7 abr 2013

II Domingo de Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal


La fe en el resucitado
 (P. Luis José Tamayo)

Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.  El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"  Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".  El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no sirve a no ser que sea usado todos los días."  Exacto replicó el sacerdote, exacto. Con la fe pasa lo mismo.
La fe en el resucitado no tiene sentido si no se vive cada día. La resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en Cristo”. ¿Que significa participar de la resurrección de Cristo? Es la posibilidad de una vida nueva de crecimiento, de creer que el pecado no tiene la última palabra; que si Cristo venció la muerte, el hombre, por medio de su esfuerzo y de la gracia, puede ir superando y venciendo todo vicio, pecado, faltas, defectos, etc.
¿Qué es este Tiempo Pascual? Dos cosas: Primero, es el tiempo en el que Jesús se aparece a sus amigos y discípulos durante 50 días para confirmarles que Él está vivo, que ha vencido a la muerte y para acostumbrarles a reconocerle de una forma nueva, desde la fe. Y segundo: para ayudarles a entender que todos estamos llamados a participar de la vida resucitada ya en el aquí y ahora. Se nos ha regalado una nueva forma de vivir. Si el venció la muerte, nosotros unidos a él podemos vencerla… aquí y ahora. Unidos a Él podemos vencer nuestro pecado, nuestros vicios, nuestros defectos de carácter, nuestras faltas. Todo aquello que nos conduce a la muerte espiritual, ahora, unidos a Él puede ser vencido, pues Èl venció la muerte.
¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Es la posibilidad de aspirar a la práctica constante de las virtudes sostenido por la gracia. La resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en Cristo”.
Estas 6 semanas (incluido el domingo anterior) quisiera hablar de la realidad de que ya participamos de la resurrección de Cristo aquí y ahora. Es a través del ejercicio de las virtudes y sostenidos por la gracia que se nos abre el camino de crecimiento y superación, el camino para concretar la posibilidad de nuestra victoria sobre la muerte y el pecado.
El Domingo pasado hablamos de la resurrección. Este segundo domingo de Pascua hablamos de la participación en la resurrección de Cristo y el camino que nos abre para vivir las virtudes como superación y crecimiento en una vida de gracia. Los siguientes 4 domingos veremos las cuatro virtudes cardinales: fortaleza, justicia, templanza y prudencia como participación de la vida resucitada.
Para vivir esta nueva vida encontramos dificultades, los mismos discípulos la tuvieron. La dificultad la encontramos en nosotros mismos. Este pasaje del Evangelio (Jn 20, 19-31) vemos la dificultad de Tomás para creer. Pero no sólo fue Tomás el que tuvo dudas, por lo que leemos en el Evangelio, todos, en un momento u otro dudaron. Tomas es el prototipo de cualquiera de nosotros. Tomás tuvo dudas, como cualquiera de nosotros puede tenerlas. ¿quién no tiene dudas? ¿quién no se deja llevar por el pesimismo? ¿quién no ha experimentado alguna vez el verlo todo negro? ¿quién no se ha dejado llevar por la desesperanza, el desorden moral, la apatía, el miedo, el bloqueo, etc.?
Estas dificultades, muchas veces tiene su origen en defectos enraizados en nuestra carácter, y estos son lo que nos frenan para vivir una vida cristiana con mayor plenitud. Levante la mano quien se considere perfecto! … el problema no son los defectos, sino la actitud que tomo delante de estos defectos. O me quedo atrapados en ellos hasta que dominan mi forma de vivir, o cambio de actitud y aspiro a una vida nueva ejercitando nuevos caminos.
En el reino animal el águila es un bello ejemplo del cambio eficaz. A los 30 años su pico se deteriora y le dificulta el alimentarse, las uñas se debilitan y le cuesta agarrar la presa, sus plumas se vuelven pesadas y le dificulta el vuelo. El águila o cambia o se deja morir. El ave aprende a lijar su pico hasta que cae, y con un pico nuevo arranca las uñas y cuando salen las nuevas saca las plumas viejas hasta que crecen otras más livianas. Así vivirá hasta los 70 años. Nosotros o cambiamos para un continuo crecimiento o llegamos a deteriorar nuestra forma de vivir, acabamos por acostumbrarnos a formas que no son para nada saludables.
A Jesús no le importó la falta de fe de Tomás, sus dudas, o su pesimismo. Jesús no le recriminó que no creyese. Jesús vino a enseñarle una nueva actitud frente a la vida. “Tomás a partir de ahora has de ver tu vida con ojos nuevos, no puedes regirte como hasta ahora lo has hecho”; pero yo te voy a ayudar… dame tu mano, dame tu dedo… toma de la gracia. Cambia de actitud…
Tomás cambió, de la duda pasó a la fe; del miedo pasó a la perseverancia; de la prontitud a negar pasó a la prudencia de afirmar, etc. El deseo de Jesús para contigo y conmigo lo vemos en Tomás, Jesús busca regalarnos la gracia de convertir el defecto en virtud. Pero para cambiar cualquier defecto en virtud hace falta dos cosas: Primero, yo tengo que estar dispuesto a cambiar, una de las cosas que todos nos resistimos; y segundo, por la humildad, hay que dejar la asistencia de la gracia divina actuar de forma constante.
El catecismo de la Iglesia define la virtud como una disposición habitual y firme a hacer el bien. Dice, que permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de si misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. Esto es participar de una vida resucitada.
Las virtudes humanas se adquieren mediante la educación, actos deliberados, y la perseverancia reanudada siempre en el esfuerzo, y concluye diciendo, que son purificadas y elevadas por la gracia divina, es decir, con la ayuda de Dios forjan el carácter y se hacen espontáneas en el hombre.
Participar de la resurrección de Cristo implica esfuerzo y gracia. La voluntad nunca queda anulada, pero sin la voluntad la gracia poco puede.  San Agustín dice: Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti.
El hombre o crece y cambia, o muere. ¿Qué es una vida sin aprender algo nuevo, sin aspirar a mejorar, sin deseos de superarse, sin ganas de alcanzar metas nuevas? Esto es morir en vida, es no creer en la resurrección.
La fe en el resucitado da fruto en nuestras vidas si es usada todos los días. Cristo ha resucitado, esta es la verdad de nuestra fe, y esta fe hay que aplicarla todos los días de nuestra vida.

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