Templanza y equilibrio en la vida
P. Luis J. Tamayo
Llegamos al 5º domingo de Pascua, y desde semanas atrás venimos diciendo que la
Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección
de Cristo.
La pregunta que nos hacemos en estos días es: ¿Qué implica la resurrección de Cristo en
mi vida? Para responder a la pregunta seguimos profundizando en las
virtudes como el camino de asimilar la resurrección de Cristo en mi propia
vida, es decir, las virtudes como ese don eterno de Cristo resucitado que nos
capacita desde dentro a vivir de una forma nueva.
El cristianismo no puede ser una carga; no es una
moral pesada, no son puños para sudar algo inalcanzable. El cristianismo es un
camino nuevo de vida que promete una alegría distinta en la medida que uno se
deje llevar por la fuerza de Cristo resucitado en el interior del corazón. Es
la alegría de un amor nuevo que desde dentro impulsa e irrumpe con fuerza, es
el Espíritu del resucitado en el interior de cada hombre, es Jesús mismo queriendo
irrumpir desde el corazón de cada hombre y plasmar caminos nuevos. Lo que Él mismo vivió así lo quiere
repetir hoy en tu vida.
Si esto es así, una pregunta que hoy me puedo hacer
es: ¿Qué espacio le dejo a este Jesús resucitado
para que irrumpa desde tu interior?
Las virtudes – como un camino de vida nueva –
implican esa colaboración del hombre con el resucitado. Recordemos lo que dice
el Catecismo: las virtudes son adquiridas mediante el esfuerzo y la
perseverancia, pero sostenidas y elevadas por la gracia divina. Si yo pongo de
mi parte, Dios hace el resto.
Las virtudes que estamos recorriendo son: fortaleza, justicia, templanza y prudencia. Hoy hablamos de la Templanza. “Es la virtud que modera la atracción de los
placeres y procura el equilibrio de los bienes. La templanza asegura el dominio
de la voluntad sobre los instintos y apetitos sensibles y mantiene los deseos sin
dejarse arrastrar por las pasiones” (Catecismo nº 1809).
El Evangelio de hoy es impresionante para entender
la templanza. Miremos a Jesús en Juan 13,31-33a.34-35:
“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo
Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.
(…) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre
vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que
os amáis unos a otros."
Judas lleva en su corazón la traición. Jesús lo
sabe, se huele lo que ha de venir… desde la templanza no se deja llevar por sus
instintos ¿cuáles? miedo a huir y salir corriendo, pavor por lo que le espera,
deseo de una vida más cómoda, no complicarse la vida, no llegar hasta el final
con el Proyecto del Padre y tirar la toalla, ¿por qué no un camino más fácil?
¿Acaso no experimentamos que en medio de la
dificultad uno mismo busca caminos más fáciles? ¿No es verdad que en medio del
conflicto, problema o peligro uno siempre encuentra el atajo para un camino más
rápido o algo más cómodo?
Pero Jesús no sale corriendo sino que opta por el
amor, y amar es el compromiso. Uno puede preguntarse: ¿acaso Jesús no sufrió la
traición de Judas? ¿acaso no pudo pensar en levantarse y salir detrás de Judas,
cogerle del cuello y gritarle “traidor?... la templanza asegura el dominio de
las pasiones, en este caso la ira. ¿Cuántas veces nos dejamos llevar
impulsivamente por las pasiones? Cuando uno conduce el coche y le hacen un
fuerte adelantamiento, te dan ganas de decir cuatro insultos… pero que grande
cuando te esfuerzas por el dominio de sí y sostenido por la gracia divina de la
templanza, dejas la ira a un lado, y no pagas con la misma moneda. Los caminos
nuevos de las virtudes implica las dos cosas: poner de mi parte y pedir la
gracia.
En Jesús vemos como la vivencia de la templanza le asegura
el dominio de la voluntad sobre los instintos (salir corriendo con miedos) y las
pasiones (vengarse de Judas por la traición). Por eso Jesús dice: amaos unos a otros; como yo os he
amado, amaos también entre vosotros. Mira a Jesús como opta
por el amor limpio, honesto, sincero, sin rencor, sin preferencias, sin doblez.
Ama a amigos y enemigos, ama aún en la traición, ama con verdadero amor. La
vida de Jesús es verdaderamente escuela de aprendizaje para nosotros. Esta vida
nueva sólo sale cuando uno se lo propone y de rodillas pide la gracia a Dios.
Las virtudes elevan a la persona, la
vivencia de las virtudes nos libera de tanto egoísmo y nos da un equilibro y
paz interior que sólo tiene su fuente en Dios.