Un buen ataque!
(P. Luis José Tamayo)
Entramos en el cuarto
domingo de Cuaresma. Recordamos que estamos haciendo un itinerario de 5
homilías unidas por un hilo temático: “Cuaresma como tiempo de crecimiento
espiritual”.
Recordad que si el Evangelio del 2º domingo (la
transfiguración en el monte Tabor) vimos el culmen de nuestra vocación
cristiana en la transformación en Cristo, es decir, crecer y madurar
humanamente hasta la altura y la medida del amor de Cristo. En este camino nos encontramos con dos
tipos de retos: El 1º son las tentaciones (primer domingo) como las
dificultades internas o externas en el crecimiento y camino de madurez; y el 2º
reto son la práctica de los tres ejercicios (la oración, la abstinencia y la
limosna o caridad) que propone la Iglesia para fortalecer la vida espiritual.
Hay una imagen que nos puede ayudar. En un partido
frente al enemigo uno no puede solo hacer una táctica de defensa, sino que hay
que tener una buena defensa y, a la vez,
un buen ataque. La táctica de la defensa está muy bien delante de las
tentaciones; pero no basta pues sólo con la defensa al final me comen el
terreno; hay que atacar con una táctica de ejercicio para cogerle el terreno al
enemigo. He aquí el sentido del ejercicio de la oración, el ayuno y la limosna.
Hoy toca el ejercicio del ayuno.
En el Evangelio de hoy (Lc 15), el hijo pródigo haciendo
su propio querer desparramó y
derrochó la fortuna que le había dado el Padre para al final pasar hambre. Esto
nos ayuda a entender que dar rienda
suelta a mis apetencias, al final, me lleva a pasar hambre.
Un ejemplo claro lo tenemos en el consumismo… para
la educación de nuestros hijos y para nosotros los adultos: Al final, llegar a tener de “todo” no es suficiente,
pues uno siempre querrá más. Si me compro un móvil al mes siguiente quiero el
siguiente modelo, y luego otro… vivimos en una sociedad que nos crea
necesidades innecesarias. Si me dejo llevar por todas mis apetencias… al final
nada me sacia, es decir, que siempre pasaré hambre pues nada me sacia. (Esto es
lo que desde siempre se ha llamado gula).
Sin embargo, Jesús
ayuna su propio querer para hacer el querer del Padre. Dice en el evangelio
de Juan 4: “Mi alimento es hacer la
voluntad del Padre”, es decir, ser dueño de si para elevar la propia vida a
lo más grande. Dejar el ayuno a no comer carne los viernes es muy pobre. Dios
quiere que te abstengas de lo que no te hace bien, pero que te alimentes de lo
que de verdad te engrandece.
Mi alimento es hacer la
voluntad del Padre, es entender que hacer la voluntad de Dios es lo que de verdad engrandece
al hombre, lo que alimenta la grandeza del hombre. La voluntad de Dios lleva al hombre a la dignidad más alta.
La voluntad del Padre es que alimentes tu vida con la práctica de aquellos los
valores que de verdad engrandecen al hombre.
Esta experiencia nos ayuda a entenderlo. Hablaba con
un amigo que lo normal es tener dificultades en el mundo de las relaciones.
Como muchas veces nos encontramos con un mal entendido, con un roce, o con un
revés. Claro, la primera reacción es hablar mal de esa persona a sus espaldas.
Hablaba con este amigo lo importante que es no hablar mal de nadie, aunque yo
tenga la razón, pues es veneno en mi corazón. El ayuno es ese contenerse,
dominarse, es decir, ayunar en hablar mal de aquel que me hizo esto u lo otro.
La voluntad de Dios no es que ayune en criticar, sino que te alimentes en las
virtudes de la prudencia, la sensatez y la limpieza de corazón… esto es lo que
de verdad engrandece y alimenta el corazón del hombre. Un ayuno que alimenta.
El ayuno, la abstinencia, la
privación teóricamente
es dejar de hacer mi propio querer para hacer el querer de Dios… pero tiene
unas consecuencias muy prácticas, pues al final, la cuestión se centra en fortalecer el domino de si. Esta es la
gran verdad, la grandeza del hombre está
en el dominio de sí. La grandeza del hombre está en dominar las pasiones y
los vicios (la pereza, la desgana, la glotonería, la ansiedad, etc.) y tener la
fortaleza para la práctica de las virtudes (alegría de espíritu, control de si,
libertad interior, agilidad, no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy).
San Pablo en Rm 7, 18-19: “Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi
carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo,
puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero.”
Lo mismo decía Ignacio
de Loyola decía: “como puede ser que
era capaz de gobernar todo un ejército y no soy capaz de gobernar mis impulsos.”
Pues uno acepta que de repente salto irritado contra una persona que aprecio, pierdo
los papeles frente a mis hijos, no me domino en mis gastos, no controlo mi
lengua, empiezo y no paro de criticar… Al final me justifico pensando que tengo
razón, pero el reto está en ver si honestamente puedes parar.
La lección de hoy está
clara: Derrochar me lleva a pasar hambre y, sin embargo, ayunar me lleva a ser
saciado profundamente con algo mucho más grande.
Ej. Una señora me contaba como de paseo por la
calle se le antojó un capricho: pensó me voy a comprar una palmera de
chocolate, ya ves que insignificante.
Pero al pensar que en este tiempo de crisis hay muchas familias que lo
están pasando muy mal, al final decidió no comprarlo y ser solidaria poniendo
un dinero para Caritas. El ayuno cuaresmal no tiene sentido si
sólo es para privarme de una palmera de chocolate; abstenerse de un capricho
sólo tiene sentido si es para engrandecer mi espíritu siendo algo más solidario
y generoso.
Ej. Un chaval con el que suelo hablar me contó
como en un examen le calló una pregunta que no sabía contestar y el impulso que
tenía era el de copiar. Al final
se dio cuenta que copiar le empobrecía como persona, le hacía deshonesto. El ayuno cuaresmal no tiene sentido si
es sólo para privarme de algo; abstenerse de algo sólo tiene sentido si es para
engrandecer mi espíritu con lo más genuino como es la honestidad.
El ayuno tiene sentido
cuando alimenta y engrandece el espíritu humano, sino se convierte en una
carga.
La
práctica del ayuno tiene el objetivo de fortalecer el espíritu humano mediante
el autocontrol de las pasiones más corporales, es decir, el ayuno no es sólo
privarme de algo, sino que es para engrandecer mi espíritu y darle a mi corazón
los valores más genuinos que más me enaltecen como persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario