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12 ene 2014

Bautismo del Señor, REFLEXION Evangelio Semanal

Mira como te mira
P. Luis J. Tamayo

Fue Jesús de Galilea al Jordán y se presento a Juan para que lo bautizara. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» (Mt 3, 13-17)

El Bautismo marca un salto cualitativo en la vida de Jesús. Hay un giro, un salto de la vida oculta a la vida publica. Hasta ahora han sido 30 años de vida oculta que poco se sabe. Hay algunos datos que dicen que Jesús vivía bajo la autoridad de sus padres, en familia en Nazareth. Una vida normal y sencilla.
Pero se da el acontecimiento de recibir el bautismo de Juan, y con ello Jesús es ungido por el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios. Es una experiencia profunda que Jesús hace como Hijo de Dios.
El cambio de vida, el salto cualitativo no surge de las bonitas palabras del Bautista, o del rito del bautismo de quedar sumergido en las aguas del Jordán.  Sino que lo que Jesús vive ahí es una experiencia personal y profunda del Espíritu Santo, saberse Hijo de Dios.
La Escritura es escueta en su lenguaje, el genero no pretende narrar una experiencia espiritual mística de forma poética, no es este el fin, sino que por medio de un lenguaje simbólico y sencillo el evangelista expresa la experiencia: se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Los discípulos tendrían noción de esta experiencia de mística por lo que Jesús mismo, más adelante, les debió de explicar.
Ahora que damos comienzo al nuevo año, es muy común empezar con el deseo de nuevos propósitos: año nuevo, vida nueva. Y nos marcamos el propósito de hacer un poco más de ejercicio, de dedicarle menos tiempo al ordenador, de salir más con la mujer, de ir con más frecuencia a los museos, de leer más libros, de perder unos kilos… al final son buenos propósitos, pero son más superficiales. Lo que de verdad va a marcar una experiencia de vida nueva es la conciencia de sabernos hijos de Dios, hijos en el Hijo. Esta experiencia ya se nos ha hecho accesible desde el día de nuestro bautismo, por medio del Espíritu Santo, somos hechos hijos en el Hijo, y por lo tanto el acceso directo al amor del Padre. El verdadero cambio es saberse muy amado, es saberse predilecto… desde aquí salen un modus vivendi, una forma de vida nueva que va más allá de la norma que muchas veces cansa. Personalizar la vida cristiana en una experiencia interior: sabernos hijos en el Hijo. Por medio del ES se nos abre la puerta… pero nosotros debemos entrar. Es don y tarea. Es gracia y voluntad. Es regalo y ejercicio. Es donación y esfuerzo.
Es una invitación a la oración, a la contemplación, a sacar ratos de silencio y de ponerse delante de Dios Padre y sentirse muy amado y predilecto.
Una amiga fue un año a Calcuta a hacer el voluntariado con la Madre Teresa, me contaba que fue recibida por la madre a una entrevista. Dice que cuando estaba delante de ella se sintió privilegiada, dice que parecía que la Madre, con todas las ocupaciones que tenía, había dejado todo de lado para prestar su absoluta atención a escucharla. Sintió una mirada privilegiada. Esta debiera ser nuestra oración, como diría santa Teresa de Ávila: “Mira como te mira”. 

14 ene 2013

Fiesta del Bautismo, REFLEXION Evangelio Semanal


El bautismo nos abre el corazón del Padre
P. Luis José Tamayo

(Lc 3, 15-22): Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e paloma, y vino un voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”
Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Este es el momento por el cual la Tradición de la Iglesia nos enseña que Jesús empieza su vida pública. Hay un par de detalles en este Evangelio que me gustaría reflexionar:

El primero es esa expresión que utiliza la Palabra: “se abrió el cielo”. En este Evangelio hay dos personajes importantes que hacen referencia a las dos grandes etapas de la Escritura y de la Historia de la Salvación, ellos son Juan Y Jesús. Juan aún es imagen del Antiguo Testamento, es el precursor del Nuevo, pero el no trae el bautismo del Espíritu Santo. Aún está en la ley de Moisés. Jesús abre una nueva etapa, el Nuevo Testamento, su bautismo es con agua y Espíritu, dice la Palabra, es decir, Jesús nos abre a la Ley del Espíritu del Amor. Jesús, más adelante lo dice: “No he venido a abolir la ley, sino a darle pleno cumplimiento” (Mt 5,17-19).
Por eso, con el bautismo de Jesús, se abren los cielos, se abre una nueva etapa, se abre una nueva comprensión de Dios, se abre algo nuevo. Se abren los cielos y se escucha por primera vez estas palabras tan bellas de Dios-Padre: “Tu eres mi hijo, el amado, el predilecto”. Con Juan, Dios aún no tenía rostro, era el Dios del Antiguo Testamento, el Dios que se manifestaba a través de la nube o del fuego, aún no se habían abierto los cielos y con ello Dios no se había revelado plenamente. Pero es en este momento del Bautismo del Hijo en el que se abre una etapa Nueva.

El segundo detalle del Evangelio a meditar son estas palabras: “bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e paloma, y vino un voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
El cielo abierto es el corazón abierto del Padre. El cielo abierto son los brazos abiertos de un Dios lleno de amor por sus hijos. El cielo abierto son las manos extendidas de todo un padre que te dice: “hijo/a mío déjame amarte”. A partir de ahora, se abre otra cosa, una nueva relación con Dios, una relación filial. La del Padre con su hijo, la del hijo con su Padre. Dios se revela y se muestra como Padre: “Tu eres mi hijo”. Y no sólo como padre, sino como Padre-Amor: “Tu eres amado”.
Desde ese momento, en la figura de Jesús, el cielo ha quedado abierto para todos nosotros, Dios Padre, en Jesús establece una relación paterno-filial con todos nosotros. Estas palabras tan entrañables: “Tu eres mi muy amado”… son para ti y para mi.
El bautismo de Jesús viene a condensar todo el significado del Bautismo.  El Bautismo no es sólo un acto social para invitar a comer a la familia, no es algo que “toca hacer” para que no le pase nada malo al niño.  El bautismo es ese momento tan importante en la vida en el que se nos abre una relación personal con Dios Padre, se inicia la relación filial con Dios-Padre. Es el momento en el que Dios introduce a la persona en una historia de Amor incondicional. El bautismo es la entrada en la gran “familia de Dios” (que en esta vida la llamamos Iglesia).

9 ene 2011

Fiesta del Bautismo de Jesús


El Bautismo es la puerta de acceso al Amor de Dios.
(por P. Luis Tamayo)

Empezamos el año 2011, y con el año nuevo siempre va el dicho popular: Año nuevo, vida nueva.

En todos siempre está el deseo de cambio, de renovarse, de salir de viejos hábitos y adquirir nuevos… y si esto no se da en una persona… cuidado! pues es signo de muerte espiritual…

Juan el Bautista podría representar a ese hombre que construye su vida a base de esfuerzos y purificación: corregir errores, ser responsable, vivir desde lo que está mandado, etc. Este deseo de purificación y de esfuerzo por una vida más noble es importante pero no basta… la vida no es sólo purificarse y esforzarse… sino que la vida cobra un nuevo sentido cuando uno se deja amar, pero un amor que no depende de los demás o de afuera sino un amor que surge y brota desde dentro y despierta en el corazón del hombre el coraje para seguir luchando y viviendo, un amor que renueva por dentro y da una nueva luz a la vida.

Algo nuevo tiene que pasar para que se renueve la vida del hombre desde dentro. ¿qué es eso nuevo? La imagen del evangelio es preciosa.

Hasta el momento el cielo permanecía cerrado y hoy ese mismo cielo se abre para mostrar su secreto. Del cielo abierto sólo llega una voz: “Tú eres mi Hijo amado”. ¡Que distinta una vida que sólo se centra en ese "YO tengo que cambiar" y todo lo que sigue son esfuerzos solitarios a una vida que se vive en el cariño y compañía de Dios que te dice “Tu eres mi hijo/hija amada”.

Desde ese momento en Jesús el cielo ha quedado abierto para todos nosotros, y de Dios Padre sólo desciende el Espíritu de su Amor con estas palabras tan entrañables: “Tu eres mi muy amado”. El cielo abierto es el corazón abierto del Padre. El cielo abierto son los brazos abiertos de un Dios lleno de amor por sus hijos. El cielo abierto son las manos extendidas de todo un padre que te dice: “hijo/a mío déjame amarte”.

El bautismo de Jesús en el Jordán con las palabras de Dios-Padre “Tu eres mi Hijo amado”, vienen a condensar todo el significado del Bautismo. El Bautismo no es un acto social para invitar a comer a la familia, no es algo que “toca hacer” para que no le pase nada malo al niño. El bautismo es ese momento tan importante en la vida de una persona en el que entra a formar parte de una relación personal con Dios Padre, en el que se introduce a la persona en una historia de Amor incondicional, en una relación filial eterna e Padre a hijo/a que no acaba con la muerte. El bautismo es la entrada en la gran familia de Dios (que en esta vida la llamamos Iglesia).

El bautismo que recibo de niño no puede ser entendido como la culminación de un proceso y que sólo me exigirá la asistencia a misa todos los domingos y ser mas o menos bueno con los demás. El bautismo es una identidad a madurar, el bautismo necesita ser renovado constantemente, es un estilo de vida comprometida con los demás, es un deseo por conocer y formarme en la fe, es un participar activamente en la Iglesia, es buscar como puedo servir a mi Iglesia, mi nueva gran familia. Unas preguntas para reflexionar: Si el bautismo significa algo para nuestra vida de fe ¿qué importancia le doy? ¿qué hago para entender lo que significa? ¿cómo puedo vivirlo con más conciencia?

(Para una mayor reflexión ver del Catecismo de la Iglesia Católica los números del 1213 al 1274)

9 ene 2010

El Bautismo nos descubre el tesoro dentro de la vasija de barro

El bautismo me da la conciencia de ser vasija de barro pero que contiene un gran tesoro.  (P. Luis J. Tamayo)

Cuando celebro un bautizo y veo a la familia y a los padres que van o por que es su propio hijo o porque son invitados, muchas veces me pregunto ¿qué conciencia tienen estas personas de la realidad que se está celebrando?

Por lo general, los cristianos hemos convertido estos sacramentos en simples rituales heredados de la familia y de la tradición, pero pocas veces no paramos a profundizar en su verdadero significado, no solo teórico, sino lo que verdaderamente significa para mi vida diaria.

Más allá de lo ritual – cosa que encontramos bellamente desarrollado en el Catecismo de la Iglesia Católica – me gustaría profundizar en su significado espiritual y lo que implicó en la vida de Jesús y en lo que supone para mi en mi día a día.

El bautismo no es sólo el agua que recibí cuando era bebe y apenas tenía uso de razón (bien documentado en fotos – por lo general – en los álbumes llenos de polvo), sino que quisiera remarcar que el bautismo es un estado de vida, es el sello indeleble que me hace “ser” hijo de Dios, es una actitud que debe englobar toda mi vida.  No es correcto decir “Yo fui bautizado” como haciendo referencia solo al rito. Lo correcto sería decir “Yo soy un bautizado”, es decir, es mi condición permanente de vida, es un estado imborrable e indeleble, es lo esencial a mi identidad y mi ser persona, y por lo tanto se ha de reflejar en mi forma de vivir, de pensar y de actuar. 

A veces veo más gente decir “Yo soy del Real Madrid” con más entusiasmo que “Yo soy un bautizado”.  Un ejemplo: uno que dice “ser” socio del Real Madrid tiene una identidad, tiene una forma de pensar y tiene una forma de vivir. Ser socio del un Club excluye al rival, ser socio te da una identidad; te da una forma de pensar, puesto que pensarás en que gane siempre tu equipo, nunca pensarás que gane el contrario; te condiciona una forma de vivir y actuar, puesto que llegado el domingo te obligas a sentarte delante del TV o a asistir al estadio, te lleva a leer las noticias relevantes a tu equipo, te gastas el dinero en canal plus para seguir la liga, etc.  El bautizo me incorpora a algo mucho más que ser miembro de una religión, sino que implica todo mi ser.

El bautizo me dio acceso a la plenitud de mi identidad más profunda: Ser Hijo de Dios.  No es que todo hombre no sea hijo de Dios, sino que el bautismo me da la “plenitud” de mi ser hijo en el Único Hijo Jesucristo, me da la participación plena de los beneficios del verdadero Hijo Jesús, me da el acceso a la sobreabundancia de la gracia divina, me permite ser receptor de la totalidad de la fuerza del Espíritu de Dios y me da acceso a hacer experiencia viva y real del caudal de su amor. “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

La Palabra dice (Lc 3, 15-22): Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e paloma, y vino un voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

Jesús por su bautismo nos abrió el acceso a su verdadera identidad de Hijo de Dios. ¿Qué significa? ¿Qué nos enseña? Como Hijo nos enseña a depender de su Padre Dios, de quien recibe la fuerza del Espíritu para vivir la plenitud de vida a la que todos aspiramos.

Por el bautismo, Jesús en su misma persona nos abre el acceso a la verdadera humildad de necesitar de Dios para vivir, y digo vivir de verdad con un sano-juicio, para vivir con una gran estabilidad frente a las adversidades, para saber actuar equilibradamente delante de los retos de la vida.

Me doy cuenta de algo muy común hoy día: los extremos en el comportamiento, la falta de equilibrio interior y el actuar perdiendo el control.  El padre derepente le da un grito a su hijo y lo zarandea como segundos después se lo come a besos… esto no es equilibrio – pero hoy día es lo normal.  Paseando por la calle sale una madre de la tienda gritándole exageradamente a su niña en medio de la calle y delante de otras personas… esto es perder el control. Aquel que no tiene fuerzas para despegarse de la TV durante el fin de semana, o el chaval que está jugando con una play, delante del TV y con música de fondo en su móvil. La madre o el padre que, bajo apariencia de educación, está todo el día dando instrucciones a su hijo/a, pero no se da cuenta que es un controlador/a obsesivo/a. Aquel que siempre dice me tenéis que aceptar como soy, pues “soy así” y este es mi carácter, pero es la excusa para evitar reconocer que no tiene fuerzas para cambiar.

Honestamente, yo se por experiencia propia que esto no es una vida satisfecha, pero nos hemos acostumbrado a hacer de esto algo normal. Al final dejamos a Dios de lado… (“por que no ha dios que nos aguante”).

Jesús – en su bautismo – nos abre la conciencia de la humildad.

La humildad para reconocer y aceptar que ser hombre es ser barro, que tengo mil limitaciones, que muchas veces no actúa con equilibrio, que me cuesta reconocer mis defectos. Y por ello la humildad para necesitar de Dios y de su fuerza para poder vivir con cierto equilibrio y estabilidad, con mayor madurez, con capacidad de verdadero crecimiento y cambio.

Vivir cada día mi bautismo es situarme en la humildad de saber que soy un pecador y un santo a la vez, que en mi esta la bestia y la bella, que tengo mil defectos y pero puedo aspirar a la perfección, que estoy roto y Dios me conduce a la plenitud, que soy un egoísta pero Dios me va ensanchando el corazón. 

Hacerme hoy consciente de mi bautismo me pone en la humildad de saberme necesitado de Dios para tener acceso a su gracia transformadora y su fuerza para ayudarme a superarme cada día un poco más. “Bajó el Espíritu Santo sobre él”, Jesús necesitó del Espíritu para vivir y llevar a cabo su misión. La conciencia del bautismo me abre cada día a la fuente del poder del Espíritu Santo que es lo único que me puede dar la fuerza para progresar cada día en aquello que me deja insatisfecho conmigo mismo. El bautismo me da la conciencia de ser vasija de barro pero que contiene un gran tesoro.

31 ene 2009

REFLEXION Evangelio Semanal


Un gesto vale mas que mil palabras
(Luis José Tamayo)

Recogemos de estos anteriores domingos: El Bautismo del Señor es el fundamento de la llamada de Dios a la vida cristiana, recordamos esas palabras: “Tú eres mi hijo amado”. Luego Jesús nos llama a seguirle desde el Evangelio de Juan: “Ven y sígueme!”. El Domingo pasado veíamos el seguimiento desde la vida de S. Pablo, la vida cristiana se fundamenta en la debilidad y la misericordia de Dios: “Mi gracia te basta, en tu debilidad muestro mi fuerza”.

Hoy Jesús entra en la vida pública, en la vida ordinaria, y vemos y aprendemos de cómo vivía.
Seguir a Jesús, la vida cristiana no es sólo la práctica de ritos, una filosofía, un conjunto de creencias, o varios documentos a saber. La vida cristiana es una persona; es seguir, convivir, relacionarse, dialogar, apoyarse, etc. en la persona de Jesús para teniéndola muy de cerca poder vivir como vivió Él.

Mi forma de vivir, mis costumbres, o muchos de mis hábitos no los he adquirido de Jesús, sino de la familia, del entorno, de los medios de comunicación, de la TV... Por ejemplo: juzgar al otro o criticar… pensar de forma negativa, sacar defectos… El miércoles iba caminando por el Pº de Extremadura y pasando por una tienda sale una madre con su hija de 5 añitos, sale gritándola y la llamó delate de todo el mundo “imbécil”. Cuantas veces oyes palabras de falta de respeto entre los miembros de la misma familia: “a que te parto la cara; déjame en paz; eres un incordio; subnormal!”. estos son los gestos que se aprenden en series de TV como “Escenas de matrimonio”. Pero de la forma que se tratan es de una gran falta de respeto. Yo ya he decidido no verlo. Estos no son los gestos de Jesús, si los niños le increpan, cuando unos les dice que se alejen, Él les dice: dejad que los niños se acerquen a mí. 

Ahora estamos en lo que la Iglesia llama el “tiempo ordinario”, es decir, estamos invitados a aprender como vivía Jesús en su vida ordinaria, en el día a día. Y lo que hoy nos dice el Evangelio es que la gente se asombraba porque no enseñaba como los otros, sino que enseñaba con autoridad. Más adelante dice: “ese enseñar con autoridad es nuevo”.

Hay un dicho que dice: “un gesto vale más que 1,000 palabras”. La gente quedaba sorprendida con Jesús pues lo que llamaba la atención, lo que entendían que transmitía autoridad era que su vida iba por delante junto con sus palabras. No les daba un discurso retórico lleno de palabras bellas… sino que hablaba con la vida, desde la vida. La autoridad te la da la vida.

El otro día estaba comiendo con una familia y antes de empezar a comer me piden que bendiga la mesa, y el hijo adolescente dice: “Tenemos que hacer oración? Que rollo!”, la madre le contestó: “pues sí… hay que acostumbrarse a hacer oración”. Pero luego sabes que esa familia no va a misa. Esas palabras no tienen autoridad, pues no van acompañadas del gesto. Sin embargo hay otra experiencia que he vivido de ver a una mama pasar todas las tardes a visitar el santísimo 15 minutos después de recoger a su hija del colegio. La mama de rodillas y la niña pequeña jugando a su alrededor. ¿Qué impacto le causará a esa niña el que un día la madre le diga que Dios es importante para su vida? Verla de rodillas todas las tardes delante del santísimo, un gesto que vale más que 1,000 palabras.

La autoridad no viene de ser perfecto y no cometer fallo alguno. Sino que la autoridad viene de la humildad. No es que uno no cometa fallos, sino que la autoridad viene cuando uno los comete pide perdón. No es que uno se enfrente en una discusión a ver quien tiene más razón, sino cuando uno sabe callarse a tiempo. No es ver quien es más fuerte, orgullo contra orgullo, sino cuando uno sabe ceder; o cuando uno sabe defender sus derechos por que es justo. No es que uno no caiga en faltas, sino que la autoridad viene de ese volver a intentar ser mejor cada día. Como el otro día una persona me dio algo que yo sabía que era falso, pero mi respeto hacia esa persona vino no por que uno no diga alguna mentira, que a veces se nos escapa, sino por que un día después se acercó a pedir perdón y reconocer su error. Esa persona merece todo mi respeto, pues tiene humildad suficiente para decir la verdad.

Volviendo al caso anterior, ¿cómo uno puede ganar la autoridad del joven que se encuentra distante de comprender como los adultos viven la fe? No imponiéndoles hacer las cosas como las hacemos los mayores sino invitándoles a con creatividad que ellos expresen su fe de su manera y nosotros con humildad a reconocer que tenemos que escucharles. Un amigo mío, me contaba que el abuelo exigente les decía a sus nietos que la bendición hay que hacerla como siempre con un rezo. Entonces el papa pidió la palabra y le dijo a su hijo: ¿Y tú como bendecirías los alimentos? Entonces el niño dijo de forma espontánea, algo que salga del corazón… y el papá le brindó la oportunidad: y el niño cerró los ojos, tomó la mano de los de al lado y empezó a dar gracias por su familia, por los amigos, por todo y al final se olvidó mencionar los alimentos… jajaja! Pero fue un momento muy entrañable donde los jóvenes se encuentran escuchados. Esa persona me habla de una persona que escucha, que no se impone, que respeta a los menores aunque sus formas no sean las tradicionales.

Pidámosle a Jesús la gracia de poner nuestros ojos fijos en Él y aprender a vivir como Él vivió, para que nuestras palabras acompañen nuestros gestos.