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22 may 2010

Pentecostés

La voz del defensor versus la voz del acusador
P. Luis J. Tamayo
El domingo pasado celebramos la Fiesta de la Ascensión, este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Con esta acaba el tiempo de Pascua para dar paso al Tiempo Ordinario.
La Escritura describe al ES de diversas formas, fuego, paloma, y viento. Cuando hablamos de la imagen del "viento impetuoso", hace pensar en el aire, que distingue a nuestro planeta de los demás astros y nos permite vivir en él. Benedicto XVI dice que lo que el aire es para la vida biológica, lo es el Espíritu Santo para la vida espiritual; y, como existe una contaminación atmosférica que envenena el ambiente y a los seres vivos, también existe una contaminación del corazón y del espíritu, que daña y envenena la existencia espiritual. Así como no conviene acostumbrarse a los venenos del aire —y por eso el compromiso ecológico constituye hoy una prioridad—, se debería actuar del mismo modo con respecto a lo que corrompe el espíritu. La metáfora del viento impetuoso de Pentecostés hace pensar en la necesidad de respirar aire limpio con los pulmones, como con el corazón el aire espiritual, el aire saludable del espíritu, que es el amor. “El defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”
Una forma de identificar la contaminación de la mente es la voz del Acusador. ¿Quién no ha experimentado la voz del Acusador tirando por tierra –en algún momento de la vida– la esperanza, el ánimo, llevando a verlo todo negro, empujando al desánimo y acabar descorazonados, desalentados, abatidos o tristes. En situaciones donde uno se siente más vulnerable como una enfermedad, tiempos de exámenes, estrés en el trabajo, un embarazo, dificultades de comunicación en el matrimonio, el fallecimiento de un familiar, cuando ves que a final de mes no llegas, o se habla en la empresa que van a recortar número de empleados. La voz del Acusador cobra fuerza… no es que antes no estuviese, sino que ahora por estar en situaciones de vulnerabilidad coge más fuerza, hasta tal punto que lo ves todo negro… que te ves en un túnel sin luz al fondo. De repente nada tiene solución.
El otro día se me acercó un hombre, me empezó a contar su situación en su familia. Fue precioso ver el proceso que realizó la persona, de cuando empezó a hablar a cuando salió del despacho. Yo sólo escuchaba, en un primer momento todo lo que describía era maravilloso, luego al sentirse en confianza empezó a soltarse y todo se hizo negativo… tenía necesidad de desahogarse… y antes de acabar, le hice unas cuantas preguntas… empezó a reflexionar y de repente todo empezó a tomar un tono más positivo. Al final se dio cuenta que las cosas no eran tan negativas, sino que era él quien así las veía. Ese “caer en la cuenta” de la realidad… es el Espíritu Santo!! “El defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”
A veces lo vemos o todo blanco o todo negro. O todo es terrible, o todo es maravilloso. ¿Cómo pueden cambiar las cosas tan rápidamente? Espera! Hace falta un equilibrio. Busca a alguien que te objetive, que te muestre la luz al final del túnel... Párate y pide luz al Espíritu Santo. La voz del Acusador tiene la misión de desanimar, de hacerlo todo imposible, de ponerle mil quejas, de hacer ver que las cosas no marchan. Pero también es cosa del Acusador hacerte ver todo excesivamente ideal, sin ningún problema… es la fantasía o falta de la realidad. Te hace creer que todo lo has conseguido tu para que el orgullo te suba. Y ya sabemos la ley de la gravedad: todo lo que sube baja.
Necesitamos al Defensor, al Espíritu Santo, que nos trae el sano juicio, una mirada equilibrada sobre las cosas. Él es quien te pone los pies sobre la realidad: Te deja ver lo negativo, pero con la esperanza de dar la fuerza para superarlo; y te sabe hacer ver lo positivo en agradecimiento con la certeza que Dios te lo ha dado.
¿Cuál es la gravedad de no descontaminarse? ¿Cuál es el problema de no desenmascarar la voz del Acusador? que acaba por afectar la libertad. Mis actos están movidos por mis percepciones, acabo actuando según mi percepción de la realidad. Y las cosas, muchas veces, no son sólo como yo las percibo, sobretodo si mi mente está contaminada por la voz del Acusador.
Jesús nos ha regalado varios medios preciosos donde el Espíritu actua de forma perceptible: la dirección espiritual y de la confesión (entre otros). Abrir lo que hay dentro, dejar que la luz entre: lo bueno y lo malo. Necesitamos de momentos especiales donde el Espíritu Santo actúa sacramentalmente, donde recibo al Defensor por la imposición de las manos del sacerdote, donde acontece ese “caer en la cuenta” por la iluminación del Espíritu Santo, donde acabo por ver luz al final del túnel. 

15 may 2010

La Ascensión, REFLEXION Evangelio Semanal


¡Sacúdete y sube!

(P. Luis J. Tamayo)

Después de aparecerse a los discípulos durante 50 días, el tiempo de Pascua culmina con la fiesta de la Ascensión y el domingo siguiente con la celebración de Pentecostés.

El evangelio de Lucas 24, 46-53 nos explica lo que aconteció en la Ascensión de Jesús al cielo: Mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”

Uno puede entender la Ascensión como esa huída del mundo, de los problemas… ahora el Señor se fue al cielo y aquí nos dejó con los problemas. Esta tipo de ascensión la desearíamos muchos de nosotros… Cuantas veces uno sueña despierto, como fantaseando y soñando un mundo ideal. ¿Quién no ha escuchado: “Estas en las nubes” o “estas en babia”? Es decir, entrar en ese estado de trance de querer huir de la realidad y soñar con un mundo mejor… el otro lado de la moneda es vivir en el mundo de la queja y estar anhelando lo del vecino. En el fondo es esa mentalidad que piensa que todo lo que le toca vivir aquí es un obstáculo para la felicidad, y al final siempre está anhelando vivir otra cosa. Quien es rubio quiere ser moreno, quien es bajo quiere ser alto, quien es relleno quiere ser flaco, quien es flaco quiere ser más grande… al final uno nunca está contento con lo que tiene y siempre es una huída de sí, soñando que otra cosa distinta será siempre mejor. ¿Alguien se identifica con esto? Pues lo que dicen en el cine: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

La fiesta de la Ascensión tiene otro significado… y nos puede iluminar mucho a nuestro día a día. Jesús asciende al cielo en cuerpo y alma gloriosos, y Él nos abre el camino al cielo… y nos invita a no quedarse atrapado en los pesimismos del día a día, ni en la pesadez de los problemas. Lo que uno vive, por miserable que sea, sólo por gracia de Dios – y si uno lo pide – puede transformar aquello que es obstáculo en bendición, aquello que es trampa en trampolín, y no dejarse aplastar sino que elevarse por encima de los problemas… No huir de ellos, no negarlos, no reprimirlos, sino que quedando afectado… pues nos afectan las cosas, tener la capacidad de sobreponerse y desde la fuerza interior poder ponerse por encima. Os cuento un cuento que nos ayudará a entenderlo:

Un campesino tenia una mula. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar cuidadosamente la situación, creyó que no había modo de salvar al pobre animal, y que más valía sepultarla en el mismo pozo. El campesino llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y les pidió para que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo y así no continuara sufriendo.

Cogieron las palas y cubos y empezaron a arrojar tierra encima de la mula. Al principio, la mula se puso histérica.
Pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban tirando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos.
¡ELLA DEBIA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA! SACUDETE Y SUBE. sacúdete y sube. sacúdete y sube!! Repetía la mula para alentarse a sí misma.

No importaba cuan dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue elevando el nivel de onde se apoyaba. Llegó el momento en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en la que ella enfrentó la adversidad…

La Ascensión es el camino al que nos invita el Señor a ponerse por encima de los problemas que nos abaten, sostenidos por su gracia, y en vez de dejar que nos hundan, los podamos transformar en bendición. Así es como acaba el Evangelio: estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

7 may 2010

Pascua VI - Prudencia


“tropecé de nuevo con la misma piedra” 
P. Luis José Tamayo

Llegamos al domingo 6º del tiempo de Pascua. El domingo que viene es la fiesta de la Ascensión, el siguiente es Pentecostés y el siguiente la Santísima Trinidad. En estas tres fiestas veremos las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Mientras tanto, este domingo tenemos aún la última virtud cardinal: la Prudencia.

Brevemente, recordamos lo que hemos visto en los últimos domingos de Pascua. La pregunta que nos ha guiado es: ¿qué implica la resurrección en mi vida? y descubríamos la alegría del regalo que se nos ha hecho al participar en la resurrección de Cristo -aquí y ahora- por medio de las virtudes. La virtud como una tarea y como un don, como un esfuerzo, pero sostenida y alimentada por la gracia. Vimos la fortaleza, la justicia y la templanza. Hoy toca la prudencia.

La prudencia es la virtud que dispone la razón a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlos. El hombre prudente medita sus pasos. Prudencia no sólo sería la cautela, la mesura o la reserva a la hora de tomar una decisión, sino la sensatez, la cordura y el sano juicio en lo que se decide (Catecismo 1806).

La pregunta es ¿quién no necesita de sano juicio? ¿quién no se ha arrepentido de decisiones que ha tomado porque con el tiempo se dio cuenta que metió la pata?

¿Quién no conoce la canción de Julio Iglesias: “tropecé de nuevo con la misma piedra”? o ¿quién no conoce el dicho popular: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”? Una ve leí en un sitio la definición de locura: actuar siempre de la misma forma y esperando un resultado diferente, creyendo que esta vez será distinto, pero al final siempre encontrándome con el mismo resultado. 

Hablando con una mamá me contaba que siempre se veía queriendo controlar la vida de su hijo el mayor… no sabía como lo hacía pero acababa por tomar las decisiones por él, dándole instrucciones para todo… pensando que estaba en su obligación de madre, pero de fondo no se daba cuenta que le estaba anulando en su capacidad de tomar decisiones. Cuando se daba cuenta se decía no lo vuelvo a hacer… pero acababa de nuevo haciendo lo mismo.

El resultado del sano juicio es el verdadero bien y, detrás, la alegría y la serenidad que lo acompañan. La pregunta es: ¿cómo salir de esta locura? La esperanza de la fe en Cristo resucitado es que es posible. Recordar que la virtud es un don y un trabajo… es un regalo y un ejercicio… 

El evangelio de hoy dice (Juan 14, 23-29): “El Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.”

El Espíritu Defensor lo enviará mi Padre. La claridad de Dios te recordará el camino. La luz del ES te enseñará el verdadero bien. Es un don… pero que yo tengo que actuarlo. ¿Cuántas veces uno intuye cosas? ¿Cuántas veces en la confusión uno habla con un sacerdote y las cosas se aclaran y brota la fuerza para llevarlo acabo?

El otro día escuchaba el testimonio de un sacerdote que me impacto: cerca de su parroquia hay una clínica abortiva y contaba el caso de tres chicas que al llegar a la puerta de la clínica algo les detuvo y acabaron por entrar en la parroquia y buscar la confesión. Las dos puertas daban acceso a que otro penetrara en el interior de esas chicas. El médico con el bisturí. El sacerdote con el amor. Del primero sale la muerte, del segundo sale la vida, la paz, la alegría. Pregunta: ¿De donde vino el sano juicio para cambiar de decisión? Este es un caso extremo de milagro… pero en el día a día ¿cómo disponerse a la virtud de la prudencia? La oración pidiendo luz a Dios, el pararse y reflexionar los actos día a día. Y también ayuda el acompañamiento espiritual con un sacerdote.

1 may 2010

Pascua V - Templanza


Templanza: Dominio de la voluntad

Luis J. Tamayo

Llegamos al 5º domingo de Pascua. Como venimos diciendo la Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo. Todas estas semanas de Pascua son tiempo de asimilación. Recordamos que a los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él desde la fe.

La pregunta es la misma: ¿Qué implica la resurrección en mi? y para responder seguimos profundizando en las virtudes como el camino de asimilar la resurrección de Cristo en mi propia vida, es decir, las virtudes como ese regalo de Cristo resucitado que nos capacita desde dentro a vivir de una forma nueva.

El cristianismo no es una carga, no es una moral pesada, no son puños para alcanzar algo inalcanzable. El cristianismo es un camino nuevo de vida que promete una alegría distinta en la medida que uno se deje llevar por la fuerza interior de Cristo resucitado en tu corazón. Es la alegría de un amor nuevo que desde dentro impulsa e irrumpe con fuerza, es el espíritu del resucitado en el interior de cada hombre, es Jesús queriendo irrumpir desde el corazón de cada hombre y plasmar caminos nuevos.  Lo que Él así vivió, Él así lo quiere repetir hoy en tu vida.

La pregunta es: ¿Qué espacio le dejas a Jesús para que irrumpa desde tu interior?

Las virtudes – como un camino de vida nuevo – implican esa colaboración del hombre con el resucitado. Recordemos lo que dice el Catecismo: las virtudes son adquiridas mediante el esfuerzo y la perseverancia, pero sostenidas y elevadas por la gracia divina. Si yo pongo de mi parte, Dios hace el resto.

Hoy hablamos de la Templanza, como aquella virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio de los bienes. La templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y apetitos sensibles y mantiene los deseos sin dejarse arrastrar por las pasiones (Catecismo nº 1809).

El Evangelio de hoy es impresionante para entender la templanza, mira a Jesús: Juan (13,31-33a.34-35): Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. (…) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."

Judas lleva en su corazón la traición. Jesús lo sabe, se huele lo que ha de venir… desde la templanza no se deja llevar por sus instintos ¿cuáles? miedo a huir y salir corriendo, pavor por lo que le espera, deseo de una vida más cómoda, no complicarse la vida, no llegar hasta el final con el Proyecto del Padre y tirar la toalla, ¿por qué no un camino más fácil?

¿Acaso no experimentamos que en medio de la dificultad una busca caminos más fáciles? ¿No es verdad que en medio del conflicto, problema o peligro uno desarrolla la creatividad al máximo para encontrar el atajo a algo más cómodo?

Pero Jesús no sale corriendo sino que se opta por el amor, y amar es el compromiso. Uno puede preguntarse: ¿acaso Jesús no sufrió la traición de Judas? ¿acaso no pudo pensar en levantarse y salir detrás de Judas, cogerle del cuello y gritarle “traidor?... la templanza asegura el dominio de la ira. ¿cuántas veces nos escudamos con la escusa: es que soy así y así me tenéis que aguantar… pero es porque uno no se esfuerza en el dominio de sí sostenido por la gracia divina de la templanza. Son las dos cosas, hay que poner de mi parte y hay que pedir la gracia.

Cuantas veces delante de la debilidad humana uno se justifica diciendo que no puede, que las tentaciones son superiores a uno mismo. Primero, la Palabra de Dios dice: Dios no tienta más allá de las fuerzas de uno… es decir que si viene la prueba, con ella viene la fuerza para vencerla. Segundo, es muy fácil decir que el león me ha dado un zarpazo cuando uno se ha metido en la jaula… pues no te metas! Padre, la carne me tira, me gustan mucho las mujeres… y no me puedo controlar… Y ¿qué te crees… que a mi no me gustan?... la falta no está en la caída… sino en la falta de previsión. La falta de sano juicio está en meterse a jugar con la tentación. Sal corriendo!!

La templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos… y si la voluntad es floja en la tentación, asegura el dominio para salir corriendo…  padre, es que cada vez que paso por delante de la pastelería no me puedo frenar y siempre acabo devorando pasteles… ¿cuál sería el sano juicio? Cruzar a la acera de enfrente, y no pasar por delante. Si se que no tengo fuerza y siempre caigo en lo mismo, no te acerques. Hay un dicho que dice: “Quien juega con fuego se quema”.

Por eso Jesús dice: amaos unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Mira a Jesús como opta por el amor limpio, honesto, sincero, sin rencor, sin preferencias, sin doblez. Ama a amigos y enemigos, ama aún en la traición, ama con verdadero amor. Esto sólo sale cuando uno se lo propone y de rodillas pide la gracia a Dios. Cuando uno reconoce delante de Dios que arrastrado por las pasiones no se acercaría a esa persona – por que provoca rechazo o repele – pero pide a Dios en la oración vencer su instinto de venganza, odio. O también reconocer que si hay una atracción desordenada e interesada, pedirle a Dios un amor ordenado, honesto y limpio.

La virtud es contraria al egocentrismo. La virtud eleva a la persona, la vivencia de las virtudes nos libera de tanto egoísmo y nos da un equilibro y paz interior que sólo tiene su fuente en Dios.

23 abr 2010

Pascua IV - Justicia

Queriendo dar a todos por igual, nos cerramos para recibir

P. Luis J. Tamayo

Estamos ya en el 4º domingo de Pascua. La Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo, para concluir este tiempo con la fiesta de Pentecostés.  Todas estas semanas de Pascua son tiempo de asimilación. Recordamos que a los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él de manera distinta: desde la fe.

La pregunta vuelve a ser la misma: ¿Qué implica la resurrección en mi? Hemos decidido profundizar en las virtudes como un regalo de Cristo resucitado que nos capacita desde dentro a vivir de una forma nueva. Con la resurrección de Cristo en el corazón del hombre llegamos a descubrir que el cristianismo no es una obligación de normas que se me imponen desde fuera, sino que es el don y regalo de Cristo que desde dentro del corazón capacita para vivir con una nueva fortaleza la alegría de unos nuevos valores.

Esto es lo que la Iglesia cristiana Oriental ha llamado siempre como la divinización del hombre. A nosotros, en la Iglesia Latina se nos ha educado más desde el seguimiento de Cristo hasta la cruz… y poco se nos ha enseñado toda esta perspectiva del regalo que nos hace Dios de la divinización, es decir, de apropiarnos de la fuerza del resucitado para vivir con una nueva vitalidad el cristianismo.

Vivir las virtudes es participar de la divinización. San Ireneo habla del “maravilloso intercambio”: Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciese dios.

La virtud que hoy contemplamos es la justicia: Según el catecismo de la Iglesia, es la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. La justicia para con Dios es el amor que le debemos (se traduce en dedicarle tiempo al diálogo con Él, cultivar la vida interior, conocer su Palabra, etc.) La justicia para con los hombres nos dispone a respetar a cada persona, promover la equidad y el bien común.

Muchas veces dar a cada persona lo que le es debido no es fácil. Encontrar el equilibrio de lo que es justo según el amor es realmente una capacidad que viene desde dentro. ¿Cuántas veces nos ponemos delante de las situaciones tomando partido? Es decir, no siendo justos ni equilibrados… la naturaleza nos lleva a inclinarnos por el que nos cae bien, nos lleva a favorecer a unos y a desinteresarnos por otros no afines a mis gustos. 

Jesús resucitado viene a regalarnos la capacidad de un corazón justo, un corazón equitativo. Jesús viene a darte esa mirada serena frente a esa situación y con ella viene la intuición de lo que es justo y la fuerza para ello. Esto nace dese dentro por gracia. Hay que pedirlo en la oración.

En el evangelio Juan 10, 27-30 dijo Jesús: - “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.”

Jesús conoce a todos por igual, nadie se escapa de su cuidado y amor. ¿Cuál es la justicia de Jesús? Es darle al hombre lo más grande que tiene y a todos por igual. Jesús nos viene a dar su vida eterna. “Yo les doy la vida eterna”, es decir, lo que es eterno y da la plenitud del corazón: el amor incondicional, el perdón sin regatear, la alegría de corazón… todo esto es tuyo porque Dios quiere regalártelo, sin mirar lo que tu haces, si cumples o no, si eres bueno o no, si te comprometes o no… puesto que la justicia es, como veíamos arriba, dar a cada uno lo que le es debido. Jesús dice en el evangelio de Mateo (5, 45): “El Padre hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre los justos e injustos”.

Entre los hombres nos hacemos daño y a veces pides perdón y no te lo dan, pues se guardan resentimientos, sin embargo, ¿a quien se le niega el perdón cuando acudes al sacramento de la reconciliación, a pesar de las faltas de amor que acumulamos contra Él? Entre nosotros si ignoras a alguien y lo desatiendes, luego si buscas que te reciba te llamará interesado, sin embargo, ¿a quien de nosotros se le niega la eucaristía cuando vas a comulgar, a pesar de habernos olvidado tantas veces de Jesús?

Él no se frena en dar, Él da todos, pero también su justicia es dar a cada uno lo que quiera recibir. No es que Él no de, sino que yo no quiero recibir de Él muchas veces, entonces Jesús en su justicia y equidad no fuerza. Se duele, se entristece, pues queriendo dar a todos por igual, muchos de nosotros nos cerramos para recibir. Esto es un corazón duro, un corazón autosuficiente, un corazón que a la larga se hace injusto puesto que no quiere recibir lo que le toca por amor. 

18 abr 2010

Pascua III - Fortaleza


FORTALEZA: Firmeza en las dificultades
(Luis J. Tamayo)

Estamos en el tercer domingo de Pascua. Recordamos que así como la Iglesia nos dio 40 días de Cuaresma para la preparación de la Semana Santa ahora nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo y lo que a nosotros nos implica, para concluir con Pentecostés (la venida del Espíritu Santo a los hombres).

El tiempo de Pascua empieza con el Domingo de Resurrección, culmen de la semana santa. Estas semanas siguientes son tiempo de asimilación. A los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él de manera distinta: una nueva relación, desde la fe, desde la vida interior y espiritual.

La pregunta ahora es: ¿Qué implica la resurrección en mi?

Me encanta preguntar a los niños, pues desde su inocencia son geniales. El otro día en la misa de los niños les preguntaba: si Jesús ha resucitado ¿dónde ha resucitado? ¿dónde se encuentra ahora? Uno espera que le digan: “en el cielo”, pero una niña respondió: “Jesús ha resucitado en mi corazón”. Esta es la locura de la resurrección que Cristo ha resucitado y para siempre se quedó presente en mi, en la comunidad, en la Historia. Sus palabras son estas: “Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20) – presente en mi; “Cuando dos o más se reúnen en mi nombre ahí estoy yo presente” (Mt ) – en la comunidad; “Estaré con vosotros hasta el fin de la historia”(Mt 28,20) – y en la historia. Esta es la realidad, quiera o no reconocerle, me de cuenta o no, me lo crea o no… Él está vivo en mi y en ti. Nada se le escapa.

Esto tiene unas implicaciones muy fuertes pues nos ayuda a entender que la religión no es una moral del deber, del tener que… Tengo que ser honesto, no tengo que decir mentiras, tengo que perseverar, Una religión desde el peso del “tengo que”, el peso de la ley se convierte en una moral que se hace una carga.  No es algo que libere, sino que se hace una carga. Así nos va a los cristianos que ponemos cargas unos a otros.

¿Quién no ha vivido este comentario? “Mira que hacer eso, ¿no entiendo para que vas a misa?”... es decir que al final es que por ser cristiano uno tiene que ser perfecto. Más que animarnos nos desanimamos mutuamente. (chiste)

El evangelio dice (Jn 21, 1-14): “No sabían que era Jesús”, pero Jesús no le recrimina a Pedro que no le reconoce… sino que Él vino a su vida para capacitarle, para abrirle los ojos: “Yo se que tu no puedes, pero yo en ti si puedo. Yo vengo a capacitarte desde dentro a vivir una vida nueva”.

¿Por qué estas homilías en Pascua sobre las virtudes? (Fortaleza,  justicia, templanza y prudencia) Porque no es algo que se me impone desde fuera, sino que la fuerza de la presencia de Jesús en tu corazón viene a capacitare para vivirlas. No es una norma del “tener que”, sino es la alegría de que estás capacitado para vivir de una forma nueva, desde una fuerza que brota de dentro, la fuerza del resucitado.

La fortaleza: es la virtud que asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien. Es la fuerza para resistir a las tentaciones y superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, de hacer frente a las pruebas y persecuciones. (Catecismo nº 1808)

Pedro dice: “me voy a pescar”, es decir, como Jesús ha muerto tiro la toalla y me vuelvo a la vida de antes… ¿para que todo esto? No tiene sentido. Jesús viene a traerle la fortaleza desde dentro. Cuando yo quiero tirar la toalla… abre los ojos!, párate!, reflexiona! pues está Cristo resucitado dentro de ti dándote la fuerza para perseverar, para vencer el temor, para seguir tu compromiso.

Jesús les dice: “¿tenéis pescado?”, es decir, ¿has conseguido algo con volver a lo de siempre?. Ellos contestaron: “No”… Entonces Jesús les dice: “Echad la red a la derecha y encontrarás”, es decir, vuelve a seguirme, intenta seguir mis pasos y ya verás que ahora puedes, pues yo te doy la fuerza desde dentro. Pedro, antes me seguías desde el voluntarismo, ahora date cuenta que soy yo quien te capacito desde dentro.

Entonces Pedro le reconoce, y Jesús le dice: “traed los peces que acabáis de coger”. Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes… Pedro experimento en sí una fortaleza para perseverar y arrastrar a otros hacia Cristo. La fortaleza está en ti, es Cristo dentro quien te da la fuerza para resistir las tentaciones y superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza te hace capaz de vencer el temor, de hacer frente a las pruebas de la vida.

La fortaleza y la perseverancia no es algo que yo me doy a mi mismo, por eso es una virtud. La virtud como veíamos el domingo pasado se consigue a través del esfuerzo sostenido por la gracia recibida en la oración. La vivencia de las virtudes es Cristo actuando en mi. Es importante entender que no es ese “vamos ahora a ser virtuosos” como una carga más a ver si alcanzo algo imposible… sino que las virtudes están ya en ti como potencia, están en la fuerza del resucitado y de uno depende el querer vivirlas y desarrollarlas.

11 abr 2010

Pascua II

Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti.
(P. Luis J. Tamayo)
Después de la semana Santa estamos en el tiempo de Pascua. ¿Qué es este tiempo pascual? Dos cosas: Primero, es el tiempo en el que Jesús se aparece a sus amigos y discípulos durante 50 días para confirmarles que Él está vivo, que ha vencido a la muerte y para acostumbrarles a reconocerle de una forma nueva, desde la fe. Y segundo: para ayudarles a entender que todos estamos llamados a participar de la vida resucitada ya en el aquí y ahora. Si el venció la muerte, nosotros unidos a él podemos vencerla… aquí y ahora. Unidos a Él podemos vencer nuestro pecado, nuestros vicios, nuestros defectos de carácter, nuestras faltas. Todo aquello que nos conduce a la muerte espiritual, ahora, unidos a Él puede ser vencido, pues el venció la muerte.
Estas 6 semanas (incluido el domingo anterior) quisiera hablar de las virtudes cristianas como la posibilidad de participar de la resurrección de Cristo aquí y ahora, como el camino de crecimiento y superación en la gracia, como el camino para hacer realidad el participar de la vida resucitada, como el camino para concretar la posibilidad de nuestra victoria sobre la muerte y el pecado.
El Domingo pasado fue la resurrección. Hoy la participación en la resurrección de Cristo y el regalo que Él nos hace de la gracia para cultivar las virtudes como superación y crecimiento en una vida de gracia. Los siguientes domingos veremos las cuatro virtudes cardinales: fortaleza, justicia, templanza y prudencia.
Para vivir esta nueva vida encontramos dificultades, los mismos discípulos la tuvieron. La dificultad la encontramos en nosotros mismos. La tradición siempre ha entendido este pasaje del Evangelio (Jn 20, 19-31) como el del envío de los doce, la institución del sacramento de la confesión, y sobre todo como el de Tomás el dudoso. Yo pienso: Como si sólo hubiera sido Tomás el que tuvo dudas… por lo que leemos en el Evangelio, todos, en un momento u otro dudaron.
Cuando pregunto ¿creemos que Jesús ha resucitado? Si, pero creemos intelectualmente. Mientras no aspire a la práctica constante de una vida de virtudes sostenida por la gracia, existencialmente aún no creo. Pues la resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en Cristo”.
Tomas es el prototipo de cualquiera de nosotros. Tomás tuvo dudas, como cualquiera de nosotros puede tenerlas. ¿quién no tiene dudas? ¿quién no se deja llevar por el pesimismo? ¿quién no ha experimentado alguna vez el verlo todo negro? ¿quién no se ha dejado llevar por el desorden, la apatía, el miedo, el bloqueo, etc.? el problema no son los defectos, sino la actitud que tomo delante de los defectos personales.
Todos acarreamos con defectos que están enraizados en nuestra carácter, y estas son las dificultades de que hablamos arriba. Levante la mano quien se considere perfecto! Tire la primera piedra quien no tenga pecado… pero el problema no son los defectos, sino que hago con los defectos de carácter. 
¿Qué significa la resurrección para nosotros? ¿Que significa participar de la resurrección de Cristo? Es la posibilidad de crecimiento, es poner toda la positividad en el hombre, es creer que el pecado no tiene la última palabra, que si Cristo venció la muerte, el hombre, por medio de su esfuerzo y la gracia puede ir superando y venciendo todo vicio, pecado, faltas, defectos, etc.
En el reino animal el águila es un bello ejemplo del cambio eficaz. A los 30 años su pico se deteriora y no puede alimentarse, las uñas se debilitan y no puede agarrar a la presa, sus plumas se vuelven tan pesadas que no puede volar. El águila está a punto de morir. Pero el águila cambia para no morir. Lija su pico hasta que cae, cuando crece un pico uno nuevo arranca las uñas y cuando salen las nuevas saca las plumas hasta que crecen otras livianas. Así vivirá hasta los 70 años. Decimos que el hombre es un animal de costumbres, y a veces el no cambiarlas le lleva al deterioro.
A Jesús no le importó la falta de fe, las dudas, o el pesimismo de Tomás. Jesús no le recriminó el que no creyese, Jesús vino a enseñarle una nueva actitud frente a la vida. “Tomás a partir de ahora has de ver tu vida con ojos nuevos, no puedes regirte como hasta ahora lo has hecho”; pero yo te voy a ayudar… dame tu mano, dame tu dedo… toma de la gracia.
Tomás cambió, de la duda, pasó a la fe, del miedo pasó a la perseverancia, de la prontitud a negar pasó a la prudencia de afirmar, etc. el deseo de Jesús para contigo y conmigo lo vemos en Tomás, Jesús busca regalarnos la gracia de convertir el defecto en virtud. Pero para cambiar cualquier defecto en virtud hace falta dos cosas: Primero, hay que estar dispuesto a cambiar, una de las cosas que todos nos resistimos; y segundo, hay que pedir la asistencia de la gracia divina de forma constante.
El catecismo de la Iglesia define la virtud como una disposición habitual y firme a hacer el bien. Dice, que permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de si misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. Esto es participar de una vida resucitada.
Las virtudes humanas se adquieren mediante la educación, actos deliberados, y la perseverancia reanudada siempre en el esfuerzo, y concluye diciendo, que son purificadas y elevadas por la gracia divina, es decir, con la ayuda de Dios forjan el carácter y se hacen espontáneas en el hombre. Participar de la resurrección de Cristo implica esfuerzo y gracia. La voluntad nunca queda anulada, pero sin la voluntad la gracia poco puede. San Agustín dice: Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti.
El hombre o crece y cambia, o muere. ¿Qué es una vida sin aprender algo nuevo, sin aspirar a mejorar, sin deseos de superarse, sin ganas de alcanzar metas nuevas? Esto es morir en vida, es no creer en la resurrección. 
La fe en el resucitado da fruto en nuestras vidas si es usada todos los días. Cristo ha resucitado, esta es la verdad de nuestra fe, y esta fe hay que aplicarla todos los días de nuestra vida.
Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo. El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?" Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?". El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días." Exacto replicó el sacerdote, exacto.

3 abr 2010

Resurrección!!

Toda la historia de la salvación en la Biblia desemboca en este punto: En que María Magdalena, en que los discípulos de Emaús, en que Juan, Pedro, Santiago, y tantos otros, se encuentran con Jesús resucitado, y experimentan el perdón que salva, el amor que restaura, la misericordia que levanta.

La fe en el resucitado da unas claves muy útiles para entender la vida humana.  Necesitamos algo que de sentido a toda nuestra historia. Sin algo que explique todo lo que pasa en nuestras vidas y en el mundo en general, la vida se vuelve absurda. Muchos interrogantes invaden nuestra mente y nuestro corazón. Porque tanto dolor. Porque mi pecado. Porque caí donde caí. Porque tantas lágrimas derramadas. Porque la muerte, la enfermedad, el pecado, la desdicha.

Cuando el hijo prodigo regresó a la casa del padre destrozado, roto por dentro, en la profunda experiencia de la soledad y la ruptura interior, también tendría muchas preguntas que hacerse a sí mismo, incluso algún reproche a su Padre. ¿por qué hice lo que hice? ¿por qué hago lo que no quiero y lo que quiero no sale?... Papá ¿por qué me dejaste marchar? ¿Cómo eres tan inconsciente que me diste todo lo que te pedí?

En ese momento, seguro que el hijo no entendió que todo lo que había vivido era necesario. Cuantas veces nos han dicho: por ahí no… y nos dio igual. Sólo, hasta que uno se da el morrazo es cuando se aprende la lección. Muchas veces las caídas, los golpes de la vida, son muy necesarios en la vida.  Son lecciones magistrales de las que aprendemos mucho más que cuando nos dan las instrucciones. La luz de la fe nos ayuda a resituar toda nuestra historia como una historia de salvación, y sólo cuando encontramos mucho amor de Dios, nos damos cuenta que todo lo vivido ha sido necesario para descubrir la gratuidad de tanto amor.

“Tengo por bien reído lo reído, y por bien llorado lo llorado. Porque al final del tiempo he descubierto, que lo que el árbol tiene de florido, le viene de lo que tiene sepultado”.

La vida promiscua de la Magdalena, la avaricia de Mateo, las dudas de Tomás, la locura de Saulo persiguiendo cristianos, las negaciones de Simon… todo había sido necesario para descubrir que solo el amor resucitado de Cristo podía atravesar la barrera del miedo y conquistar la libertad de estos para una vida nueva. Solo el amor resucitado de Cristo podía atravesar la barrera de la muerte de una vida promiscua, la barrera de la muerte que supone la avaricia y el egoísmo, la barrera de la muerte que supone una vida llena de temores y pesimismo… Jesús entra en toda esa miseria humana y le da un vuelco, lo resucita, lo transforma, lo levanta. Cuando Cristo entra comienza algo nuevo: la Magdalena de ser una buscadora de amores por las calles, pasa a ser la de un solo amor en Cristo; mateo el que sólo recauda impuestos lleno de avaricia, pasa a “recaudar” y coleccionar detalles de la vida de Jesús para escribir el Evangelio; Saulo el perseguidor de cristianos, ahora es Pablo el evangelizador de gentiles; Simón quien le negará tres veces, ahora es Pedro la cabeza de la Iglesia.

¿Qué pasó en esas personas que provocó un antes y un después? La experiencia de un amor tan fuerte capaz de conquistar la libertad humana y ganarla para sí. Este es el poder de la resurrección.

¿Por qué Dios no tiene más fuerza en mi? Quizás aún esté demasiado atrapado en mis miedos, en mis vicios, en mi orgullo, y no le dejo entrar todo lo que Él quisiera entrar en mi corazón.

Déjale entrar, déjate amar, déjate abrazar ahí dónde aún tienes resistencias, dónde aún tienes miedos, dónde aún sientes vergüenza, deja que su amor resucitador penetre y su Luz alcance tu oscuridad. Déjate resucitar ahí dónde hay aún muerte… esto lo hace el milagro de la confesión… sacar a la luz las heridas que son de muerte y ponerlas a la luz de su amor sanador.

Y desde aquí comenzar con un compromiso nuevo, con nuevas fuerzas, con una nueva ilusión. La gracia resucitadora te levante, te de el entusiasmo, la alegría para seguir a Cristo en tu vida.  Ya no eres Simón, eres Pedro un hombre nuevo. Ya no eres “la Magdalena”, eres María Magdalena una mujer nueva. Ya no eres Saulo, eres Pablo, un hombre nuevo.