Salir de la zona confort
(P. Luis J. Tamayo)
Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Estos días de verano me invitaron a cenar con unos
matrimonios, entre ellos había una mujer que me sorprendió por lo apasionada
con que vivía y hablaba de la fe. Es un gusto escuchar y dialogar con personas
apasionadas por algo en la vida. Uno se puede entusiasmar por mil cosas, mil
temas, mil hobbies… pero hay pasiones que alimentan el alma y otros que poco
aportan.
Los grandes Maestros de la Antigüedad clasificaban
los temas según construían al hombre: los intereses por cosas más bajas como el
futbol o la moda, luego estaban las cosas más elevadas como la política o la
economía, aún las había más elevadas que alimentaban más el corazón del hombre:
el arte o la literatura… Pero todos los grandes maestros de la antigüedad
estaban de acuerdo que la búsqueda del misterio de Dios era de los intereses más
altos a los que el hombre podía aspirar. La pasión por Dios no sólo cambia la vida
de una persona, es que es capaz de cambiar grupos sociales, mover montañas,
hacer grandes obras.
Esto lo vemos en los
grandes santos como por ejemplo Madre Teresa de Calcuta. Estos días que he
estado en Polonia he podido constatar como el papa Juan Pablo II, un hombre
apasionado por Jesucristo, ha marcado toda una generación en ese país. Las
iglesias llenas con gente joven, muchos sacerdotes jóvenes por la calle,
familias en las misas… y no sólo en Polonia, sino en el mundo entero.
Esto es a lo que el
Papa Francisco invitaba a los jóvenes en la JMJ de Rio de Janeiro. Les
decía: “Jóvenes necesitamos vivir la fe con un corazón apasionado!!”. Este es Jesús en el Evangelio de hoy cuando
dice: “He
venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. Jesús
se refiere al fuego del amor, al fuego de la pasión, al fuego que hace arder el
corazón por el cariño a Dios. Me entusiasma ver a Jesús en este deseo tan
fuerte en el que expresa: He venido a prender el fuego del amor a esta
humanidad, a todos vosotros…!! La fe ha de vivirse con gran entusiasmo y
fuerza.
Yo no se que tiene las vacaciones del verano (en España) que
muchas veces nos deja a medio gas… uno debería plantearse bien como vivir unas
vacaciones para no sólo desconectar del trabajo, sino también alimentar la
vida, crecer y madurar. El otro día nos reíamos con un chaval; me decía: le voy
a resumir mi verano: “perezoso, gandul, vago y holgazán”; Le pregunté: ¿así
durante 60 días?
La fe y la vida no la
podemos vivir de forma mediocre. La mediocridad mata el espíritu
y el entusiasmo; la mediocridad acaba por llevarnos a la desidia y a tirar la
toalla. En el libro del Apocalipsis encontramos esta expresión (Ap 3,15-16): “Conozco tu
conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Ahora
bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
Esta mañana leía (Imitación de Cristo Libro 1, Cap. 25.4) que en la vida
espiritual uno saca más beneficio si lucha con fortaleza aunque tenga más
pasiones que aquel que poco hace aunque sea muy virtuoso.
Uno no puede quedarse en lo cómodo que ya conoce, al final queda lleno de
hastío. No es verdad el dicho: más vale lo malo conocido que lo bueno por
conocer. Uno debe aspirar siempre a algo más, salir de su zona confort. El
viernes salí de excursión con los chavales de la parroquia a la Pedriza,
aspirábamos a subir a la Charca Verde. Anduvimos casi 3 horas de ida. Más allá
de la mitad del camino, ya muertos de calor, los chavales empezaron a quejarse:
¿Cuánto falta?, hace mucho calor… entonces nos paramos a darnos un chapuzon en
el río. Era una zona muy maja, pero el agua no cubría más que por la rodilla.
Muchos de ellos decían: Mejor nos quedamos aquí!! Preguntando a un señor me
decía, merece la pena un empujón más, es una poza muy grande y muy bonita. Costó
un poco animarles, pero al final nos decidimos a subir. Cuando llegamos,
efectivamente, el sitio era espectacular, lo pasamos genial, una poza grande en
la cual te podías bañar, saltar en las rocas, tirarte como por toboganes, etc.
En la vida y en la fe uno fácilmente se conforma con lo que tiene, pero
es importante siempre aspirar con ímpetu a algo más. La pasión por la vida, el
entusiasmo por las cosas, el amor a Dios nos debe empujar a cultivar ese fuego
por llevar a otros el don de la fe. Dijo
Jesús a sus discípulos: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá
estuviera ya ardiendo!
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