Ser fuertes en Cristo
P. Luis J. Tamayo
Estamos en el tercer domingo de Pascua. Recordamos que la Iglesia nos
regala 50 días de Pascua para
asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo y lo que a nosotros nos
implica, para concluir este tiempo con Pentecostés (la venida del Espíritu Santo
a los hombres).
El tiempo de Pascua empieza con el Domingo de Resurrección, culmen de la
semana santa. Estas semanas siguientes son tiempo de asimilación. A los
discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por
eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que
estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a
relacionarse con él de manera distinta: una nueva relación, desde la fe, desde
la vida interior y espiritual.
La
pregunta ahora es: ¿Qué implica la resurrección en mi?
Me encanta hacerles preguntas a los niños, pues desde su inocencia sus
respuestas son geniales. El otro día en una misa le preguntaba a los niños: si
Jesús ha resucitado ¿dónde ha resucitado? ¿dónde se encuentra ahora? una niña
respondió: “Jesús ha resucitado en mi corazón”. Así es; ésta es la locura de la
resurrección!! Cristo ha resucitado y para siempre se quedó presente en mi, en
la comunidad eclesial y en la Historia. Sus palabras nos lo confirman: “Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo
quien vive en mi” (Gal 2,20) – Cristo presente en mi; “Cuando dos o más se reúnen en mi nombre ahí estoy yo presente” (Mt
) – Cristo presente en la comunidad; “Estaré
con vosotros hasta el fin de la historia”(Mt 28,20) – y Cristo presente en
la historia. Esta es la realidad, quiera o no reconocerle, me de cuenta o no, me
lo crea o no… Él está vivo en mi y en ti.
Esta realidad tiene unas implicaciones muy importantes, pues nos ayuda a
entender que la fe en el Resucitado
superó la religión de “la moral del deber” o “del tener que”… Una religión
desde el peso del “tengo que”, el peso de la ley se convierte en una moral que
se hace una carga. No es algo que
libere, sino que se hace una carga. Así nos va a los cristianos que ponemos
cargas unos a otros.
¿Por qué estas homilías en Pascua
sobre las virtudes? (Fortaleza,
justicia, templanza y prudencia) Porque no es algo que se me impone
desde fuera, sino que la fuerza de la presencia de Jesús en tu corazón viene a
capacitare para vivirlas. No es una norma del “tener que”, sino es la alegría
de que estás capacitado para vivir de una forma nueva, desde una fuerza que
brota de dentro, la fuerza del resucitado.
La fortaleza: es la
virtud que asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la
búsqueda del bien. Es la fuerza para resistir a las tentaciones y superar los
obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor,
de hacer frente a las pruebas y persecuciones. (Catecismo nº 1808)
El evangelio de hoy es Jn 21,
1-14: Pedro dice: “me voy a pescar”, es decir, es la
reacción de volver a lo de antes, como Jesús ha muerto, entonces tiro la toalla
y me vuelvo a la vida de antes… Pedro se preguntaría: ¿para qué todo esto? No
tiene sentido. Pero Jesús resucitado viene a traerle la fortaleza desde dentro.
Cuando ante cualquier circunstancia quiero tirar la toalla… Espera! abre los
ojos!, párate!, reflexiona! pues ya está Cristo resucitado dentro de ti dándote
la fuerza para perseverar, para vencer el temor, para seguir tu compromiso.
Jesús al ver la actitud de tirar la toalla de Pedro y los demás no les
recrimina, sino que les pregunta: “¿tenéis
pescado?”, es decir, ¿al final, has conseguido
algo con volver a lo de siempre?. Les hace reflexionar. Ellos contestaron: “No”… Entonces Jesús les dice: “Echad la red a la derecha y encontrarás”,
es decir, “venga, Pedro, vuelve a
seguirme, intenta seguir mis pasos y ya verás que ahora puedes, pues yo te doy
la fuerza desde dentro. Pedro, antes me
seguías desde el voluntarismo, a partir de ahora quiero que te des cuenta que
soy yo quien te capacito desde dentro.
Entonces, Pedro le reconoce, y Jesús le dice: “traed los peces que acabáis de coger”. Pedro subió a la barca y
arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes… Pedro experimentó en
sí una fortaleza para perseverar y arrastrar a otros hacia Cristo. La fortaleza
está en ti, es Cristo dentro quien te capacita y te da la fuerza para resistir
las tentaciones o superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza
te hace capaz de vencer el temor, de hacer frente a las pruebas de la vida.
La fortaleza y la perseverancia no
es algo que yo me doy a mi mismo, por eso es una virtud. La virtud,
como veíamos el domingo pasado, se consigue a través del esfuerzo sostenido por
la gracia recibida en la oración y sacramentos. Las virtudes es la vivencia de la
vida nueva, de Cristo actuando en mi. Es importante entender que no es ese “vamos ahora a ser virtuosos”
como una carga más a ver si alcanzo algo imposible… sino que las virtudes están
ya en ti como potencia, están en la fuerza del resucitado y de uno depende el
querer vivirlas y desarrollarlas.
En la Iglesia de Occidente o Latina hemos dado extraordinaria
importancia a la Cuaresma y la Pasión, pero una vez acabada la semana santa,
volvemos al tiempo ordinario; nos olvidamos parar en este tiempo aún más
importante: la resurrección!!. La Iglesia cristiana del Oriente le da mucha
importancia, y sus beneficios en la vida del hombre lo ha llamado “la
divinización del hombre” (San Ireneo). Vivir las virtudes es participar de la
divinización que Dios regala al hombre. San Ireneo habla del “maravilloso
intercambio”: Dios se hizo hombre para
que el hombre se hiciese dios.
El cristianismo no es la cruz, sólo…, sino que nuestra fe está en Cristo
resucitado!!
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