
19 dic 2011
Adviento IV

11 dic 2011
Adviento III

P. Luis J. Tamayo
La luz es el símbolo de la Navidad. El viernes noche salí a dar un paseo por la ciudad, quería ver las luces navideñas, respirar un poco de ese ambiente navideño que invade las ciudades en estos días. El gran símbolo de estos días son las luces que adornan toda la ciudad. La luz es el símbolo de la Navidad. ¿Por qué? El día de Navidad lleva consigo el solsticio (el solsticio de invierno, celebraba el regreso del Sol, en especial en las culturas romana y celta: a partir de esta fecha, los días empezaban a alargarse, y esto se asociaba a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba encendiendo fuegos. Posteriormente, la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, dándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y la luz en el mundo).
El Evangelio de hoy nos habla de esta invitación a aprender a ser testigos de la LUZ para este mundo como modo, no ya de prepararnos nosotros, sino de preparar a este mundo a la venida de Navidad. El evangelio habla de Juan el Bautista como el precursor del Señor, el que preparó el camino del Señor… gritaba: allanad los caminos, preparad el camino al Señor. Juan 1, 6-8. 19-28: Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan, éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Testigos de la luz… que expresión tan bonita. Ya no son luces electricas las que iluminan a las gentes de una ciudad, sino cada uno de nosotros que con nuestras vidas y nuestra obras somos testigos de la luz. Jesús ya nos lo dijo: Estamos llamados a “ser luz del mundo, ser sal de la tierra” (Mt 5, 13-14). Esta tercera semana de Adviento, la invitación ya no es la de prepararnos, sino la de preparar al mundo para la llegada del Señor. Tanta gente que también tiene derecho a conocer al Señor... Ser testigos del que ha de venir.
¿Cómo ser testigo de la Luz? Tanto en la Primera como en la Segunda lectura tenemos unas cuantas ideas… léelo, medítalo y saca tus propias conclusiones para tu vida.
La carta a los Tesalonicenses 5,16-24 Pablo dice tres cosas importantísimas: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión. Son tres claves fundamentales para el cristiano… la alegría, la gratitud y la oración… vivir esto es ser testigo de la Luz.
“Estad siempre alegres”. Dicen que “un cristiano triste es un triste cristiano”. ¿Sabes del poder de una sonrisa? Es capaz de conquistar el corazón de cualquier persona… sino que se lo digan a una abuela cuando un nieto le hace una carantoña con una sonrisa… la abuela se deshace.
A mi me encanta sonreir. El otro día fui a hacer una gestión a hacienda, la mujer que me atendía en el mostrador tenía una cara terrible… no era cara de haber tenido un mal día, pues era primera hora de la mañana, eso ya venía de años… Me dio unas explicaciones de mala gana. Yo me alteré un poco, pero no quise dejarme llevar por la hostilidad, sino que la sonreí y la volví a pedir con buenos modales y una gran sonrisa en la cara: Por favor, ¿sería usted tan amable de volverme a repetir a donde tengo que ir y que papel necesito? La mujer, bajó los humos… y me lo dijo de buenas maneras… al final la dije: ha sido usted muy amable, se la agradezco mucho. La despedí con una gran sonrisa, y con ganas de darla un beso… no la guiñé el ojo para no llevar a malos entendidos. El poder de una sonrisa, de una alegría…
Tesalonicenses 5,16-24: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad.
Isaías 61,1-2a.10-11: Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios.
3 dic 2011
Adviento II

Adviento: Escuela de esperanza.
P. Luis J. Tamayo
Estamos en la segunda semana de Adviento. Si el Domingo pasado la invitación del Evangelio iba encaminado a dedicar este tiempo de Adviento a la ‘preparación’, a ‘estar en vela’, ‘despiertos’, es decir, ir creando una disposición en nosotros que nos ayude a preparar la venida del Señor en la Navidad; este segundo domingo la invitación es a vivir este tiempo de Adviento desde la ‘esperanza’.
Debiéramos descubrir que el Aviento, más allá de un tiempo en el calendario litúrgico, es una actitud, es una forma de vida, es el modo del ser cristiano. El Adviento es esperanza.
El Dios de los cristianos es el Dios de la esperanza… esperamos aquello que nos ha prometido. San Pablo (Carta a los Romanos 8, 24-25) dice: ‘Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no es esperanza, ¿a caso se puede esperar lo que ya se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia’. Y Pablo concluye: ‘solamente en la esperanza estamos salvados’.
La pregunta que surge es ¿de donde brota la esperanza cristiana? La respuesta es: De las promesas de Dios. El Dios de Jesús es el Dios de las promesas. Y ¿dónde encontramos esas promesas? En las Sagradas Escrituras. Una de los grandes regalos donde todos podemos anclar la vida es en la Escritura. La Palabra de Dios es palabra segura, palabra que no falla. Es la garantía de un Dios que se compromete por escrito lo que ha de cumplir. La Escritura es donde quedan las promesas escritas.
Dice el Evangelio de hoy: “Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino” (Marcos 1, 1-8). Y efectivamente luego se cumplió la profecía… Juan el Bautista fue el precursor de Jesús, el que preparó el camino al Señor. Y así tantas otras promesas… El nacimiento del Mesías, que nacería de una mujer, que sería Salvador por los caminos de la humildad… todo eso ya estaba escrito antes de que aconteciera. Es a posteriori que los discípulos se fueron dando cuenta de que todo estaba dicho, que en las ‘Promesas’ de Dios.
Benedicto XVI nos lo dice en este Adviento, el dinero se esfuma, no es algo sólido donde apoyarse… sólo las promesas de Dios son eternas, perduran en el tiempo. Y éstas las encontramos en la Palabra de Dios, y son las que nos salvan, las que nos confirman en la fe.
En tiempos de soledad: ‘Yo soy tu Dios y tu eres mi hijo amado’; ‘Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos’.
En tiempos de enfermedad: ‘Yo soy el Dios del consuelo’; ‘Yo enjugaré tus lágrimas’.
En tiempos de cansancio: ‘Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados pues mi yugo es suave y ligero.’
En tiempos de servicio a los demás: “Hay más felicidad en dar que en recibir”
La esperaza se alimenta a base de apoyarse en la Palabra de Dios, a base de poner la confianza en estas Palabras… Cielo y tierra pasarán, más mi Palabra no pasará (Mt24, 35). La palabra del hombre falla, la de Dios se cumple… cuantas veces hemos puesto nuestra confianza en alguna promesa hecha por hombres y al final no la han llevado a cabo… sin embargo Dios no es así. Su promesa es fiel, su Palabra se cumple, por eso podemos poner nuestra esperanza en él. La esperanza no es que se haga lo que yo quiero (esto es manipulación), sino que aunque me pegue con Dios por conseguir lo que estimo oportuno y poner para ello todos los medios, pero ceder en que se haga su voluntad y creer que ésta es lo mejor. Jesús en su oración de Getsemaní tuvo su “rifi-rafe” con el Padre… aparta de mi este caliz… pero no mi voluntad sino la tuya.
Conocí a la fundadora de una congregación de laicos y me decía que su oración se parecía más a una lucha libre que a algo pacífico y sereno. Pero al final la paz llegaba al ponerse en la confianza de que Dios guía los senderos de la vida… y para bien. Para el hombre no es fácil… como me decía un amigo recientemente y muy clarito: “es jodido”… Por eso el Adviento ha de ser escuela, ha de ser tiempo de aprendizaje, es aprender a poner la confianza en Dios.
Para nosotros mirar a María también es escuela de esperanza: ella esperaba como todo el pueblo de Israel en un Mesías, en un salvador, lo esperaba con anhelo, pues veía la opresión que vivía su pueblo… abierta a Dios, en oración, dijo: “hágase según tu Palabra”… pero escudriñando el diálogo podemos ver que le salieron algunos “peros”… ¿cómo yo una humilde mujer de pueblo?... ¿Cómo yo? Pero si no estoy casada…
Las preguntas que nos podíamos hacer son: ¿Alimento mi esperanza en la Palabra de Dios? ¿dónde pongo mi esperanza? ¿en donde me apoyo día a día?
Adviento I
