La
fe en el resucitado
Érase
una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.
El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire
la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de
tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es
buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?" Siguieron caminando y
se encontraron con un niño todo sucio.
El
sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que
el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".
El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no sirve a no ser que
sea usado todos los días." Exacto replicó el sacerdote, exacto. Con
la fe pasa lo mismo.
La
fe en el resucitado no tiene sentido si no se vive cada día. La resurrección de
Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en
Cristo”. ¿Que significa participar de la resurrección de Cristo? Es la
posibilidad de una vida nueva de crecimiento, de creer que el pecado no tiene
la última palabra; que si Cristo venció la muerte, el hombre, por medio de su
esfuerzo y de la gracia, puede ir superando y venciendo todo vicio, pecado,
faltas, defectos, etc.
¿Qué
es este Tiempo Pascual? Dos cosas: Primero,
es el tiempo en el que Jesús se aparece a sus amigos y discípulos durante 50 días
para confirmarles que Él está vivo, que ha vencido a la muerte y para acostumbrarles
a reconocerle de una forma nueva, desde la fe. Y segundo: para ayudarles
a entender que todos estamos llamados a participar de la vida resucitada ya en
el aquí y ahora. Se nos ha regalado una nueva forma de vivir. Si el venció la
muerte, nosotros unidos a él podemos vencerla… aquí y ahora. Unidos a Él
podemos vencer nuestro pecado, nuestros vicios, nuestros defectos de carácter,
nuestras faltas. Todo aquello que nos conduce a la muerte espiritual, ahora,
unidos a Él puede ser vencido, pues Èl venció la muerte.
¿Qué
significa que Jesús ha resucitado? Es la
posibilidad de aspirar a la práctica constante de las virtudes sostenido por la
gracia. La resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y
ahora. “Hemos resucitado en Cristo”.
Estas
6 semanas (incluido el domingo anterior) quisiera
hablar de la realidad de que ya participamos de la resurrección de Cristo aquí
y ahora. Es a través del ejercicio de las virtudes y sostenidos por la gracia
que se nos abre el camino de crecimiento y superación, el camino para concretar
la posibilidad de nuestra victoria sobre la muerte y el pecado.
El
Domingo pasado hablamos de la resurrección. Este segundo domingo de Pascua
hablamos de la participación en la resurrección de Cristo y el camino que nos
abre para vivir las virtudes como superación y crecimiento en una vida de
gracia. Los siguientes 4 domingos veremos las cuatro virtudes cardinales:
fortaleza, justicia, templanza y prudencia como participación de la vida
resucitada.
Para
vivir esta nueva vida encontramos dificultades, los mismos discípulos la
tuvieron. La dificultad la encontramos en nosotros mismos. Este pasaje del
Evangelio (Jn 20, 19-31) vemos la dificultad de Tomás para creer. Pero
no sólo fue Tomás el que tuvo dudas, por lo que leemos en el Evangelio, todos,
en un momento u otro dudaron. Tomas es el prototipo de cualquiera de
nosotros. Tomás tuvo dudas, como cualquiera de nosotros puede tenerlas. ¿quién
no tiene dudas? ¿quién no se deja llevar por el pesimismo? ¿quién no ha
experimentado alguna vez el verlo todo negro? ¿quién no se ha dejado llevar por
la desesperanza, el desorden moral, la apatía, el miedo, el bloqueo, etc.?
Estas
dificultades, muchas veces tiene su origen en defectos enraizados en nuestra
carácter, y estos son lo que nos frenan para vivir una vida cristiana con mayor
plenitud. Levante la mano quien se considere perfecto! … el problema no son los
defectos, sino la actitud que tomo delante de estos defectos. O me quedo
atrapados en ellos hasta que dominan mi forma de vivir, o cambio de actitud y
aspiro a una vida nueva ejercitando nuevos caminos.
En
el reino animal el águila es un bello ejemplo
del cambio eficaz. A los 30 años su pico se deteriora y le dificulta el
alimentarse, las uñas se debilitan y le cuesta agarrar la presa, sus plumas se
vuelven pesadas y le dificulta el vuelo. El águila o cambia o se deja morir. El
ave aprende a lijar su pico hasta que cae, y con un pico nuevo arranca las uñas
y cuando salen las nuevas saca las plumas viejas hasta que crecen otras más
livianas. Así vivirá hasta los 70 años. Nosotros o cambiamos para un continuo
crecimiento o llegamos a deteriorar nuestra forma de vivir, acabamos por
acostumbrarnos a formas que no son para nada saludables.
A
Jesús no le importó la falta de fe de Tomás, sus dudas, o su pesimismo. Jesús
no le recriminó que no creyese. Jesús vino a enseñarle una nueva actitud frente
a la vida. “Tomás a partir de ahora has de ver tu vida con ojos nuevos, no
puedes regirte como hasta ahora lo has hecho”; pero yo te voy a ayudar… dame tu
mano, dame tu dedo… toma de la gracia. Cambia de actitud…
Tomás
cambió, de la duda pasó a la fe; del miedo pasó a la perseverancia; de la
prontitud a negar pasó a la prudencia de afirmar, etc. El deseo de Jesús para
contigo y conmigo lo vemos en Tomás, Jesús busca regalarnos la gracia de
convertir el defecto en virtud. Pero para cambiar cualquier defecto en virtud
hace falta dos cosas: Primero, yo tengo que estar dispuesto a cambiar, una de
las cosas que todos nos resistimos; y segundo, por la humildad, hay que dejar
la asistencia de la gracia divina actuar de forma constante.
El
catecismo de la Iglesia define la virtud como una
disposición habitual y firme a hacer el bien. Dice, que permite a la persona no
sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de si misma. Con todas sus
fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo
busca y lo elige a través de acciones concretas. Esto es participar de una vida
resucitada.
Las
virtudes humanas se adquieren mediante la educación, actos deliberados, y la
perseverancia reanudada siempre en el esfuerzo, y concluye diciendo, que son
purificadas y elevadas por la gracia divina, es decir, con la ayuda de Dios
forjan el carácter y se hacen espontáneas en el hombre.
Participar
de la resurrección de Cristo implica esfuerzo y gracia. La voluntad nunca queda
anulada, pero sin la voluntad la gracia poco puede. San Agustín dice:
Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti.
El
hombre o crece y cambia, o muere. ¿Qué es una vida sin aprender algo nuevo, sin
aspirar a mejorar, sin deseos de superarse, sin ganas de alcanzar metas nuevas?
Esto es morir en vida, es no creer en la resurrección.
La fe en el resucitado da fruto en nuestras vidas
si es usada todos los días. Cristo ha
resucitado, esta es la verdad de nuestra fe, y esta fe hay que aplicarla todos
los días de nuestra vida.
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