LOS FRUTOS DE LA ORACION
(P. Luis J. Tamayo)
Entramos en el tercer domingo de Cuaresma. Recordamos
que estamos haciendo un itinerario de 5 homilías unidas por el mismo hilo
temático de la Cuaresma.
En el Evangelio del 2º
domingo (la Transfiguración de Jesús) vimos que el culmen de nuestra vocación
cristiana es la transformación en Cristo, es decir, todos estamos llamados a crecer
y madurar hasta la altura y la medida del amor de Cristo. El 1º domingo vimos las
tentaciones (Jesús en el desierto) como las dificultades que nos salen a lo
largo del camino, que pueden obstaculizar o fortalecernos (“trampa o trampolín”)
en el camino.
Ahora nos quedan tres domingos en los que veremos los tres ejercicios que nos propone la Iglesia como camino de colaboración nuestra a la
obra que Dios hace en nosotros de llegar a esta madurez: (1) el ejercicio
de la oración, (2) el de la abstinencia y (3) el de la limosna o caridad. La
pregunta es: ¿Cómo entender estos tres ejercicios?
Hace días hablaba con un
corredor de atletismo en los 40 (de mi quinta!), y me decía que en los
maratones siempre hacía una buena marca de tiempo, siempre más o menos lo
mismo, no variaba mucho y esto le hacía estar muy contento pues sentía que los
años pasaban pero seguía estando en forma. Así llevaba varios años y nunca se
había planteado que podía aspirar a más. Un día conoció a un entrenador que al
verle le dijo: “tú puedes aún hacer una mejor
marca, tú tienes una mayor capacidad”. Mi amigo tenía el potencial pero
tenía que desarrollarlo. Tuvo que ser alguien desde fuera que supo mirarle no
desde lo que ya hacía sino desde su potencial. “Tu aún puedes mucho más”, le decía, “pero para alcanzarlo tienes que estar dispuesto a hacer una serie de
ejercicios”. Efectivamente, mi
amigo, que nunca se había planteado que podía mejorar su marca, practicando los ejercicios que le
indicó el entrenador, mejoró notablemente.
Los ejercicios de la
oración, abstinencia y limosna sólo se entienden si uno está dispuesto a crecer
y a madurar en su vida cristiana. Sólo si estás dispuesto a crecer según la
medida de Cristo, entonces, la práctica de estos ejercicios es cobran todo el
sentido y su necesidad.
El tema de hoy es la oración de Cuaresma
Lc 13, 1-9: «Uno tenía una
higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto
en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en
balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo
cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la
cortas".»
La higuera es como el ejemplo
de un amigo corredor que año tras año hacía el mismo resultado y no aspiraba a
una mejor marca; similar a lo que dice el Evangelio que, año tras año, la
higuera ni si quiera da fruto alguno.
La lectura de este Evangelio
nos ayuda a entender que no es que la oración no tenga su fuerza, sino que
muchas veces es uno mismo quien no busca en la oración la esperanza o la fuerza
para colaborar con Dios en el camino de madurez.
Se
acercaron marido y mujer a confesar. Primero vino la mujer y en vez de hacer su
propia confesión parecía que estaba haciendo la confesión del otro… es que mi
marido es tal y cual, y es que tiene este carácter y me hace las cosas muy
difícil… más tarde llegó el marido y lo mismo, me estaba confesando los
defectos de la mujer. La cuaresma
es tiempo de madurez, de crecimiento… si no hago más que poner las culpas
fuera, es como decirle al entrenador: es que el otro lo hace peor, es que el
otro hace trampas, es que el otro entrena mucho más que yo, etc. Pero el entrenador te dirá: “a mi que
me importa el otro. Tú, ¿estas dispuesto a ver en ti que es lo que no funciona
bien? ¿quieres crecer?
Hay que entender que la vida de todo hombre no está hecha, sino que
está en una continua necesidad de hacerse. Lo grandes pensadores de la
historia lo decían: No crecer, no
aprender nada nuevo, no desear mejorar es morir en vida. Buscar alcanzar la
madurez del amor de Cristo para mi vida significa estar en una constante tensión de crecimiento. Y la gran noticia es que sí puedes
crecer!, si puedes moverte hacia delante!, si puedes aspirar a más!.
La oración es nuestra
principal arma, pues en ella encontramos la fuente de la gracia, la fuente de
la fuerza para levantarse cuando uno no puede, la oración es el ánimo constante
a no tirar la toalla, es el entusiasmo para llegar donde uno ni se imagina. La
oración es la clave de la vida cristiana.
El tono de la oración para esta Cuaresma debería llevarme a ese
encuentro cara a cara con Cristo como ese entrenador que ve en nosotros el
potencial y dice: “tú aún puedes amar
mucho más, tú aún tienes una capacidad mayor para crecer”. La oración es
ponerte delante de Aquel que te conoce profundamente y mira el corazón y no las
apariencias, y mira el potencial que tienes y anima constantemente a lo que de
verdad puedes llegar a hacer. El
viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y
le echaré estiércol, a ver si da fruto.”
¿Quién de nosotros puede
decir que ya ha llegado al amor perfecto? ¿quién no necesita aprender de nuevo
a perdonar? ¿quién no puede ser aún más generoso? O ¿acaso no sientes el
conflicto dentro entre el deseo de hacer el bien y el egoísmo para no mover un
dedo? Este es el camino de la conversión
de Cuaresma: Dios te mira y te dice “¡Aún
puedes crecer más!”. Cuantas metas para examinar: la humildad, la pureza de
corazón, la fidelidad a tu esposo/a, la paciencia, los detalles de cariño, el compromiso
con tu parroquia, etc.
Uno
puede argüir como en el Evangelio "Ya
ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Ya ves
tanto tiempo intentándolo y esto no funciona, no espero nada, tiro la toalla… Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo
cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto".»
Esta es la mirada de Cristo… espera, no tires la toalla tan fácilmente, yo te
ayudaré… tu pon de tu parte, y yo hago el resto… pero recuerda que para recoger
la cosecha has de dejar pasar tiempo.
La oración pide de nuestra colaboración, ya lo expresa el dicho: “A Dios
rogando y con el mazo dando.”
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