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18 ago 2013

XX Domingo TO, REFLEXION Evangelio Semanal


Salir de la zona confort
(P. Luis J. Tamayo)

Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:  «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Estos días de verano me invitaron a cenar con unos matrimonios, entre ellos había una mujer que me sorprendió por lo apasionada con que vivía y hablaba de la fe. Es un gusto escuchar y dialogar con personas apasionadas por algo en la vida. Uno se puede entusiasmar por mil cosas, mil temas, mil hobbies… pero hay pasiones que alimentan el alma y otros que poco aportan.
Los grandes Maestros de la Antigüedad clasificaban los temas según construían al hombre: los intereses por cosas más bajas como el futbol o la moda, luego estaban las cosas más elevadas como la política o la economía, aún las había más elevadas que alimentaban más el corazón del hombre: el arte o la literatura… Pero todos los grandes maestros de la antigüedad estaban de acuerdo que la búsqueda del misterio de Dios era de los intereses más altos a los que el hombre podía aspirar. La pasión por Dios no sólo cambia la vida de una persona, es que es capaz de cambiar grupos sociales, mover montañas, hacer grandes obras.
Esto lo vemos en los grandes santos como por ejemplo Madre Teresa de Calcuta. Estos días que he estado en Polonia he podido constatar como el papa Juan Pablo II, un hombre apasionado por Jesucristo, ha marcado toda una generación en ese país. Las iglesias llenas con gente joven, muchos sacerdotes jóvenes por la calle, familias en las misas… y no sólo en Polonia, sino en el mundo entero.
Esto es a lo que el Papa Francisco invitaba a los jóvenes en la JMJ de Rio de Janeiro. Les decía: “Jóvenes necesitamos vivir la fe con un corazón apasionado!!”. Este es Jesús en el Evangelio de hoy cuando dice: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. Jesús se refiere al fuego del amor, al fuego de la pasión, al fuego que hace arder el corazón por el cariño a Dios. Me entusiasma ver a Jesús en este deseo tan fuerte en el que expresa: He venido a prender el fuego del amor a esta humanidad, a todos vosotros…!! La fe ha de vivirse con gran entusiasmo y fuerza.
Yo no se que tiene las vacaciones del verano (en España) que muchas veces nos deja a medio gas… uno debería plantearse bien como vivir unas vacaciones para no sólo desconectar del trabajo, sino también alimentar la vida, crecer y madurar. El otro día nos reíamos con un chaval; me decía: le voy a resumir mi verano: “perezoso, gandul, vago y holgazán”; Le pregunté: ¿así durante 60 días?
La fe y la vida no la podemos vivir de forma mediocre. La mediocridad mata el espíritu y el entusiasmo; la mediocridad acaba por llevarnos a la desidia y a tirar la toalla. En el libro del Apocalipsis encontramos esta expresión (Ap 3,15-16): “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
Esta mañana leía (Imitación de Cristo Libro 1, Cap. 25.4) que en la vida espiritual uno saca más beneficio si lucha con fortaleza aunque tenga más pasiones que aquel que poco hace aunque sea muy virtuoso.
Uno no puede quedarse en lo cómodo que ya conoce, al final queda lleno de hastío. No es verdad el dicho: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Uno debe aspirar siempre a algo más, salir de su zona confort. El viernes salí de excursión con los chavales de la parroquia a la Pedriza, aspirábamos a subir a la Charca Verde. Anduvimos casi 3 horas de ida. Más allá de la mitad del camino, ya muertos de calor, los chavales empezaron a quejarse: ¿Cuánto falta?, hace mucho calor… entonces nos paramos a darnos un chapuzon en el río. Era una zona muy maja, pero el agua no cubría más que por la rodilla. Muchos de ellos decían: Mejor nos quedamos aquí!! Preguntando a un señor me decía, merece la pena un empujón más, es una poza muy grande y muy bonita. Costó un poco animarles, pero al final nos decidimos a subir. Cuando llegamos, efectivamente, el sitio era espectacular, lo pasamos genial, una poza grande en la cual te podías bañar, saltar en las rocas, tirarte como por toboganes, etc.
En la vida y en la fe uno fácilmente se conforma con lo que tiene, pero es importante siempre aspirar con ímpetu a algo más. La pasión por la vida, el entusiasmo por las cosas, el amor a Dios nos debe empujar a cultivar ese fuego por llevar a otros el don de la fe. Dijo Jesús a sus discípulos: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!

23 jun 2013

Domingo XII, REFLEXION Evangelio Semanal


¿Quién decís que soy yo?
P. Luis J. Tamayo

Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: - «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: - «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: - «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: - «El Mesías de Dios.»…

Imagino que vosotros también habréis recibido de esos correos electrónicos en el que se pide que respondas a 25 preguntas sobre la persona que te lo envía, para luego devolvérselo… luego dice la carta que si lo haces te sorprenderán las respuestas de tus conocidos. ¿A quién no le interesa saber lo que otros piensan de si mismo?, ¿verdad?
Jesús, sin utilizar el correo electrónico, también le interesaba que es lo que los discípulos podían saber de Él, así lanza la pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?»; entonces los discípulos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que un antiguo profeta».
Más adelante, a Jesús, no sólo le interesa saber que es lo que dice la gente de Él en general, sino que dicen los suyos, sus íntimos, sus amigos… entonces vuelve a hacer la pregunta por segunda vez: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo:
«El Mesías de Dios».
Pedro le llamó el Mesías pues él entendía que Mesías significaba Salvador. Pedro no lo dijo por que sí… Pedro lo dijo fruto de una experiencia, fruto de una experiencia profunda de haberse visto profundamente amado y por ello rescatado de su miseria. El amor es lo que nos da valor. Saberse amado es saberse valorado, y por lo tanto importante.
La experiencia de Pedro es que Jesús lo había salvado. Jesús había creído en él profundamente, Jesús había restaurado su corazón roto, Jesús lo había mirado con amor y esa mirada había calado hondo. “Pedro no me avergüenzo de llamarte a mi Iglesia”.
Si un médico por no definirse o implicarse del todo en su trabajo deja morir a alguien, el médico es expulsado del Hospital. Sin embargo, Jesús confirmó a Pedro en su llamada para ser cabeza de la Iglesia a pesar de haberle negado y así dejarle morir en la cruz…. ¿No crees que esa segunda oportunidad la experimentó como una experiencia de muchísimo amor y confianza? Así Pedro le pudo decir: “Tu eres el Mesías, mi Salvador”.
Y tú, ¿cómo responderías a la pregunta?, ¿quién decís que es Jesús?; que experiencia tienes de Jesús que te ayudaría a definirlo.
Yo puedo decir que Jesús es mi fuerza, es la roca donde me apoyo. Lo diré con las palabras del Salmo 18,2: SEÑOR, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fuerte mío, en él confiaré; escudo mío, y el poder de mi salvación, mi refugio.

18 feb 2013

I Cuaresma, REFLEXION Evangelio Semanal


Nunca desestimes a tu oponente
P. Luis J. Tamayo

(Lucas 4, 1-13)
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó:
- «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
El eje de las 5 reflexiones de Cuaresma gira en torno al segundo domingo (II), la Transfiguración, es decir, es la invitación a poner un horizonte claro a nuestra vida cristiana; ¿la meta? transformación en Cristo. Puesta la meta nos encontramos con dos tipos de retos: uno que viene de fuera, las tentaciones; y tres que son mi colaboración con el proyecto de colaborar en la tarea de Dios de mi transformación en Cristo. El domingo (I) hablamos de las tentaciones, aquellas que vienen a desanimarme y a obstaculizar la meta última al que ha de tender nuestra vida: reproducir la vida y el amor de Cristo. El domingo (II) es la meta: La transformación en Cristo. Los tres últimos domingos: tres ejercicios de colaboración para esta transformación: oración (III), ayuno (IV) y limosna o caridad (V).
Hablar de las tentaciones no tiene público. No interesa hablar de ellas. Es un tema que no vende. Pero ignorarlo es ya una de las trampas favoritas del tentador.  Un buen entrenador siempre te dirá una cosa: no desestimes a tu oponente. La astucia del oponente muchas veces es mayor que la nuestra. Por eso Jesús dirá en el Evangelio: Mateo 10:16 He aquí, yo os envío como á ovejas en medio de lobos: sed pues astutos como serpientes, y sencillos como palomas.
Las tentaciones pierden todo interés si no es en el horizonte de un proyecto de vida.  Si uno no tiene un ideal de vida que le proyecte hacia a delante, entonces estar dando vueltas es lo normal. Uno queda atrapado en todo tipo de tentaciones cuando no tiene bien marcado el horizonte en la vida, el proyecto del cristiano es Cristo, y de ahí nace la ilusión por la lucha y superación de obstáculos.
Teniendo Jesús la meta de su vida bien clara, entonces surge el tentador para desviarle del camino. El padre de la mentira quiere desviarle del verdadero proyecto de Dios y, bajo apariencia de bien, le hace unas propuestas que son confusas.
Según la Tradición de la Iglesia las tentaciones que se le presentan a Jesús son tres:
1) Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que son los “placeres”.
2) Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.» Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que es el “poder”.
3) Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".» Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que serían las “riquezas”.
Hay que dejar claro que son tentaciones para  desviar a Jesús del gran proyecto de Dios para con su vida.
Los Placeres pueden presentarse como tentación: O ¿a caso el placer de una vida llena de caprichos no tiene su atractivo? Pero el exceso de placer te deja atrapado en la incapacidad lucha y esfuerzo para llevar a delante la edificación de tu vida.
El Poder puede presentarse como tentación: O ¿a caso el poder y la gloria humana no tiene buen sabor? Pero te aleja de la verdadera humildad  y al final te hace creer que con tu sola fuerza lo puedes todo sin necesitar de Dios en la vida.
Finalmente, las Riquezas también pueden presentarse como tentación: O ¿a caso acumular de todo (ropa, bisutería, electrónicos, etc.) lo que se me antoja no da una grata sensación de seguridad y de glamour? Pero la adquisición sin pensar si de verdad lo necesitas te atrapa en la compulsividad y al final acabas por perder el domino de ti mismo.
Alimentar estas tentaciones acaban por dejarnos sin la fuerza de Dios, sin la capacidad de esfuerzo y sin dominio de si, de esta forma ¿crees que puedes construir el proyecto de Dios para tu vida?
Lo grandes santos siempre se han dejado guiar por un “director espiritual” o un “acompañante espiritual”. Ellos sabían bien de la necesidad de contrastar el camino de la vida para no dejarse distraer por tantas cosas que nos quitan fuerza del objetivo final, identificarnos con Cristo.
Jesús nos invita, como él hizo, a alimentar el horizonte y la meta de la vida, (oración, caridad y esfuerzo) pues sólo teniendo claro hacia donde vamos es cuando sacamos conciencia para darnos cuenta si estamos enredados en otros caminos que no nos conducen a la meta.

23 dic 2012

IV Adviento - REFLEXION Evangelio Semanal


María, mujer de acción
P. Luis J. Tamayo

Por fin hemos llegado al 4º domingo del tiempo de Adviento. Hemos ido recorriendo domingo tras domingo la escucha de la Palabra y nos hemos dejado interpelar escuchando una invitación desde cada evangelio para preparar bien este tiempo de Navidad. Cada domingo ha sido una invitación a vivir de forma más consciente un Adviento distinto, un tiempo especial.
El 1er domingo recibíamos la invitación de poner en práctica una oración pidiendo fortaleza para vivir este tiempo de Adviento de forma especial. El 2do domingo hablamos de una preparación más interior, a través de actos de humildad interior. El la propuesta del 3er domingo consistía en algo más externo: en hacer pequeños actos de caridad pero desde la alegría. Y hoy nos encontramos ya en el 4º domingo en el que el Evangelio nos propone a María como modelo a imitar.
Lucas 1, 39-45: “En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito. «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!...”
El Evangelio nos relata la experiencia de María por el que después del encuentro con Dios en el que recibe la noticia que el Espíritu Santo la cubrirá y concebirá en su seno al Hijo de Dios, ella quedó tan llena de Dios, tan abrumada, tan feliz, que la reacción inmediata fue la de ponerse en acción a compartir con su prima Isabel la alegría de lo que ella había recibido; ponerse en acción a ayudar en lo que su prima Isabel necesitara, pues era mayor y había quedado también embarazada; ponerse en acción…
La actitud más cómoda del cristiano es la de estar parado, nos cuesta mucho el compromiso, el voluntariado, el ofrecernos para el servicio. El sospecha al que dirán nos paraliza, el miedo a “no vaya a ser que me líen”, la sospecha de que me van a liar…
El otro día hablaba con una persona a la que habíamos ayuda para organizar las cosas de la Iglesia y me contaba que alguien en torno a su familia le decía: “A ti te veo mucho liarte con cosas de la Iglesia, que te van a atrapar…” Pero luego esta persona me decía: “Mira, yo nunca había estado involucrado en cosas de Iglesia, me parecía un tostón, pero si te soy sincero desde que os he conocido esto me gusta.”
Así es, cuando uno va teniendo experiencia de un encuentro con el amor de Dios, cuando uno goza de la alegría de la fe, uno no puede más que ponerse en acción… como María. Lucas 1, 39-45: “En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá… Es preciosa la expresión: “María se puso en camino”. El encuentro con Dios dinamiza al hombre, la experiencia de la oración pone en marcha a la persona. Nuestro Dios es un Dios vivo que hace vibrar el corazón del hombre, que nos pone en marcha, que nos pone en camino.
La experiencia de tantos santos que desde el encuentro con Cristo en la oración les llevaba a ponerse en camino. Son experiencias visiblemente extraordinarias para que las tengamos como punto de referencia. La Madre Teresa de Calcuta, el 10 de septiembre de 1946, mientras viajaba en tren desde Calcuta a Darjeeling para hacer su retiro anual, recibió su "inspiración", su "llamada dentro de una llamada." Aquél día, de una manera que ella nunca explicaría, la sed de amor y almas de Jesús se apoderó de su corazón y el deseo de saciar Su sed se convirtió en la fuerza motriz de su vida. Madre Teresa se puso en camino.
Pero también reconozco que hay situaciones que oramos y que no conseguimos mover un dedo, que quedamos un tanto paralizados… hablaba hace unas semanas con un amigo que se estaba separando con 3 niñas. La mujer estaba metiendo veneno en las hijas en contra del padre. El me decía que tenía que hablar con ellas de la situación, hablar con objetividad pues lo que la madre decía no era del todo verdad ni justo. Pero me contaba que pasaban los días y que no podía, que se bloqueaba. Me decía que le pedía a Dios la ayuda y que no le salía.
Hay tantas situaciones que nos paralizan… yo también lo veo en mi propia experiencia. Pero lo que he descubierto en mi vida es que estas situaciones de bloqueo no pueden ser fuente de desanimo o tirar la toalla, sino un empuje para mayor oración, para mayor confianza, para mayor abandono en Dios, confiando que Él nos dará la fuerza en el momento debido; Dios sabe el cuando, nosotros seguimos pidiendo, seguimos poniendo de nuestra parte, seguimos poniéndonos en acción en lo que podamos.
Hace meses una mujer, alto directivo de un banco, me decía que a pesar de su deseo no encontraba el tiempo para orar. Sus tres hijos, la casa, el trabajo, los viajes al extranjero, el marido… no había forma. Yo le dije que Dios nos pedía a todos orar, pero no como una carga. Le pregunté que entendía por oración. Ella me respondió que 30 min pausados, el rezo centrado del rosario, etc. como los había hecho en algunos retiros que había ido. Estaba bloqueada pues no conseguía repetir el mismo modelo de oración. Le dije: veamos con creatividad como podemos sacar momentos durante el día para orar. ¿Por qué no rezas los 5 misterios repartidos durante el día? Por la mañana, en el coche, a medio día, acostando a los niños… ¿Por qué no escuchas el evangelio en el coche en una aplicación que se llama “rezando voy”? ¿Qué tal 5 min justo al levantarte de dar gracias a Dios por el nuevo día? ¿Una visita de 5 min a alguna Iglesia que te pille de camino al regreso a casa?... a esta mujer se le iluminaros los ojos… Todo es ponerse en acción en la medida de mis posibilidades, el resto lo irá poniendo el Señor.
Os recomiendo una oración que a mi me ayuda mucho para ponerse en acción:
“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia. Así sea.”

6 oct 2012

XXVII Domingo T.O., REFLEXION Evangelio Semanal,


El AMOR, fundamento de la relación humana
(P. Luis J. Tamayo)

Marcos 10, 2-16:  En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.» (…)

El Evangelio de hoy es bastante complicado de entender cuando en la sociedad que vivimos el divorcio, no sólo es lícito, sino que además es lo que con mayor naturalidad se publica en las revistas y programas del corazón. Una situación de dolor, traumática y de fracaso se ha banalizado tanto que se ha convertido en algo ‘normal’.
La pregunta que en ese momento le hacen los fariseos a Jesús es la misma pregunta que cualquier persona le hace hoy a la Iglesia: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». La pregunta, además, tanto ayer como hoy se hace en el mismo tono malicioso: “le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba”, puesto lo que se pretende es justificar que la Iglesia está desfasada de la sociedad, vive a años luz de la situación de la realidad social, la Iglesia no avanza, no es moderna, es ‘carca’ y antigua…
Vamos a fijarnos como sale al paso Jesús. Él les pregunta primero sobre el ambiente legal del momento. «¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.» Los judíos vivían religiosa y políticamente anclados en la ley de Moisés y la ley permitía el divorcio en ciertos casos. Pero a continuación Jesús explica el por qué se permitía: Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto.» Jesús deja bien claro que en la mayoría de los casos es por la terquedad humana que se llega a permitir el divorcio, no es por otra razón. Ahora la pregunta es ¿qué debe prevalecer: nuestra terquedad o nuestro sano juicio?
Jesús es demasiado brillante como para entrar en el juego simplista de la cuestión. La casuística particular no es la respuesta. Habrá casos muy delicados de ruptura que tendrán alguna justificación, pero la respuesta necesita de un principio base, de un fundamento.
Jesús, para responder va a dejar claro el fundamento del Amor, no se va a enredar en cosas secundarias o superfluas del asunto. Jesús se adentra en la raíz de la cuestión, por eso dice: “al principio”… al principio de la creación, al inicio de todo. Es como si dijera: vamos a la raíz de la cuestión, vamos al fundamento de la relación humana entre dos personas: “Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” Jesús está hablando de que en el origen de la relación debe de estar el Amor de Dios, un Amor con mayúsculas, el verdadero amor que ama sin condiciones, sin peros, que es paciente, que no guarda rencor al otro, que se entrega en generosidad, que no pasa cuentas ni calcula lo que da para luego exigir a cambio (1 Co 13).
Al principio de una relación tiene que estar el gran AMOR que nace de Dios, que todo lo potencia, que hace las cosas nuevas, que perdona y da una segunda, tercera, cuarta y mil nuevas oportunidades (Lc 15). El Amor de Dios que renueva las fuerzas, que da la paciencia frente a las imperfecciones del otro, que anima, levanta y reconcilia (Jn 11,1-45). Un Amor que no es humano, que es divino, que limpia el corazón de tal forma que deja ver al cónyuge siempre con ojos nuevos, un amor que rejuvenece el cariño mutuo, que colma de alegría, que refresca el enamoramiento aún pasados 50 años de matrimonio. ¿Crees que este Amor existe? Yo si lo creo. Lo he visto en ancianos paseando por la calle cogidos de la mano, que los años no han hecho más que pulir el egoísmo de cada uno para dejarlos unidos en un amor fuerte. Lo he visto en mi vocación sacerdotal que después de 18 años de entrega a Dios, su Amor es aún capaz de levantarme en las dificultades, su Amor me ayuda a ilusionarme por el proyecto de levantar una nueva parroquia, su Amor me da la alegría para enfrentar cada día… es sólo su misericordia lo que me sostiene día a día.
Una vez que conoces esta clase de AMOR, la pregunta ya no es: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»  sino, ¿es licito casarse sin sostener ese proyecto en el Amor de Dios?, ¿crees que merece la pena apostar por un proyecto como el matrimonio sin estar sostenido en el Amor de Dios? 

30 ene 2011

¡La felicidad es alcanzable!

(P. Luis J. Tamayo. Homilía de las Bienaventuranzas para la misa de jóvenes)

El Evangelio de hoy toca la fibra más profunda del ser humano: el deseo de felicidad. Si en un foro de mil personas dices: Levante la mano quien NO quiere ser feliz!... Nadie lo hará… por lo tanto, estamos delante de una realidad universal. Si delante del mismo foro dices: Levante la mano quien SI quiere ser feliz en esta vida!... Todo el mundo la levantará. Por lo tanto, el deseo de todo hombre es alcanzar la felicidad.

Una pregunta interesante es: Si todo hombre tiene el deseo de ser feliz, desde el más pequeño hasta el más grande, desde el africano hasta el asiático… Si es un deseo inserto en lo profundo del corazón de todo hombre, si es el anhelo más autentico que brota del interior del ser humano… Atentos: ¿No será que es el mismo Dios quien ha puesto este deseo en todo hombre? ¿No será que es algo que viene de fábrica? ¿No será que es algo innato y que constituye la esencia del ser hombre?

El deseo de felicidad no es un defecto de fábrica… es lo más bello que constituye al ser humano por dentro, es lo que hace al hombre ser auténticamente hombre. (El animal busca el placer, el hombre busca la felicidad.)

El punto de partida está claro. Todos los hombre tenemos el mismo deseo como algo innato al ser humano. Ahora bien, la siguiente pregunta está en ¿como alcanzar la felicidad?

Este mundo en el que vivimos sabe de este deseo, y por ello nos presenta sus propias alternativas… ¿Qué camino propone el mundo? Hay distintas ofertas de alcanzar la felicidad. El mundo nos dice: para ser feliz tienes que ser multimillonario, para ser feliz tienes que vivir como la “beautiful people” de las revistas del corazón, para ser feliz tienes que ser como un modelo cachitas (para ellos) o tener cuerpo esbelto de botella de cocacola (para ellas)… son caminos que incitan a la imitación… es decir, que si sigues por aquí, si imitas estas formas… se te promete un subidón… pero no lo confundas con la felicidad. Yo recuerdo de chaval que cuando llegaba el fin de semana, salir de fiesta, quedar con los amigos… me subía la adrenalina… pero el domingo por la tarde se acababa todo… había que tocar con la realidad del lunes… se hacía cuesta arriba.

Un chaval me decía que había experimentado como toda su adolescencia vivía como la espuma de una cocacola. Le venía un deseo fuerte por tener una cosa… y se encendía, se obsesionaba, lo defendía con argumentos frente a sus padres… hasta que después de meses lo conseguía… me decía: Tenía un subidón por unas semanas… y de pronto como ya lo tenía conseguido, me calmaba. De pronto, veía otra cosa, y vuelta a empezar con lo mismo. Hasta que me di cuenta que sólo vivía de subidotes temporales. De “momentos de felicidad” que eran el resultado de conseguir cosas.

Entonces hemos de replantear la pregunta anterior, la pregunta correcta es: ¿cómo alcanzar la verdadera felicidad? Jesús, en el Evangelio de hoy nos ayuda a distinguir la “AUTENTICA FELICIDAD” de los “MOMENTOS FELICES”… y todo se basa en la duración y calidad de lo que llamamos felicidad. Lo explicamos:

Hay cosas que te hacen felices por un momento, te alegran el corazón, te traen una sonrisa. Por ejemplo, hace unos años me regalaron por mi cumpleaños una tarta de chocolate que llevaba por encima, hecho en azúcar, una caricatura mía. Me hizo mucha ilusión… me pareció un detallazo. Pero la tarta se acabó y ya está.

Sin embargo, yo me he preguntado mucho ¿cómo ir alimentando una felicidad que se vaya acumulando y enraizando en mi vida?, que no sean sólo algo momentáneo, sino algo que vaya quedando como poso.

Jesús lo explica en las bienaventuranzas de Mateo 5, 1-12: A ver si eres capaz de distinguir la siguiente reflexión: Si te llaman para ir a una fiesta, tienes una felicidad del momento, pero esta toca lo superficial del sentimiento... Cuando acaba la fiesta, esa sensación se acaba. Sin embargo si eres humilde para perdonar una ofensa, la felicidad de la reconciliación se enraíza en lo profundo de tu ser y moldea el carácter de la persona - ¿Cuál es la diferencia? Ir a la fiesta, conseguir el último juego de la play alimenta el hacer o el tener, sin embargo, perdonar, alimenta el SER de la persona. Lo uno es externo al hombre; lo segundo se implanta en el SER mismo del hombre. Lo primero viene y se va. Lo segundo permanece y forma tu personalidad. ¿Se me entiende? Es muy importante alcanzar a distinguirlo, pues en ello nos jugamos nuestra felicidad.

¿Qué camino propone Jesús? Las Bienaventuranzas. Es el camino de poner en práctica unas actitudes que si se viven, a largo plazo, constituyen el perfil y la forma de ser de una persona. Una persona que mantiene la alegría, la serenidad a largo plazo… eso es a lo que Jesús apunta: la sencillez para descomplicar las cosas; el que tiene capacidad de sufrir sin quejarse; el que sabe ser justo; el que no juzga y sabe comprender con misericordia al otro; el que es limpio de corazón y siempre ve bondad en las intenciones de los demás, los que no entran en controversias y buscan la paz, etc.

Dejadme traducir las Bienaventuranzas de Jesús en un lenguaje más moderno, tomándolas de Santo Tomás Moro. Éste es el texto que dejaba escrito poco antes de ser decapitado en la torre de Londres, por orden del rey Enrique VIII. Son las “Bienaventuranzas” que escribía en 1535:

Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.

Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita, porque evitarán muchos inconvenientes.

Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas, porque llegarán a ser sabios.

Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.

Felices los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.

Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.

Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas y con tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.

Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio, porque su camino será pleno de sol.

Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por lo imprevisible.

Felices si saben callar y ojala sonreír cuando se les quita la palabra, se les contradice o cuando les pisan los pies, porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.

Felices los que son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás aún cuando las apariencias sean contrarias. Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.

Felices, sobre todo, los que saben reconocer al Señor en todos los que encuentran, pues entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.

("El gusto de vivir", de Sto. Tomás Moro)