plazo. Me preguntaba en mi oración: ¿Me gusta lo que estudio? ¿Para que estudio? ¿para una propina o para mi mismo y forjarme un futuro? ¿Puedo aportar a la sociedad, o sólo aspiro a ganar dinero para mi bolsillo? El chaval me comentaba como supo superar su mirada corta y aprendió a aspirar a trabajar por sacar el curso lo mejor posible para poder servir a Dios con todos sus talentos. Me seguí diciendo: Lo primero no me satisfacía, pues era siempre lo mismo… lo segundo me daba una alegría interior inexplicable pues encontraba sentido a todo lo que hacía, pues estudiar muchas veces se hacía muy seco y aburrido. Por la oración encontré el sentido: Estudiar para poder servir a construir una mejor sociedad. Este chaval que estaba estudiando medicina, empezó en los veranos a irse con Médicos sin frontera a servir a los poblados de África.
La invitación cuaresmal de hoy es vencer toda tentación de calmar la sed del corazón en pozos de agua que no satisface la sed, en los pozos del egoísmo donde sólo yo soy el horizonte de mi grandeza y poder vencerse y aspirar a beber de la generosidad, del servicio, del compartir, de la reconciliación, pues sólo cuando me venzo y me supero en mis aspiraciones primeras más egocéntricas para alcanzar las más altas y más nobles desde el Amor de Dios es cuando mi corazón queda satisfecho.