Adviento: una espera activa!
P. Luis J. Tamayo
Como ya explicamos anteriormente, Adviento
viene del latín adventus, que quiere
decir venida o llegada del Señor.
El Evangelio de hoy (Mateo 11, 2-11) dice
que: “En aquel tiempo, Juan, que había
oído las obras del Mesías, le preguntó por medio de sus discípulos: «¿Eres tú
el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».”
Como podemos ver, el
Evangelio de hoy sigue apuntando al tema primordial del Adviento que es la
espera del que ha de venir: “¿Eres tú el
que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Pero la pregunta que nos
surge es ¿cómo vivir esta espera? Y a esto intenta responder la segunda
lectura de la carta de Santiago (5,7-10) en la que dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador
aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia
temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque
la venida del Señor está cerca.” La imagen es preciosa, es la espera a
recoger los frutos de la cosecha, pero una espera activa donde ha habido todo
un trabajo previo de labrar la tierra, remover las malas hierbas, sembrar las
semillas… es una espera activa.
Es muy importante para la vida cristiana dejarse dinamizar por la
liturgia de la iglesia, dejarse acompañar por los tiempos litúrgicos que hace
la Iglesia a lo largo del año… De la misma forma que nos dejamos mover por cada
estación del año: por ejemplo la moda acompaña el tiempo, a finales del verano
y cansados del calor solemos escuchar: “tengo ya ganas de que llegue el otoño
para ponerme un jersey”; llegan las nieves y pensamos en esquiar; llega el
calor y pensamos en la playa… en definitiva, somos una sociedad que se mueve
por las estaciones del año. Pero en la vida cristiana nos movemos por los
tiempos litúrgicos junto a la vida y misterios de Jesús: Adviento, Navidad,
Ordinario, Cuaresma, Pasión y Pentecostés. En cada año se celebra lo mismo,
pero no consiste en repetir, sino en profundizar, pues el misterio de la vida
de Jesús es tan insondable que toda una vida no da para abarcarlo (lo
ancho,
lo largo, lo alto y lo profundo,
y conocer el amor de Cristo» Ef
3, 18-19). La tentación es pensar: Ya me lo se!
Navidades… otra vez… Sin embargo la actitud a la que estamos invitados es la de
buscar activamente al Señor.
El tiempo de Aviento se caracteriza por una espera activa hasta la llegada del Señor,
la vivencia de este tiempo no puede quedarse en algo pasivo. ¿Por qué una
espera activa? porque somos invitados a prepararnos para la llegada de lo más
grande que ha acontecido en la historia de la humanidad y, también, en la
historia personal de cada bautizado: “la venida del Señor”. Por lo tanto hay
dos palabras clave para este Adviento: espera
y preparación. Es más una implica la otra, pues una espera activa, implica
una preparación.
Alguien me decía que miraba con ilusión las
fiestas de la Navidad porque llegará su hijo que vive hace años en el
extranjero. Y decía que todo este tiempo hasta que llegue es un “tiempo de
espera” que la llena de alegría, y sólo pensar en la llegada de su hijo la
colma de contento; y ¿cómo manifiesta la ilusión por la espera? preparándolo
todo: ya piensa en las comida que más le gustan a su hijo, limpiar el dormitorio,
decorar la casa con motivos navideños, etc. Para nuestra comunidad parroquial
debería ser lo mismo, el Adviento es un tiempo que nos debería llevar a “avivar
la espera” en Nuestro Señor Jesús, y
prepararnos interiormente de forma activa para acogerle en el corazón.
Uno se puede preguntar: ¿por qué he de
preparar?… pero si el Señor ya llegó. Si ya tengo fe. Si Dios ya está presente en la historia… Pero si las Navidades
son un símbolo o un recordatorio del pasado ¿Para qué prepararme? La Iglesia nos enseña que la fe ha de ser
activa y dinámica, sino se muere… la tendencia del hombre, fruto de la
pereza, es a estancarnos en el camino… ¿Quién no se ha estancado alguna vez en
la fe? ¿quién no ha pasado por momentos de apatía?
Una forma de preparar es la reflexión. Yo os
invito a parar un poco y reflexionar, meditar, ponderar lo que es la Navidad.
No profundizamos, vamos rápidos por la vida. Asómate a tu ordenador: hay mil
ventanas abiertas, y ninguna en profundidad. Hacemos 10 cosas a la vez, pero la
capacidad de reflexión está deteriorada. Se piensa poco y se piensa con prisa.
Esto influye en todo, en el estudio o en la oración.
La liturgia nos propone dos figuras que nos ayudan
a meditar estas dos actitudes de las que hablábamos antes: María y Juan el Bautista.
María
es la figura de la espera.
Es la mujer paciente que esperó el cumplimiento de la Promesa. María es la
mujer llena de esperanza. A pesar de las
dificultades que pudo experimentar según nos cuenta el evangelio, ella no dejó
de esperar, la paciencia era su virtud. ¿Qué
espero? ¿Dónde pongo la esperanza? ¿en que me toque la lotería? ¿Soy paciente
esperando a que el Señor se manifieste en mi vida? Pidámosle al Señor, por
intercesión de María, que nos avive la esperanza. Sólo una actitud activa de búsqueda me
capacita para verle actuar en mi vida a través de los acontecimientos.
Juan
el Bautista es la figura de la preparación activa. Juan proclamaba “preparad el camino a la
llegada del Señor”. Su vida fue precursora de la de Jesús. Su vida fue un preparar
el camino para el que había de venir, Jesús. El grita: “Allanar los senderos”. Animaba a los demás a preparase. Cuando
anunciaba la conversión no hacía más que anunciar que llegaba un tiempo
propicio para algo nuevo…
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