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14 jun 2014

Santísima Trinidad, REFLEXION Evangelio Semanal,


Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
P. Luis Jose Tamayo

Nosotros creemos en un Dios trinitario. Un solo Dios y tres divinas personas. El Padre, Creador; el Hijo, Verbo encarnado y el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida. Son Tres Personas, pero un solo Dios.
Jesús al inicio de su ministerio empezó por hablarnos del Padre, de su Padre. Para los judíos Dios no dejaba de ser una divinidad lejana y distante, Aquel de quien no se podía llamar su nombre: era Yahwé, en “sin nombre”. Jesús, aún siendo judío, da un salto cualitativo; Jesús nos lo presenta como alguien cercano. En el Nuevo Testamento vemos como lo llega a llamar Abba, que en hebreo significa “papa”…
Tiempo después empieza a introducir a una nueva figura; epieza a hablar de la promesa del Espíritu Santo. Jesús le llama: paráclito, abogado defensor, Espíritu de vida, Espíritu de la Verdad, etc.
En el Evangelio de hoy: Juan 16, 12-15, vemos como Jesús lo introduce como una promesa: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”
Aquí, Jesús no sólo nos lo presenta como un don que ha de venir, sino también lo define en la misión que ha de tener: “cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena.
Es el Espíritu que ha de venir, es el mayor don de Dios Padre y del Hijo a toda la humanidad, es el Espíritu que nos ha de guiar en el día a día, el que ha de guiar a la Iglesia hasta la Verdad, hasta el conocimiento cada vez más pleno de la verdad de Dios.
¿Por que un Dios trinitario? ¿Por que tres personas divinas? ¿Que nos revelan en su forma de ser? Son tres personas que nos revelan en su más profundo ser una comunidad de amor. EL Padre se vuelca en amor al Hijo, el Hijo responde recíprocamente y se vuelca en amor al Padre, y esa unión de amor es el mismo Espíritu Santo. San Agustín define al Espíritu Santo como el beso de amor entre el Padre y el Hijo. La relación entre las tres divinas personas de la TRINIDAD nos hablan de comunión de amor, de comunidad, de unidad en el amor.
¿Por qué es importante esto? El hombre creado a imagen y semejanza de Dios, estamos creados para la comunidad y la comunión entre los hombres. Llevamos impresos en nuestro ADN la necesidad de la comunión en el amor con los demás hombres. Vivir así nos da plenitud, no vivir así nos lleva a la frustración y fracaso. Vivir así es llevar a término la identidad para la cual Dios nos ha creado; no vivir así es dejar que algo dentro de nosotros se nos rompa.
El hombre esta llamado a la comunión en el amor, a imagen y semejanza del Dios Trinitario.

11 feb 2014

Domingo V (TO), REFLEXION Evangelio Semanal

Seamos Luz y Sal para este mundo
P. Luis Jose Tamayo

Mateo 5, 13-16: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo
El Señor utiliza dos elementos para definir lo que somos ante Dios: La sal y la luz. Jesús dice: Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo. Es muy interesante lo que dice, pues no usa el “como” comparativo, sino que nos define así: sal y luz.
Claro si uno mira detenidamente a la sal y a la luz te das cuenta que son dos elementos de la vida diaria que tienen una función específica. La sal tiene su función, la luz también. La luz es esencial para la vida, sin ella todo sería oscuridad y con ella la muerte. La sal desde la antigüedad era un elemento con unas misiones específicas: la sal era usada para salar y condimentar los alimentos, para conservar los alimentos en el tiempo y para curar las heridas.
Jesús nos invita, mediante estos símbolos a descubrir la misión que nos encomienda: Somos luz en medio de un mundo de tinieblas. Somos sal de esta tierra: La sal como condimento que da sabor a la vida, da sentido a las circunstancias que vivimos; cuanta gente vive sin sentido. La sal, como conservador de los alimentos, simboliza incorrupción, preservación y pureza.  La sal era, en estos versículos, un símbolo de que el adorador conservaba un corazón limpio y puro delante del Señor. (El pacto de Sal en el libro del Levítico 2:13 dice: “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal”). Y, finalmente, la sal que ayuda a curar las heridas, sobre todo las heridas del corazón llevando el amor de Dios a aquellos que más lo necesitan.
Jesús nos pone explica también el efecto contrario: si la sal se vuelve sosa, si la sal no sala, si la sal no ejerce su misión… no sirve más que para tirarla… Jesús aquí es muy duro… Lo mismo con la luz… Si tú eres luz, no es para que estés debajo de un celemín , sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Con ello nos hace ver la urgencia de nuestra misión y labor dentro de la Iglesia y de este mundo.

Lo más grande de nuestra vocación como seguidores de Cristo, es que Él al mirar nuestras vidas las ve con una proyección que va siempre más allá de nosotros… No nos llama sal del barrio, ni luz de la casa, sino que nos proyecta al mundo entero. Sois sal de la tierra… luz del mundo… nuestra pequeña oración, nuestro pequeño sacrificio, nuestra renuncia, nuestro esfuerzo por querer y amar a Jesús, nuestro servicio a los demás, hecho por Jesús tiene una repercusión universal, pues toda nuestra vida se une a la oración y sacrificio de la Iglesia Universal, alcanzando a dar vida y luz a tantos que nosotros no conocemos ni sabemos. Es el misterio del poder de la oración.

7 jul 2013

XIV Domingo T.O., REFLEXION Evangelio Semanal,


Tu también eres discípulo 
P. Luis J. Tamayo

Lucas 10, 1-9: En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

Sólo una idea que nos quiere transmitir el Señor a través de este evangelio: El cuenta con cada uno de nosotros para la evangelización, para transmitir la alegría de su amor.
Jesús escogió a 12, los doce apóstoles que serían el fundamento de la Iglesia, sobre los cuales se establecería la primera Iglesia, la primera predicación, la primera comunidad, la primera experiencia de Jesucristo.
Pero, sabiendo que la mies es mucha y los obreros son pocos (Mateo 9.35) Jesús mismo necesitó de otros tantos más sobre los cuales fue expandiendo el mensaje del Reino de Dios. Hoy nos lo explica el evangelio de Lucas: el Señor designó otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Los 72 fueron también discípulos de Cristo, designados por Él mismo. Aquí vemos las características de un discípulo de Cristo:

1) “Designado por Cristo”: Jesús llama a otros tantos… y entonces fueron 72, pero a lo largo de la historia ha seguido llamando a tanta gente… muchos de ellos santos conocidos, muchos otros anónimos, desconocidos, que no salen en los libros, pero que en el silencio de su oración escucharon la voz de Cristo llamándolos a seguirle. Hoy, si tu abres tu corazón seguro que también te llama, pues Jesús cuenta con todos…
El problema es que muchos son los llamados, pero pocos los que responden… en el evangelio tenemos el ejemplo del joven rico, poco sabemos de él, solo que no respondió a la llamada de Cristo y que se fue a su casa triste. Sin embargo de aquellos que responden se les conoce, se saben quienes eran…
Jesús no llama a los santos, sino que escoge entre las multitudes, de entre los pecadores, de entre gente llana, sencilla… Pedro con mucho genio, María Magdalena la prostituta, Mateo el avaricioso, y tantos otros santos… San Agustín un libertino, San Ignacio un militar, San francisco de Borja un noble caballero…

2) “Los mandó por delante adonde pensaba ir él”: La labor del discípulo es preparar el camino del Señor… el señor llega a los corazones… nuestra labor es la de preparar el camino. ¿Cómo? Por una conversación, por una invitación, por una oración. El discipipilo vive en la humildad de saber que él no es el Señor, sino simplemente el precursor, como Juan el Bautista que clamaba a la gente: Preparad el camino al Señor!

3) “de dos en dos”: este es el significado de cómo Cristo se hace presente en comunidad: “Cuando dos o más estáis reunidos en mi nombre, ahí estoy presente” (Mt. 18, 20). Es el signo del amor fraterno lo que hace presente al Señor, lo que atrae y lo que cautiva.

9 jun 2013

Domingo X, REFLEXION Evangelio Semanal


El milagro del servicio
P. Luis J. Tamayo

Lucas 7, 11-17: “En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando Jesús se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios…”

Este relato del evangelio de Lucas nos habla de un milagro de resurrección que realizó Jesús. ¿Te has preguntado alguna vez sobre los milagros de Jesús? Los milagros de Jesús son los hechos sobrenaturales que se atribuyen a Jesucristo en el curso de su vida terrenal y que han sido recogidos en los Evangelios. Estos milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: curaciones (paralíticos, ciegos, leprosos, etc.), exorcismos (curaciones de endemoniados o espíritus inmundos), control sobre la naturaleza (tempestad calmada, caminar sobre el agua, la higuera seca, etc.) y resurrección de los muertos (la niña de trece años de edad, hija de Jairo Lc 8,49-56; Lázaro, el de Betania Jn 11, 38-44 y este relato del hijo de la viuda de la ciudad de Naín (Lc 7, 11-17).
Hoy, el eje del evangelio giraría en torno al milagro de la resurrección del hijo de la viuda de Naín, pero no me voy a centrar en ese milagro, sino en otro milagro que también acontece en este pasaje: un milagro menos llamativo, menos espectacular pero que es un milagro al que todos podemos tener acceso, es un milagro que puede acontecer en lo ordinario de la vida diaria, es un milagro que todos hemos vivido alguna vez, y que cuando lo hemos realizado hemos tocado en nuestras vidas los frutos de una gran felicidad. Estoy hablando del milagro del servicio a los demás, el milagro de dejar de pensar en mi mismo para pensar en las necesidades de los demás.
Miremos como actúa Jesús en el evangelio de hoy. Lo primero que leemos es que Jesús iba rodeado de sus discípulos y mucho gentío. Hablando con unos, escuchando a otros, también un poco el centro de atención de sus seguidores. Su autoestima estaba por las nubes, siendo el centro de atención estaría viviendo el punto álgido de su ego (como los niños en su primera comunión, protagonistas, centro máximo de atención, todas las miradas y cámaras de fotos puestas en ellos… subidón total!). Pero en medio de todo ese ruido es capaz de salir de si mismo y salir al encuentro de la necesidad de una mujer que sufre. Miremos atentamente los verbos que pone el Evangelio: Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Son todo verbos donde Jesús toma la iniciativa, donde él se pone al servicio y actúa a favor de la viuda.
Nosotros llevamos un ritmo de vida que nos empuja a pensar sólo en nosotros mismos, nos hemos hecho un poco egoístas. Cuando escuchas las preocupaciones de la gente normalmente todas giran entorno a como disfrutar del ocio, como hacer planes que giran en torno a su descanso, a su placer… ahora la gente anda agobiada en que va a hacer en vacaciones, en como enviar a su hijo fuera de campamentos para quitárselos de encima… Es muy raro escuchar algo como: los planes de mi familia para este verano son los de ir de misiones… suena raro… Lo que más suena es: “estoy estresado, necesito desconectar, no puedo con la vida, me voy a hacer un circuito de spa, etc. ¿Es el ocio importante? Claro que si! Yo soy de los que creen que el ocio en la vida es importante y necesario, pero también pienso que no es la solución a la felicidad que todos anhelamos.
Y así como el día a día acaba girando en torno a uno mismo, la fe y la espiritualidad acaba siendo lo mismo: una práctica que acaba girando toda ella entorno a mi mismo y mi propia perfección y santidad. En última instancia una religión vivida así no nos lleva a la felicidad.
El libro del Eclesiastico fue firmado por Kohelet. Son los pensamientos de un hombre que todo lo tenía y descubrió que no era suficiente, Palacios, jardines, esposas, riqueza: toda la felicidad prometida… pero la felicidad no llegaba. A más riqueza más preocupación. A mayor sabiduría, mayor hastío espiritual. Al final su conclusión era “nada tiene sentido, nada tiene sentido”.
Kohelet olvidaba algo que a mi me contó un monje confesor hace muchos años. Este monje recibió una carta de un discípulo que decía algo así: “Me gustaría me ayudara. Cada día me levanto triste y aprensivo. Me resulta difícil rezar. Cumplo con los mandamientos, pero no encuentro ninguna satisfacción espiritual. Voy a la Iglesia pero me siento solo. Me pregunto por el sentido de la vida. necesito ayuda.” El monje le envió una brillante respuesta, sin usar palabra alguna. Lo que hizo fue trazar un circulo alrededor de varias palabras y le devolvió la misma carta. El monje le respondió a su pregunta. Las palabras que había rodeado eran aquellas que giraban todas en torno al ‘YO’. El uso del yo en nuestras conversaciones es llamativo y reiterante: yo hice, yo me sacrifico, yo voy, yo vengo, yo trabajo… eso nos hace poderosos, hombres de éxito… sin embargo eso nos arrebata todas las posibilidades de llegar a una felicidad más plena. La felicidad se encuentra en un reino llamado “NO-YO”. La felicidad no se construye de los éxitos acumulados, sino que se construye de lo que compartimos