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23 dic 2012

IV Adviento - REFLEXION Evangelio Semanal


María, mujer de acción
P. Luis J. Tamayo

Por fin hemos llegado al 4º domingo del tiempo de Adviento. Hemos ido recorriendo domingo tras domingo la escucha de la Palabra y nos hemos dejado interpelar escuchando una invitación desde cada evangelio para preparar bien este tiempo de Navidad. Cada domingo ha sido una invitación a vivir de forma más consciente un Adviento distinto, un tiempo especial.
El 1er domingo recibíamos la invitación de poner en práctica una oración pidiendo fortaleza para vivir este tiempo de Adviento de forma especial. El 2do domingo hablamos de una preparación más interior, a través de actos de humildad interior. El la propuesta del 3er domingo consistía en algo más externo: en hacer pequeños actos de caridad pero desde la alegría. Y hoy nos encontramos ya en el 4º domingo en el que el Evangelio nos propone a María como modelo a imitar.
Lucas 1, 39-45: “En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito. «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!...”
El Evangelio nos relata la experiencia de María por el que después del encuentro con Dios en el que recibe la noticia que el Espíritu Santo la cubrirá y concebirá en su seno al Hijo de Dios, ella quedó tan llena de Dios, tan abrumada, tan feliz, que la reacción inmediata fue la de ponerse en acción a compartir con su prima Isabel la alegría de lo que ella había recibido; ponerse en acción a ayudar en lo que su prima Isabel necesitara, pues era mayor y había quedado también embarazada; ponerse en acción…
La actitud más cómoda del cristiano es la de estar parado, nos cuesta mucho el compromiso, el voluntariado, el ofrecernos para el servicio. El sospecha al que dirán nos paraliza, el miedo a “no vaya a ser que me líen”, la sospecha de que me van a liar…
El otro día hablaba con una persona a la que habíamos ayuda para organizar las cosas de la Iglesia y me contaba que alguien en torno a su familia le decía: “A ti te veo mucho liarte con cosas de la Iglesia, que te van a atrapar…” Pero luego esta persona me decía: “Mira, yo nunca había estado involucrado en cosas de Iglesia, me parecía un tostón, pero si te soy sincero desde que os he conocido esto me gusta.”
Así es, cuando uno va teniendo experiencia de un encuentro con el amor de Dios, cuando uno goza de la alegría de la fe, uno no puede más que ponerse en acción… como María. Lucas 1, 39-45: “En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá… Es preciosa la expresión: “María se puso en camino”. El encuentro con Dios dinamiza al hombre, la experiencia de la oración pone en marcha a la persona. Nuestro Dios es un Dios vivo que hace vibrar el corazón del hombre, que nos pone en marcha, que nos pone en camino.
La experiencia de tantos santos que desde el encuentro con Cristo en la oración les llevaba a ponerse en camino. Son experiencias visiblemente extraordinarias para que las tengamos como punto de referencia. La Madre Teresa de Calcuta, el 10 de septiembre de 1946, mientras viajaba en tren desde Calcuta a Darjeeling para hacer su retiro anual, recibió su "inspiración", su "llamada dentro de una llamada." Aquél día, de una manera que ella nunca explicaría, la sed de amor y almas de Jesús se apoderó de su corazón y el deseo de saciar Su sed se convirtió en la fuerza motriz de su vida. Madre Teresa se puso en camino.
Pero también reconozco que hay situaciones que oramos y que no conseguimos mover un dedo, que quedamos un tanto paralizados… hablaba hace unas semanas con un amigo que se estaba separando con 3 niñas. La mujer estaba metiendo veneno en las hijas en contra del padre. El me decía que tenía que hablar con ellas de la situación, hablar con objetividad pues lo que la madre decía no era del todo verdad ni justo. Pero me contaba que pasaban los días y que no podía, que se bloqueaba. Me decía que le pedía a Dios la ayuda y que no le salía.
Hay tantas situaciones que nos paralizan… yo también lo veo en mi propia experiencia. Pero lo que he descubierto en mi vida es que estas situaciones de bloqueo no pueden ser fuente de desanimo o tirar la toalla, sino un empuje para mayor oración, para mayor confianza, para mayor abandono en Dios, confiando que Él nos dará la fuerza en el momento debido; Dios sabe el cuando, nosotros seguimos pidiendo, seguimos poniendo de nuestra parte, seguimos poniéndonos en acción en lo que podamos.
Hace meses una mujer, alto directivo de un banco, me decía que a pesar de su deseo no encontraba el tiempo para orar. Sus tres hijos, la casa, el trabajo, los viajes al extranjero, el marido… no había forma. Yo le dije que Dios nos pedía a todos orar, pero no como una carga. Le pregunté que entendía por oración. Ella me respondió que 30 min pausados, el rezo centrado del rosario, etc. como los había hecho en algunos retiros que había ido. Estaba bloqueada pues no conseguía repetir el mismo modelo de oración. Le dije: veamos con creatividad como podemos sacar momentos durante el día para orar. ¿Por qué no rezas los 5 misterios repartidos durante el día? Por la mañana, en el coche, a medio día, acostando a los niños… ¿Por qué no escuchas el evangelio en el coche en una aplicación que se llama “rezando voy”? ¿Qué tal 5 min justo al levantarte de dar gracias a Dios por el nuevo día? ¿Una visita de 5 min a alguna Iglesia que te pille de camino al regreso a casa?... a esta mujer se le iluminaros los ojos… Todo es ponerse en acción en la medida de mis posibilidades, el resto lo irá poniendo el Señor.
Os recomiendo una oración que a mi me ayuda mucho para ponerse en acción:
“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia. Así sea.”

16 dic 2012

III Adviento ciclo C - REFLEXION Evangelio Semanal


La marca cristiana: "la alegría en acción"
(P. Luis J. Tamayo)

Estamos en el tercer domingo de Adviento, domingo que en la Liturgia tiene un nombre específico: Domingo de Gaudete. Recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona de entrada, que dice: Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte. (Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres). La antífona está tomada de la carta paulina a los filipenses (Flp. 4, 4-5), que sigue diciendo Dominus prope este (el Señor está cerca). Y efectivamente, en este tercer domingo, que marca la mitad del Adviento, la Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a un culto y saludo de alegría porque "el Señor está cerca y al alcance de la mano".
Veamos como las dos primeras lecturas y el salmo hacen referencia a esta alegría que supone que el Señor está ya muy cerca:
- 1ra Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-18ª: Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.”
- Antífona del salmo responsorial Is 12, 2-6: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
- 2da Lectura de San Pablo a los Filipenses 4, 4-7:Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.”
En resumen, la alegría ha de ser la actitud que marca esta tercera semana de Adviento. Pero retomamos el hilo conductor de las homilías de estos domingos de Adviento; y si bien recordamos hacíamos la insistencia de poner en práctica algo que nos ayudara a vivir el Adviento de una forma más consciente preparándonos para la Navidad: el 1er domingo hablamos de poner en práctica una oración para pedir fortaleza para vivir este tiempo de Adviento de forma especial, pidiéndole constantemente a Dios el regalo de estar atentos a este tiempo de preparación. El 2do domingo hablamos de una preparación más interior, a través de actos de humildad interior (por ejemplo: renunciar al consumismo que la sociedad invita en estas fechas; renunciar a alimentar ambientes de tensión, etc). Este 3er domingo, la propuesta de hoy es algo más externo: El Evangelio de hoy (Lucas 3, 10-18) nos propone hacer pequeños actos de caridad pero desde un tono de alegría como hemos subrayado al inicio.
El Evangelio de San Lucas (3, 10-18) leemos como la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.» Por segunda vez vuelven a preguntar: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido.»; y por tercera vez preguntan de nuevo: «¿Qué hacemos nosotros?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie...»
Son tres veces que hacen la misma pregunta: ¿Qué hacemos?. El contexto de aquel momento era que Juan predicaba el prepararse a la venida del Mesías; claro, los otros preguntaban que podían hacer para prepararse para tal venida. Juan, en su autoridad de profeta, en las tres ocasiones invita a hacer actos de caridad.
Juan no dice: sentaos y esperad!, ni dice: organizad una gran evento para su llegada… sino que invita a la acción: “repartir con el que no tiene, no exigir y vivir con paciencia, y la tercera respuesta es no aprovecharse de nadie para vivir en la generosidad. Juan propone la acción como forma de preparar la llegada del Mesías. Y es que la caridad cristiana es acción, pero con la marca cristiana que es la alegría.
Uno pudiera preguntarse para esta tercera semana: ¿qué actos de caridad pudiera yo hacer desde la alegría? Y quizás, no sería tanto hacer cosas nuevas, sino hacer lo de siempre pero con amor y con alegría. Recoger la ropa sucia de la familia con una sonrisa de oreja a oreja. Lavar los platos cantando villancicos. Dar limosna desde el consuelo. Dando las gracias con un beso. Ofrecerse a hacer un favor con agrado. Proponer juegos de mesa para reír en familia, etc.
Estas Navidades pide el ponernos en acción para que sean distintas, y cuantas cosas podemos hacer dejando la marca cristiana: la alegría y el amor. 

9 dic 2012

II Adviento, REFLEXION Evangelio Semanal


Preparad el camino del Señor 
P. Luis Jose Tamayo

El domingo pasado, primer domingo de Adviento, explicábamos como el tiempo de “Adviento” es un tiempo privilegiado que nos ofrece la Iglesia para prepararnos para acoger al que “ha de venir”. Un tiempo de preparación para la Natividad de Jesús.
En los cuatro Evangelios que vamos a leer en estos domingos de Adviento encontramos actitudes que nos pueden ayudar a preparar la venida de Jesús:  La propuesta que leíamos del Evangelio pasado era la de vivir la semana haciendo una oración de perseverancia. Decía el Evangelio: “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza” (Lc 21, 34-36) Os proponía lo de las jaculatorias a lo largo del día con pequeñas oraciones pidiendo fuerza, paciencia, etc.
En este 2º domingo, la propuesta del Evangelio (Lc 3, 1-6) es la de preparar el camino al Señor desde un nivel más interior. Muchos santos ya hablaban que el Señor hoy quiere nacer en el corazón de cada fiel. Por eso, sería una pena que todo este tiempo de preparación a la Navidad se nos escapara sólo pensando en la preparación de las compras, los regalos y la comida… esto claro que es importante: tener un detalle, organizar la comida familiar, pero no es la esencia de la Navidad. La razón de la Navidad es que Jesús viene y desea encontrar tu corazón preparado para venir a tu vida.
La Palabra de este Domingo nos invita a vivir esta segunda semana de Adviento con la conciencia de hacer pequeños actos de humildad interior. Y digo con conciencia, pues es necesario mantenerse bien despierto sabiendo que estoy preparando un tiempo especial. Hoy día con todo el bombardeo de los comercios y publicidad, no es fácil crear un ambiente interior y exterior de poner a Jesús como protagonista en este tiempo. A veces no es problema de fuera, sino un exceso deseo de vanidad por querer quedar bien delante de los otros, un exceso deseo de consumismo…
El Evangelio de hoy toma del profeta Isaías estas palabras: «Una voz grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, 
allanad sus senderos; 
elévense los valles, 
desciendan los montes y colinas; 
que lo torcido se enderece, 
lo escabroso se iguale. 
Y todos verán la salvación de Dios.» De este texto podemos extraer iniciativas que nos ayudan a preparar el corazón para acoger a Jesús con pequeños actos de humildad. Allanad las sendas del orgullo para crear caminos de diálogo; descended los montes de la arrogancia que crean división; enderezar actitudes torcidas y que lo escabroso se iguale.
Hace unos días un amigo me comentaba que al empezar una discusión con su mujer, intuía que si entraba a de lleno iban a estallar los dos a gritos. Interiormente, se daba cuenta que la situación iba a peor, así que me contaba: consciente de la situación, tome la decisión de retirarme a la cocina y allí calmarme y esperar a que pasara la tormenta. Estos son pequeños actos conscientes de humildad de renunciar al orgullo para allanar los caminos de una mejor comunicación.
La Escritura nos propone como otro camino para preparar la venida del Señor ese esfuerzo por “enderezar costumbres torcidas“. Cuantas oportunidades se nos presentan!! Por ejemplo, la puntualidad en una cita, llegar a la Misa dominical a tiempo. Otro ejemplo: la crítica, poder sujetarme la lengua a tiempo cuando quiero hablar mal de alguien. No es fácil. Por eso hay que pedirle al Señor que lo torcido se enderece: Señor ayúdame a dominarme. Todo esto son pequeños actos de humildad interior, de vencerse interiormente y no dar sitio al orgullo, sino pedir un corazón limpio y humilde donde Jesús puede hacerse un sitio.
Ahora estas navidades con los niños en casa todo el día por las vacaciones, que fácil es desentenderse y que cansado es el implicarse con ellos. Hacer un acto de humildad y pedir a Dios la fuerza, la creatividad para pasar tiempo con ellos. Cuesta, no es fácil, pero cuando sale es otra forma de dejar nacer a Jesús en el corazón de la familia. Delante de todo el consumismo atroz de estas fechas, hay que pedir a Dios la fuerza para ser austeros en estos tiempos de crisis. Dominarse y no gastar sino hace falta. Pedir lucidez para saber organizarse. Son caminos de descender los montes del consumismo.

Vamos a pedirle a Dios que nos ayude a preparar la venida del Señor en esta segunda semana de Adviento de una forma consciente con actos de humildad.

7 dic 2012

Fiesta de la Inmaculada


Aprender a dejarse amar!
(P. Luis J. Tamayo)

Hoy celebramos la gran fiesta de la Inmaculada Concepción, por todos conocida como la fiesta de la Inmaculada. El evangelio Lc 1, 26-38 nos cuenta el relato de la Anunciación, del que subrayo estos versículos que, especialmente hoy, me llamaron la atención. Son como un piropo a la Virgen.
Me encanta escuchar cuando se hacen buenos piropos, cortejos o galanterías a las mujeres… los andaluces para ello tienen mucho arte. Hace unos años paseaba por Sevilla y junto a la acera había una zanja profunda con varios obreros dentro trabajando. En esto que pasaba delante de mí una mujer muy esbelta y guapa vestida de negro. De repente, con acento andaluz muy simpático, se oye desde debajo de la zanja: “Jezú, algún angel ze ha debio morir en er zielo, pues mira, ha pazao la Virgen María veztida de luto”.
El ángel, al acercarse a la Virgen le dice un piropo precioso:
“El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.”
Preciosas palabras las del ángel: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Maria fue llena de gracia pues en su sencillez se dejó amar del todo. María pudo vivir en la alegría profunda pues estaba llena de la alegre presencia del Señor.
A veces escuchamos la expresión “esa persona está de alegre que no cabe en sí mismo”, para decir estaba lleno de alegría. O cuando alguien ha de dar una buena noticia se dice: “lo anunció a boca llena”, para expresar que dio la noticia lleno de felicidad.
¿Cómo estas tú? ¿Puedes decir que estas lleno? ¿Te falta algo? ¿Qué te falta?
En una jornada con jóvenes teníamos esta pregunta: que te falta para tener una felicidad profunda? Y uno respondió: “el iPhone 4”. La respuesta no está en lo material. Todos hemos oído que lo material o el dinero no da toda la felicidad completa. Todas estas cosas nos distraen, nos entretienen, nos recrean, pero no dan la felicidad. La felicidad en el ser humano sólo se nutre en las relaciones autenticas y en la amistad verdadera con otro ser humano.
María supo abrirse a la relación autentica y a la verdadera amistad con Dios y encontrar en Él todo el amor. María supo dejarse amar por Dios. María fue lo suficientemente humilde para reconocer la necesidad del amor de Dios; y Dios la llenó, por eso fue llena de gracia.
Una relación autentica pide el darse al otro, pero también es imprescindible recibir del otro. Es verdad que dar no nos cuesta tanto, pero si que ponemos resistencias para recibir amor. Cuando hace unos años regresé de Filipinas a Madrid, un día fui a misa con mi madre. En el momento de la oración del Padre Nuestro sentí la necesidad de cogerle la mano a mi madre, sentía la necesidad de su ternura, pues hacía años que había estado viviendo lejos. ¿Te puedes creer que me costó hacer el gesto de salir de mi mismo y tomarle la mano? Esto lo veo yo mucho entre los matrimonios. ¿cómo cuesta manifestar que un o necesita un gesto tierno de cariño? Que gran milagro cuando uno reconoce sin escandalizarse que tiene necesidad de dejarse amar.
Pero hay que decirlo claramente, sólo en Dios uno puede encontrase lleno, pues sólo de Él es la plenitud del Amor. Los seres humanos podemos manifestar el cariño, pero somos limitados. ¿Cuántas veces uno se siente defraudado por poner su esperanza en otra persona, pues tarde o temprano manifiesta sus debilidades? Sólo Dios es la plena revelación de la Vida y el Amor. Sólo Él puede llenar el corazón humano. Santa Teresa de Ávila decía: Sólo Dios basta.
María fue llena de gracia pues se dejó amar. Su oración era afecto, ternura, adoración. Su contemplación era el abrazo de Dios a su vida. A veces nuestra oración se queda sólo en darle vueltas a ideas en la cabeza. ¡¡¡¡Necesitamos de una oración afectuosa!!!! donde la conversación con Dios gire en torno al amor mutuo.
Déjate amar, para que hoy se pueda decir de ti: Alégrate, llen@ de gracia, el Señor está contigo.

(para meditar)
Vivo sin vivir en mí de Santa Teresa de Ávila
Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero 
Que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di.
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
Del amor con que yo vivo,
Ha hecho a Dios mi cautivo,
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida! 
¡Qué duros estos destierros! 
¡Esta cárcel, estos hierros 
En que el alma está metida! 
Sólo esperar la salida 
Me causa dolor tan fiero, 
Que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga 
Do no se goza el Señor! 
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga,
Más pesada que el acero, Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza;
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
Vida no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
El morir venga ligero
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no me seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darte
A mi Dios, que vive en mi,
Si no es el perderte a ti,
Para merecer ganarte?
Quiero muriendo alcanzarte,
Pues tanto a mi amado quiero,
Que muero porque no muero

2 dic 2012

I Adviento, REFLEXION Evangelio Semanal


Adviento I: Tiempo para la fortaleza
(P. Luis J. Tamayo)

Este domingo comenzamos un nuevo año litúrgico, y lo empezamos con el tiempo de Adviento, un tiempo que nos regala la Iglesia de preparación a la celebración de la Navidad.
El Adviento viene del latín adventus, que quiere decir “venida”.  Entonces, si Adviento significa venida, la pregunta sencilla que nos hacemos es: “¿quién es ese que viene?” La respuesta es… “Jesús”. Jesús es quien viene! Es una pregunta muy sencilla, pero a la vez importante, pues dependiendo de quien es ese que viene uno se prepara de una forma u otra. Es muy distinto preparar la casa cuando vienen 10 niños para un cumpleaños, que si viene alguien de la Casa Real, o si viene un actor de Hollywood. Dependiendo de quien viene uno se prepara de un modo u otro. *(Con esto de preparar la llegada de alguien importante, me ha venido a la memoria la película española: Bienvenido Mr. Marshall de Luis Garcia Berlanga 1952)
En la historia del cristianismo, desde los primeros siglos, se hablaba de la segunda venida de Jesucristo, que es a la que se refiere el Evangelio de hoy (Lc 21, 25-28; 34-36): Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.” Aquellas comunidades de cristianos experimentaron la “primera venida” en la persona del Jesús histórico nacido de María. Pero a la muerte de Jesús estaban expectantes de una “segunda venida”, la del final de los tiempos. Según pasaba el tiempo, a pesar de los signos catastróficos de los que habla la Escritura, ellos se daban cuenta que Jesús no venía en una nube, con gran poder y majestad.
Los hechos históricos catastróficos, según el historiador Flavio Josefo, coinciden con los signos de los que habla el Evangelio: …en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo…. La historia nos cuenta que después de la muerte de Herodes (4 a.d. Cristo), Judea quedó bajo la directa administración romana (6 d. d. Cristo). En este año sitúa Lucas el nacimiento de Jesús. Cuando el dominio romano, crecientemente cruel e insensible, se convirtió en intolerable, los judíos se lanzaron a una revuelta (año 66 después de Cristo) en los últimos días del imperio de Nerón que concluyó con la destrucción de Jerusalén (año 70 después de Cristo) y la caída de la última fortaleza de los judíos en Masada (73 D.C.). La gran crisis fue la destrucción de Jerusalén y del Templo por parte de Tito, comandante de las fuerzas romanas que afectó gravemente al pueblo judío. Se habla de aproximadamente un millón de judíos que perecieron solamente en el asedio a Jerusalén, muchos fueron muertos en diferentes partes del país y decenas de miles fueron vendidos como esclavos.
Con toda esa destrucción ellos veían que esa “segunda venida” no se daba. Así fue cuando se empezaba a hablar de otra venida de Cristo: una venida más ‘espiritual’. San Bernardo habla de una “venida intermedia”. El Santo dice en su Sermón 5º de Adviento: “La intermedia, es una venida oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan”. Es decir, que en la primera, el Señor vino en carne y debilidad, en la última, en gloria y majestad; y sin embargo en esta tercera que se produce en lo oculto del corazón de cada hombre, el Señor viene en espíritu y poder.
Por eso esta venida de Cristo a nuestro corazón se merece una buena preparación.
Hemos de ser conscientes de que en el día a día de las relaciones humanas vamos corriendo, siempre decimos que “no tenemos tiempo” para los hijos, para hablar con el cónyuge, etc. Hablamos no de cantidad, sino de calidad. Conozco a un padre con 6 hijos que se tomó en serio lo del poco tiempo pero de calidad. Este hombre, después de cenar todos juntos, cada noche sale a pasear 30 min a solas con uno de los hijos… el domingo el paseo es para la mujer. Tiempo de calidad dedicado de forma personal… este tiempo durante la adolescencia preparar para una relación filial de confianza para toda la vida. Un tiempo de calidad dedicado a algo augura una buena preparación.
La invitación para todos nosotros es que durante este Adviento se note que estamos preparando la venida del Señor en nuestras vidas y en nuestros ambientes: Este curso, el Papa lo ha proclamado “El año de la FE’. Que se note!
Mi propuesta para los 4 domingos de Adviento es reflexionar sobre 4 actitudes que nos ayuden a preparar la venida de Jesús:
- Hoy 1er Domingo: Pidiendo fuerza: La Oración de perseverancia
- El 2º domingo: La Preparación interior: Como vivir con pequeños actos de humildad interior
- El 3º domingo: Buscando hacer Actos de caridad, algo más exterior
- Y el 4º domingo, la figura es María: Y esa actitud de la que nos hablará el Evangelio de “Ponerse en camino… Ponerse en Acción!”

1º Pidiendo fuerza: Oración de perseverancia
Hoy, después de toda esta introducción, seré breve. En el Evangelio leemos: “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”
La invitación sería la de tener durante toda la semana pequeñas jaculatorias, pequeñas peticiones al Señor: pedirle fuerzas para ser fieles. Frente a sentimientos de soledad: Señor te necesito! Frente a momentos de debilidad: Espíritu infúndeme tu fuerza! Frente a la tentación: Señor no me dejes caer en tentación! O incluso en los buenos momentos: Señor ayúdame a ser siempre agradecido.
También os propongo cada mañana la oración de ofrecimiento de obras
Te ofrezco en este día mi oración, mi trabajo y mi cansancio, mis sufrimientos y mis alegrías; haz que todo lo haga por amor a ti y según tu voluntad. Dame firmeza en la vivencia de mi vocación cristiana, paciencia en el sufrimiento, audacia en la confesión de mi fe, sabiduría en el camino de la vida, caridad en mis relaciones con los hombres. Líbrame del pecado y de todo mal. Que tu gracia esté siempre conmigo y con todos los que amo. Amén



19 dic 2010

4º Domingo de Adviento

La justicia de Dios es la compasión

P. Luis J. Tamayo

El Evangelio de este Domingo (Mateo 1, 18-24) comienza con estas palabras: «El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.» De aquí queda afirmado lo principal: el niño fue concebido por obra del Espíritu Santo; no es hijo de José, sino que es Hijo de Dios.

El Evangelio explica que «José, su marido, siendo justo y no queriendo denunciarla, resolvió repudiarla en secreto». Según la interpretación, José, al ver a María esperando un hijo, habría sospechado de su fidelidad y la habría juzgado culpable; pero, siendo ‘justo’ – esta es la palabra que utiliza la Escritura – y no queriendo dañarla, decidió dejar la cosa en secreto.

Este hecho me lleva a preguntarme: si José era un hombre de Dios ¿qué es esta justicia de José? Si José hubiera sospechado que su esposa era culpable de infidelidad, el hecho de ser justo, le exigía aplicar la ley, y ésta ordenaba al esposo entregar a la mujer una escritura de repudio (ver Dt 22,20s). En ningún caso la ley permite dejar la cosa en secreto. Esto es lo que observa San Jerónimo en un texto suyo: «¿Cómo podría José ser calificado de justo, si esconde el crimen de su esposa?»

Entonces ¿de que justicia hablamos? José, sospechando el adulterio, y queriendo evitar un daño a su esposa, su actitud no es la del cumplimiento estricto de la ley sino que de él brota la verdadera compasión. La justicia de ese hombre de Dios es la compasión.

Os cuento un ejemplo que nos puede clarificar de que justicia hablamos. Me contaba una madre que en casa tiene la regla por la que sus dos hijos adolescentes han de llegar a las 11pm a casa. Un sábado ya pasaban de las 11 y el hijo no llegaba. Ella se fue a la cama y dejó la puerta abierta para escuchar cuando llegaba. El tiempo pasaba y ella estaba intranquila, no sólo por la hora sino porque estaba perdiendo la confianza en su hijo. Ella me dice, “entonces fue ciando empecé a rezar”. A eso de la 1am, se oye abrirse la puerta y la madre, en un primer momento furiosa, pensó en no levantarse y a la mañana siguiente darle la reprimenda.

En medio de sentimientos confusos y de su oración, Jesús le hizo cambiar el pensamiento y le vino a la mente: “¿No será que su tardanza es porque algo le ha pasado al chaval? Anda, ve y escucha sin juzgar.” Ella salió a su encuentro, y se lo encontró en su dormitorio con una cara muy triste. La madre antes que dejarse llevar por el primer deseo de reprenderle por haber llegado tarde, quiso escuchar que había pasado. Ella notó en él algo raro. ahora lo importante no era que se había saltado la regla, sino que él no estaba bien. Su novia había roto la relación con él. Esa era la razón de la tardanza.

La justicia pedía reprocharle por haber llegado tarde, esa era la regla que había roto, pero Dios en su oración cambió el corazón de la madre y transformó la justicia en la compasión. La madre - me seguía diciendo - le cogió y se o llevó a la cocina, le preparó un vaso de leche caliente y se sentó junto a él.

Es lo mismo con la figura de José; en el Evangelio vemos como en su oración, Dios le habla y le cambia el corazón –de un corazón legalista a uno lleno de compasión–: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

¿Qué es dejar nacer a Jesús en tu corazón estas Navidades? es la gran esperanza de como la oración tiene el poder de transformar el corazón. La oración nos abre la posibilidad de un corazón que deja atrás la ruina del orgullo para abrirse a la alegría del AMOR y la COMPASION.

12 dic 2010

3er Domingo de Adviento


Adviento: la espera y la preparación

(P. Luis J. Tamayo)

Como ya explicamos anteriormente, Adviento viene del latín adventus, que quiere decir venida o llegada del Señor.

El Evangelio de hoy (Mateo 11, 2-11) dice que: “En aquel tiempo, Juan, que había oído las obras del Mesías, le preguntó por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».”

Como podemos ver, el Evangelio de hoy sigue apuntando al tema primordial del Adviento que es la espera del que ha de venir. Pero la pregunta que nos surge es ¿cómo vivir esta espera? Y a esto intenta responder la segunda lectura de la carta de Santiago (5,7-10) en la que dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.” La imagen es preciosa, es la espera a recoger los frutos de la cosecha, pero una espera activa donde ha habido todo un trabajo previo de labrar la tierra, remover las malas hierbas, sembrar las semillas… es una espera activa.

Al tiempo de Aviento le caracterizan dos actitudes principales, la espera y la preparación de tal espera. El adviento ha de ser un tiempo de espera activa hasta la llegada del Señor. Por eso subrayamos que es un tiempo de espera que no puede quedarse en algo pasivo, sino que ha de ser una espera activa, ¿por qué activa? pues somos invitados a prepararnos para la llegada de lo más grande que ha acontecido en la historia de la humanidad y en la historia personal de cada bautizado: la venida del Señor. Por lo tanto hay dos palabras clave para este Adviento: espera y preparación. Es más una implica la otra, pues una espera activa, implica una preparación.

Uno se puede preguntar: ¿por qué he de preparar?… pero si el Señor ya llegó. Si ya tengo fe. Si Dios ya está presente en la historia… Pero si las Navidades son un símbolo o un recordatorio del pasado ¿Para qué prepararme? La Iglesia nos enseña que la fe ha de ser activa y dinámica, sino se muere… pues la tendencia es a estancarnos… ¿Quién no se ha estancado alguna vez en la fe? ¿quién no ha pasado por momentos de apatía? Es muy importante para la vida cristiana dejarse dinamizar por la liturgia de la iglesia, dejarse acompañar por el camino que hace la Iglesia a lo largo del año… Así como nos dejamos mover por la estación del año: la moda acompaña el tiempo… a finales del verano y cansados del calor solemos escuchar: “tengo ya ganas de que llegue el otoño para ponerme un jersey”; llegan las nieves y pensamos en esquiar; llega el calor y pensamos en la playa… en definitiva la sociedad se mueve por las estaciones del año. Pero en la vida cristiana (no nos movemos según el clima, pues recuerdo que en Filipinas, todo el año es tropical… las Navidades son en manga corta de camisa) nos movemos y caminamos junto a la vida y misterios de Jesús: Adviento, Navidad, Ordinario, Cuaresma, Pasión y Pentecostés. En cada año se celebra lo mismo, pero no es repetir, sino profundizar, pues el misterio de la vida de Jesús es tan profundo que toda una vida no da para abarcarlo (Efesios hondo, ancho, ). La tentación es pensar: Ya me lo se! Navidades… otra vez… Sin embargo la actitud a la que estamos invitados es la de buscar activamente al Señor.

Un ejemplo de preparar la espera: Alguien me decía que miraba con ilusión las fiestas de la Navidad porque llegará su hijo que vive hace años en el extranjero. Y decía que todo este tiempo hasta que llegue es un “tiempo de espera” que la llena de alegría, y sólo pensar en la llegada de su hijo la colma de contento; y ¿cómo manifiesta la ilusión por la espera? preparándolo todo: ya piensa en las comida que más le gustan a su hijo, limpiar el dormitorio, decorar la casa con motivos navideños, etc.

Para nuestra comunidad parroquial debería ser lo mismo, el Adviento es un tiempo que nos debería llevar a “avivar la espera” en Nuestro Señor Jesús, y prepararnos interiormente de forma activa para acogerle en el corazón.

La liturgia nos propone dos figuras que nos ayudan a meditar estas dos actitudes: son María y Juan el Bautista.

María es la figura de la espera. Es la mujer paciente que esperó el cumplimiento de la Promesa. María es la mujer llena de esperanza. A pesar de las dificultades que pudo experimentar según nos cuenta el evangelio, ella no dejó de esperar, la paciencia era su virtud. ¿Dónde pongo la esperanza? ¿Soy paciente esperando que el Señor se va a manifestar en mi vida? ¿Intento poner mi vida y circunstancias en manos de Dios? Pidámosle al Señor, por intercesión de María, que nos avive la esperanza. Sólo una actitud activa de búsqueda me capacita para verle actuar en mi vida a través de los acontecimientos.

Juan el Bautista es la figura de la preparación activa. Proclamaba “preparad el camino a la llegada del Señor”. Su vida fue precursora de la de Jesús. Su vida fue un preparar el camino para el que había de venir, el encuentro personal con Jesús. El grita: “Allanar los senderos”. Animaba a los demás a preparase. Cuando anunciaba la conversión no hacía más que anunciar que llegaba un tiempo propicio para algo nuevo… pero que esto nuevo sólo se captaría desde un corazón renovado, desde unos ojos nuevos… un ejemplo de cambio es: si sólo espero a Dios en lo bueno, pero acontece algo negativo en mi vida, no tendré ojos para reconocerle en esa situación menos favorable. La lectura será siempre el castigo, ¿por qué esto?

Por eso una espera activa implica la preparación.

5 dic 2010

2º Domingo de Adviento

La Acedía: Anestesia espiritual
(P. Luis J. Tamayo)
Mateo 3, 1-12: “Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» 
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor…»
El evangelio de hoy no nos debiera dejar igual, no nos debiera dejar sin zarandear nuestra adormilada fe. El mensaje es claro: Convertíos… Una voz grita: Preparad el camino al Señor!
¿Por qué esta sacudida a nuestra fe en este tiempo cerca de la Navidad? Aún recuerdo, cuando el año pasado me hicieron una colonoscopía, me tuvieron que sedar con anestesia. Una vez acabada la prueba, estaba en la camilla… estaba aún bajo los efectos de la anestesia, pero no reaccionaba, tenía los ojos abiertos y veía como la enfermera me agitaba y zarandeaba… despierte!! Pero seguía como ausente.
En la vida de la fe muchas veces vivimos adormilados, como sedados, con los ojos abiertos pero ausentes, sin llegar a sentir en profundidad lo que acontece a nuestro alrededor. La realidad de la vida, las circunstancias, el encuentro con una persona, un evento familiar, son cosas que nos pasan casi por encima pero apenas nos afectan la vida profundamente. En la vida de fe es casi igual, muchas veces nos acusan a los cristianos de convertimos en consumidores de actos religiosos como si eso nos fuera a salvar… esto es lo que vivían los fariseos en el tiempo de Juan el Bautista… se justificaban en que ya cumplían con lo establecido… si ya voy al templo, si ya soy bueno, si no hago mal a nadie… y ahí se queda todo.
Este ejemplo que os contaba entre la similitud de la sedación del cuerpo con la sedación del alma, ya en el siglo IV lo describió San Efrén:
“Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza la que nos domina; y nuestra naturaleza no está regida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor es el enemigo quien domina el alma. Se adueña del cuerpo la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.”
Cuando el cuerpo duerme es la naturaleza y no la voluntad la que domina el cuerpo.. por eso uno ronca y no lo controla con la voluntad. Lo mismo cuando el alma tiene un pesado sopor, es el enemigo, el mal espíritu el que domina el alma. Por eso necesitamos ser zarandeados: convertíos!! Preparad el camino al Señor!!
No se si habréis oído alguna vez, pero el Catecismo de la Iglesia (n.2732) habla de la acedía como una de las tentaciones de la oración y la vida espiritual. Acedía significa aspereza en la sensibilidad, falta de gusto por las cosas espirituales, pereza espiritual, incluso repudio por las cosas de Dios. Los síntomas son el desánimo, la pesadez, el cansancio, la falta de ilusión, la vida deja de tener sentido, incluso pudiendo llegar a la ansiedad. (Los Maestros espirituales del oriente cristiano la califican como una enfermedad del espíritu). El catecismo habla de la causa y dice: “Los Maestros espirituales entienden por ella una forma de aspereza en la vida de fe debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia.”
Es muy importante saber la existencia de esta pasión de la carne llamada acedía (peor que la pereza espiritual), pues esta pasión nos aleja de los caminos del espíritu, y el mal espíritu intenta impedir en nosotros cualquier crecimiento en la vida espiritual, viendo todo lo que tenga relación con Dios como algo imposible de realizar.
Los grandes santos y maestros espirituales hablan de que la única terapia contra la acedía es la perseverancia en la lucha contra éste desánimo o dejadez espiritual. No se escapa a la tentación de la acedía huyendo de ella, sino enfrentándose a ella.
Ahora, entendemos como este tiempo en este tiempo de Adviento cobra todo sentido la invitación a estar alerta, mantenerse despierto, preparar los caminos: es el Señor Dios quien viene y no podemos estar dormidos.
Como preparación a la Navidad, os propongo una invitación que leí a hacer nuestra la Corona de Adviento. Puede ser real o imaginativa, podemos hacerla en solitario o en familia.
Os propongo recorrer el camino del Adviento en las cuatro semanas. La primera ya la dejamos atrás. Ahora se trata de que durante las tres siguiente semanas de Adviento trabajemos de forma preferente tres actitudes, una por semana. Es una buena manera de preparar nuestras vidas y dejar toda pereza a un lado.
Así, podríamos concentrarnos en esta segunda semana de adviento (desde el domingo 5 al 11 de diciembre), en la Acción de gracias: valorar esas pequeñas grandes cosas que damos por asumidas en nuestra vida, en la convivencia diaria, con nuestra pareja, con nuestros padres, con nuestros hijos, con los compañeros, con los amigos… y dar gracias por todas ellas. La acción de gracias es una forma sencilla de oración, de despertar a la fe, pues alienta el corazón, refuerza lo positivo de la vida, te pone delante de Aquel a quien agradeces lo que te da, el agradecimiento te hace sentir muy amado.
En la tercera semana (del 12 al 18 de diciembre), pondríamos el foco en la Paz: empezando por estar en paz con nosotros mismos y llevando esa paz y esa serenidad a los ambientes en los que nos movemos. Y finalizaríamos con la cuarta semana (del 19 al 24 de diciembre) con la Alegría cristiana.
No es una mala hoja de ruta para incorporarla a nuestra vida y, desde luego, no es una mala forma de preparar el camino al Señor.
La Acogida de la semana pasada, la Acción de gracias, la Paz y la Alegría serán las velas simbólicas (si queréis, también reales) que iremos encendiendo en estas cuatro semanas. Nosotros pondremos la mecha con nuestra actitud. La cera inagotable nos la garantiza Dios mismo. Y la llama que consigamos mantener encendida será la esperanza que ilumine nuestro camino y el de los demás en este tiempo hacia la Navidad. ¡Feliz Adviento! Pongámonos en camino…

28 nov 2010

1er Domingo de Adviento


Preparando la venida del Señor, pues viene en espíritu y poder
(P. Luis J. Tamayo)
Damos comienzo al primer domingo de Adviento, y con ello comenzamos un nuevo año litúrgico. El Adviento viene del latín adventus, que quiere decir venida o llegada. Si Adviento significa venida, la pregunta es sencilla “¿quién es ese que viene?” la respuesta: “Jesús es quien viene”.
Este año, nos podríamos preguntar es si el Adviento, es decir, la venida de Jesús es algo que puedo vivir de verdad, y devolverle todo su significado profundo; para ello lanzo unas preguntas: ¿Cómo puede ser este Adviento un tiempo para vivir y hacer realidad la espera de Jesús? ¿Cómo me puedo preparar para dejar que Jesús venga a mi vida, a mi familia, a mi historia, a mis circunstancias…?
El Evangelio de este primer domingo de Adviento nos habla de una actitud muy importante en la vida cristiana, y en especial para vivir este Adviento: -Jesús mismo lo repite con sus palabras- estar preparados!, estar en vela!
El Evangelio de hoy (Mateo 24, 37-44) dice que en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
La Tradición de la Iglesia siempre ha hablado de las dos venidas de Cristo. Por ejemplo, os leo un fragmento de una catequesis de los primeros cristianos, cuyo titulo es “Las dos venidas de Cristo” (De la Catequesis de San Cirilo de Jerusalén, Obispo - Catequesis 15, 1-3: PG 33, 870-874):
Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino.
Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro.

En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles”.
En nuestra profesión de fe –el credo que rezamos cada domingo–, decimos que creemos en las dos venidas: nació de Santa maría la Virgen y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Ahora bien, San Bernardo, habla de una tercera venida, y esta es la que ahora nos interesa a nosotros. Se habla de una venida intermedia. San Bernardo dice (Sermón 5 en el Adviento): “La intermedia, es una venida oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan”. Es decir, que en la primera, el Señor vino en carne y debilidad, en la última, en gloria y majestad; y sin embargo en esta tercera oculta, el Señor viene en espíritu y poder.
Si retomamos la pregunta de cómo puedo vivir más intensamente el Adviento de este año para preparar la Navidad, es aquí donde uno ha de preparar su corazón, su vida interior, pues como decíamos, el Señor viene en espíritu y poder:
En espíritu, por que es en el interior del corazón que tengo que acogerlo, desde intensificar la oración, poner atención en lago más de recogimiento, en privarme de algo que son caprichos para tener el espíritu más despierto… y en poder, pues el Señor actúa y trabaja el corazón orgulloso del hombre uno le deja.
San Pablo lo insiste en la segunda lectura (Rm 13, 11-14): “dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo”.
San Bernardo dice algo precioso sobre esta tercera venida oculta: “Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última”. Esta senda implica dejar las tinieblas del orgullo, para dejar que la luz del Señor entre.
Démonos el regalo de preparar este Adviento con intensidad.