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17 dic 2013

III Adviento, REFLEXION Evangelio Semanal

Adviento: una espera activa!
P. Luis J. Tamayo

Como ya explicamos anteriormente, Adviento viene del latín adventus, que quiere decir venida o llegada del Señor.
El Evangelio de hoy (Mateo 11, 2-11) dice que: “En aquel tiempo, Juan, que había oído las obras del Mesías, le preguntó por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».”
Como podemos ver, el Evangelio de hoy sigue apuntando al tema primordial del Adviento que es la espera del que ha de venir: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Pero la pregunta que nos surge es ¿cómo vivir esta espera? Y a esto intenta responder la segunda lectura de la carta de Santiago (5,7-10) en la que dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.” La imagen es preciosa, es la espera a recoger los frutos de la cosecha, pero una espera activa donde ha habido todo un trabajo previo de labrar la tierra, remover las malas hierbas, sembrar las semillas… es una espera activa.
Es muy importante para la vida cristiana dejarse dinamizar por la liturgia de la iglesia, dejarse acompañar por los tiempos litúrgicos que hace la Iglesia a lo largo del año… De la misma forma que nos dejamos mover por cada estación del año: por ejemplo la moda acompaña el tiempo, a finales del verano y cansados del calor solemos escuchar: “tengo ya ganas de que llegue el otoño para ponerme un jersey”; llegan las nieves y pensamos en esquiar; llega el calor y pensamos en la playa… en definitiva, somos una sociedad que se mueve por las estaciones del año. Pero en la vida cristiana nos movemos por los tiempos litúrgicos junto a la vida y misterios de Jesús: Adviento, Navidad, Ordinario, Cuaresma, Pasión y Pentecostés. En cada año se celebra lo mismo, pero no consiste en repetir, sino en profundizar, pues el misterio de la vida de Jesús es tan insondable que toda una vida no da para abarcarlo (lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, y conocer el amor de Cristo» Ef 3, 18-19).  La tentación es pensar: Ya me lo se! Navidades… otra vez… Sin embargo la actitud a la que estamos invitados es la de buscar activamente al Señor.
El tiempo de Aviento se caracteriza por una espera activa hasta la llegada del Señor, la vivencia de este tiempo no puede quedarse en algo pasivo. ¿Por qué una espera activa? porque somos invitados a prepararnos para la llegada de lo más grande que ha acontecido en la historia de la humanidad y, también, en la historia personal de cada bautizado: “la venida del Señor”. Por lo tanto hay dos palabras clave para este Adviento: espera y preparación. Es más una implica la otra, pues una espera activa, implica una preparación.
Alguien me decía que miraba con ilusión las fiestas de la Navidad porque llegará su hijo que vive hace años en el extranjero. Y decía que todo este tiempo hasta que llegue es un “tiempo de espera” que la llena de alegría, y sólo pensar en la llegada de su hijo la colma de contento; y ¿cómo manifiesta la ilusión por la espera? preparándolo todo: ya piensa en las comida que más le gustan a su hijo, limpiar el dormitorio, decorar la casa con motivos navideños, etc. Para nuestra comunidad parroquial debería ser lo mismo, el Adviento es un tiempo que nos debería llevar a “avivar la espera” en Nuestro Señor Jesús, y  prepararnos interiormente de forma activa para acogerle en el corazón.
Uno se puede preguntar: ¿por qué he de preparar?… pero si el Señor ya llegó. Si ya tengo fe. Si Dios ya está  presente en la historia… Pero si las Navidades son un símbolo o un recordatorio del pasado ¿Para qué prepararme? La Iglesia nos enseña que la fe ha de ser activa y dinámica, sino se muere… la tendencia del hombre, fruto de la pereza, es a estancarnos en el camino… ¿Quién no se ha estancado alguna vez en la fe? ¿quién no ha pasado por momentos de apatía?
Una forma de preparar es la reflexión. Yo os invito a parar un poco y reflexionar, meditar, ponderar lo que es la Navidad. No profundizamos, vamos rápidos por la vida. Asómate a tu ordenador: hay mil ventanas abiertas, y ninguna en profundidad. Hacemos 10 cosas a la vez, pero la capacidad de reflexión está deteriorada. Se piensa poco y se piensa con prisa. Esto influye en todo, en el estudio o en la oración.
La liturgia nos propone dos figuras que nos ayudan a meditar estas dos actitudes de las que hablábamos antes: María y Juan el Bautista.
María es la figura de la espera. Es la mujer paciente que esperó el cumplimiento de la Promesa. María es la mujer llena de esperanza.  A pesar de las dificultades que pudo experimentar según nos cuenta el evangelio, ella no dejó de esperar, la paciencia era su virtud.  ¿Qué espero? ¿Dónde pongo la esperanza? ¿en que me toque la lotería? ¿Soy paciente esperando a que el Señor se manifieste en mi vida? Pidámosle al Señor, por intercesión de María, que nos avive la esperanza.  Sólo una actitud activa de búsqueda me capacita para verle actuar en mi vida a través de los acontecimientos.
Juan el Bautista es la figura de la preparación activa. Juan proclamaba “preparad el camino a la llegada del Señor”. Su vida fue precursora de la de Jesús. Su vida fue un preparar el camino para el que había de venir, Jesús. El grita: “Allanar los senderos”. Animaba a los demás a preparase. Cuando anunciaba la conversión no hacía más que anunciar que llegaba un tiempo propicio para algo nuevo…


14 jul 2013

XV Domingo T.O. REFLEXION Evangelio Semanal


"Obras son amores y no buenas razones"
D. Luis J. Tamayo

Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo .» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. »
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. 
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo. »

No se donde estas sentado hoy para leer esta reflexión, mira a tu alrededor, seguro que tienes a alguien cerca o junto a ti; sino está físicamente, estará en una foto o en la habitación de al lado. El evangelio de hoy va sobre esa persona junto a ti: tu mujer, tu marido, tus hijos, tu suegra, tu vecino, aquel a quien no conoces y saludas en el ascensor, el de la frutería, la cajera de la tienda, etc.
El maestro de la Ley le hace la pregunta a Jesús: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Este evangelio de hoy nos lanza una pregunta importantísima para todos nosotros… párate un momento y pregúntate quien es tu prójimo, pues es él quien tiene la respuesta a tu felicidad. Lo interesante de este Evangelio es que ese a quien tienes al lado tiene la respuesta a la pregunta de tu propia felicidad. Tu prójimo tiene la respuesta a la pregunta que todo hombre va buscando: ¿Cómo alcanzar la ansiada felicidad?, la felicidad eterna y estable, en otras palabras, el Evangelio hoy nos plantea el como alcanzar el sentido de la vida. El amor y el servicio al prójimo es el camino recto para encontrar la respuesta.

Cuando el maestro de la Ley se acerca a Jesús y le pregunta por el sentido pleno de la vida, Jesús, muy astuto, le devuelve la pregunta: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?, es decir, ¿qué dice el Dios autor de tu vida? a ver, pregunta a Aquel que te ha creado… Entonces el maestro de la Ley responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Jesús le dice: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”.
Jesús le ratifica subrayándole que es en la práctica del amor donde encontramos la respuesta. El maestro de la Ley se sitúa frente al maestro del Amor, y Jesús le confronta: tu sabes muchas cosas, te sabes las normas, te sabes las leyes, pero algo te falta… “Haz y tendrás la vida! Ejerce el servicio y tu vida tendrá sentido. Ama y sirve a los demás y tu vida encontrará plenitud.”
Jesús le pone el ejemplo del buen samaritano y al final le pregunta: ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Cualquier ejemplo hoy día es válido: una madre llega cargada de la compra y entra en casa con muchas bolsas. Un hijo está tirado en el sofá mira de reojo y sigue chateando con su móvil; el otro esta viendo una película levanta la mirada y se queja pidiendo silencio. Y el tercero salía de su dormitorio pues había quedado con sus amigos, éste al ver a la madre cargada dice a sus amigos que llegará algo más tarde y le coge las bolsas a su madre, le ayuda a entrarlas a la cocina y junto con ella a pone las cosas en orden. Ahora la pregunta es: ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo frente a la madre? El tercer hijo. Aquí es donde Jesús remata este ejemplo: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”. Hazlo así en tu vida, pon el amor y el servicio como preocupación principal de tu vida y encontrarás la felicidad y el verdadero sentido a la vida.


Situaciones como estas surgen un montón a lo largo del día. Posibilidades de amar al prójimo las encontramos constantemente. Sólo es practicar la misericordia con él y tendrás la respuesta. Por eso, tu prójimo tiene la respuesta a tu felicidad… práctica la misericordia con el…

Os invito a considerar las “obras de misericordia” que propone la Iglesia:
Obras de misericordia corporales:
a) Dar de comer al hambriento.
b) Dar de beber al sediento.
c) Vestir al desnudo.
d) Acoger al forastero.
e) Liberar al cautivo.
f) Visitar al enfermo.
g) Enterrar a los muertos.

Son en total 7 y se denominan "corporales" gracias a que son acciones que proporcionan un servicio y/o un bien para satisfacer una necesidad "material".

Obras espirituales de misericordia son:
a) Poner en el buen camino al pecador.
b) Enseñar al que no sabe.
c) Aconsejar bien a quien duda.
d) Consolar al triste.
e) Soportar pacientemente a quienes nos molestan.
f) Perdonar de corazón.
g) Orar por los vivos y los difuntos.

9 jun 2013

Domingo X, REFLEXION Evangelio Semanal


El milagro del servicio
P. Luis J. Tamayo

Lucas 7, 11-17: “En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando Jesús se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios…”

Este relato del evangelio de Lucas nos habla de un milagro de resurrección que realizó Jesús. ¿Te has preguntado alguna vez sobre los milagros de Jesús? Los milagros de Jesús son los hechos sobrenaturales que se atribuyen a Jesucristo en el curso de su vida terrenal y que han sido recogidos en los Evangelios. Estos milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: curaciones (paralíticos, ciegos, leprosos, etc.), exorcismos (curaciones de endemoniados o espíritus inmundos), control sobre la naturaleza (tempestad calmada, caminar sobre el agua, la higuera seca, etc.) y resurrección de los muertos (la niña de trece años de edad, hija de Jairo Lc 8,49-56; Lázaro, el de Betania Jn 11, 38-44 y este relato del hijo de la viuda de la ciudad de Naín (Lc 7, 11-17).
Hoy, el eje del evangelio giraría en torno al milagro de la resurrección del hijo de la viuda de Naín, pero no me voy a centrar en ese milagro, sino en otro milagro que también acontece en este pasaje: un milagro menos llamativo, menos espectacular pero que es un milagro al que todos podemos tener acceso, es un milagro que puede acontecer en lo ordinario de la vida diaria, es un milagro que todos hemos vivido alguna vez, y que cuando lo hemos realizado hemos tocado en nuestras vidas los frutos de una gran felicidad. Estoy hablando del milagro del servicio a los demás, el milagro de dejar de pensar en mi mismo para pensar en las necesidades de los demás.
Miremos como actúa Jesús en el evangelio de hoy. Lo primero que leemos es que Jesús iba rodeado de sus discípulos y mucho gentío. Hablando con unos, escuchando a otros, también un poco el centro de atención de sus seguidores. Su autoestima estaba por las nubes, siendo el centro de atención estaría viviendo el punto álgido de su ego (como los niños en su primera comunión, protagonistas, centro máximo de atención, todas las miradas y cámaras de fotos puestas en ellos… subidón total!). Pero en medio de todo ese ruido es capaz de salir de si mismo y salir al encuentro de la necesidad de una mujer que sufre. Miremos atentamente los verbos que pone el Evangelio: Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Son todo verbos donde Jesús toma la iniciativa, donde él se pone al servicio y actúa a favor de la viuda.
Nosotros llevamos un ritmo de vida que nos empuja a pensar sólo en nosotros mismos, nos hemos hecho un poco egoístas. Cuando escuchas las preocupaciones de la gente normalmente todas giran entorno a como disfrutar del ocio, como hacer planes que giran en torno a su descanso, a su placer… ahora la gente anda agobiada en que va a hacer en vacaciones, en como enviar a su hijo fuera de campamentos para quitárselos de encima… Es muy raro escuchar algo como: los planes de mi familia para este verano son los de ir de misiones… suena raro… Lo que más suena es: “estoy estresado, necesito desconectar, no puedo con la vida, me voy a hacer un circuito de spa, etc. ¿Es el ocio importante? Claro que si! Yo soy de los que creen que el ocio en la vida es importante y necesario, pero también pienso que no es la solución a la felicidad que todos anhelamos.
Y así como el día a día acaba girando en torno a uno mismo, la fe y la espiritualidad acaba siendo lo mismo: una práctica que acaba girando toda ella entorno a mi mismo y mi propia perfección y santidad. En última instancia una religión vivida así no nos lleva a la felicidad.
El libro del Eclesiastico fue firmado por Kohelet. Son los pensamientos de un hombre que todo lo tenía y descubrió que no era suficiente, Palacios, jardines, esposas, riqueza: toda la felicidad prometida… pero la felicidad no llegaba. A más riqueza más preocupación. A mayor sabiduría, mayor hastío espiritual. Al final su conclusión era “nada tiene sentido, nada tiene sentido”.
Kohelet olvidaba algo que a mi me contó un monje confesor hace muchos años. Este monje recibió una carta de un discípulo que decía algo así: “Me gustaría me ayudara. Cada día me levanto triste y aprensivo. Me resulta difícil rezar. Cumplo con los mandamientos, pero no encuentro ninguna satisfacción espiritual. Voy a la Iglesia pero me siento solo. Me pregunto por el sentido de la vida. necesito ayuda.” El monje le envió una brillante respuesta, sin usar palabra alguna. Lo que hizo fue trazar un circulo alrededor de varias palabras y le devolvió la misma carta. El monje le respondió a su pregunta. Las palabras que había rodeado eran aquellas que giraban todas en torno al ‘YO’. El uso del yo en nuestras conversaciones es llamativo y reiterante: yo hice, yo me sacrifico, yo voy, yo vengo, yo trabajo… eso nos hace poderosos, hombres de éxito… sin embargo eso nos arrebata todas las posibilidades de llegar a una felicidad más plena. La felicidad se encuentra en un reino llamado “NO-YO”. La felicidad no se construye de los éxitos acumulados, sino que se construye de lo que compartimos

24 mar 2013

V Cuaresma, REFLEXION Evangelio Semanal,


La limosna o caridad.
P. Luis Jose Tamayo

Todos los domingos proponemos una imagen para entender el porque de los ejercicios. Hoy pienso en el deportista que va al gimnasio, solo cuando uno fortalece los músculos puede pedirle más al cuerpo y puede incrementar el número de ejercicios. Con la caridad es lo mismo. El ejercicio del amor no es algo que sale espontáneo, sino que implica la necesidad de ejercitarlo, y de forma consciente. Amar es un ejercicio consciente de la voluntad sostenido por la gracia de Dios.
El evangelio de hoy es la mujer adúltera (Juan 8, 1-11). Hoy Jesús nos enseña que la limosna o la caridad es fruto de un acto consciente de la voluntad, como dirá San Agustín. 
Fijémonos en los detalles: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. 
Son muchas veces las que uno se encuentra delante de situaciones en las que se te pide amar, salir de ti mismo, un conflicto de intereses entre mi egoísmo y un acto de amor; entre mis planes fijos y una situación inesperada… situaciones que te comprometen. Un papá llega a casa cansado del trabajo queriendo ver su partido de futbol y nada más abrir la puerta su hijo le pide ayuda para preparar el examen de mañana… para algunos la prioridad está puesta, su hijo. Para otros es una lucha interior… para otros salta el enfado contra el hijo y exige que se respeten sus gustos.
Cuantas veces hemos experimentado que uno tiene sus planes hechos para el sábado por la tarde y de repente te piden un favor, o tenías planeado salir de la oficina a las 5pm y un compañero te pide que le ayudes a finalizar el informe, o pensabas salir a hacer deporte y tu mujer te pide que te ocupes de los niños… un sin fin de situaciones. ¿Cómo surge la flexibilidad para amoldarse a la nueva situación? Por que mientras uno ha planificado hacer un acto de amor no hay problema, pero la capacidad de amar se prueba en la improvisación.
Esta mujer ha sido sorprendida en adulterio y la ley manda… llega el fin de semana y mis planes mandan… llego a casa al final del día y mi descanso manda… Ponemos límites –leyes inconscientes– a la vida, pues cuantas veces cuando ya he cerrado la cabeza (–este hombre es de piñón fijo– decimos en España).
Pero llama la atención que Jesús no reacciona de inmediato, sino que inclinándose, escribió con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» 
Este gesto de no reaccionar de inmediato, de inclinarse, escribir en el suelo… la pregunta es: ¿qué pasó por la cabeza de Jesús en esos 10 o 20 segundos? Son dos veces que se para, se inclina, escribe… dos momentos uno delante de los fariseos y el otro delante de la mujer.
¿Qué hacer delante de una situación en la que se te pide algo extraordinario? En el ejemplo de antes, el papa al entrar en casa tenía planeado quitarse la corbata, ponerse las zapatillas y tirarse en el sofá a ver el partido, ya lo tenía todo programado en su cabeza, lo que no esperaba es que su hijo le pidiera ayuda… le pilló por sorpresa… Mi amigo me dijo, que al escuchar a su hijo experimentó un desajuste por dentro… sus planes se tambaleaban. ¿Qué hacer? El le dijo al hijo: Déjame tres minutos para cambiarme de ropa, y ahora estoy contigo. No reaccionar de inmediato, darse tres minutos, hacer un acto consciente de poner prioridades, no dejarse llevar compulsivamente por los sentimientos… ¿Qué pasó por la cabeza de este papa en esos tres minutos? 
Un acto consciente de amar a lo mejor necesita de tres minutos previos... Tres minutos para reorganizar la escala de valores, para reajustar mis intereses y los de su hijo, tres minutos para pedir a Dios la fuerza para renunciar a su merecido descanso y ponerse a servir. Amar es un acto consciente de la voluntad sostenida por la gracia.
El Evangelio continua: E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: - «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: - «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: - «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.» 
Jesús repite la lección por segunda vez delante de la mujer adultera. Era muy fácil juzgarla, las pruebas estaban en contra de ella, la ley es muy clara. Jesús, delante de otra nueva situación se toma otros 20 segundos o tres minutos; se inclina, se abaja, gesto de rezar a Dios, y hace una opción consciente por dejar la ley que juzgaba a esa mujer, y la ama sin juzgar, dando una oportunidad nueva.
Juzgar lo podemos hacer de inmediato y de forma compulsiva. Amar, muchas veces, nos implica un acto consciente, pararse por un momento, no dejarse llevar por los sentimientos, no reaccionar desde la euforia, no confiar en que uno lo tiene todo claro (era obvio que la mujer adúltera era culpable)… Amar no son sentimientos, pues hay situaciones que a uno le cuestan. Amar es una acto consciente de la voluntad… sostenido por unos minutos de oración a Dios para recibir de Él la fuerza. ¿Cuantos minutos necesitas? ¿Tres? ¿Diez? Tómatelos, merece la pena!

10 feb 2013

V del T.O. REFLEXION Evangelio Semanal,


No hay mayor alegría que vivir una vida para los demás 
P. Luis J. Tamayo

Lucas 5, 1 -11
En aquel tiempo, Jesús (…) subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: - «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: - «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red... Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: - «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: - «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

En el inicio del Evangelio de hoy hay dos momentos en la relación de Simón Pedro con Jesús. Uno primero en el que “Jesús subió a la barca de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra”. Este es ese momento en el que hay un primer encuentro entre Simon y Jesús. Jesús entra por primera vez en la barca de Pedro. Pedro era pescador, la barca era su medio de vida. Un pescador tiene en la barca su mayor tesoro. La barca era la vida de Pedro, así pues la Escritura nos deja entrever que Jesús entra plenamente en todo lo que es la vida de Pedro. Luego le pide que aparte la barca un poco de tierra. Que se mueva un poco de tierra.
Es un primer momento en el que dejo entrar a Jesús en mi vida. Debe de ser un acto consciente de dejarle entrar en todo lo que es mi vida: mis ilusiones, mis sueños, mis alegrías y tristezas, mis proyectos de futuro, mis errores del pasado, etc. Siempre que dejo a Jesús entrar, siempre hay un pequeño descoloque. Ese “apartarse un poco de tierra” son esos momentos en los que uno siente salir de su “zona de confort” y se produce un conflicto de conciencia con cosas que no llegan a dar felicidad, y uno empieza a ver que apartarse de ello le ayuda, va encontrando otro sentido. (Cambiar la idea de ir primero a por la búsqueda de la felicidad mediata y dejar el esfuerzo para el final, cuando en Jesús aprendemos que el esfuerzo primero es la mayor recompensa; o cuando uno tiene un momento triste Jesús te cambia la idea de que quedarse tirado en frente del TV horas y horas te va a resolver los sentimientos revueltos, Jesús nos enseña que es la acción y ponerse en marcha lo único que nos levanta).
Luego hay un segundo momento en el diálogo de Jesús con Pedro:dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» No me basta con que estés un poquito distante de tus seguridades, ahí aún eres tu quien controlas. Rema mar a dentro, donde no haces pie, donde no tienes la seguridad de la orilla, donde no controlas. No es sólo un pequeño descoloque, es el gran descoloque de una nueva orientación de la vida: una vida al servicio de los demás: “tú serás pescador de hombres”.
Jesús, con esta invitación le está diciendo: ‘déjame sacarte de lo que tu piensas que es la felicidad y llevarte a un terreno que desconoces’. Este segundo momento en la vida del cristiano se tiene que producir en algún momento de la vida. es cuando Jesús le pide a Pedro vivir al servicio de los demás.
Pedro, ya tenía razones para resistirse: Simón contestó: - «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Si trabajo un montón y la vida no me da para más, si es que no tengo tiempo… hay tiempo para lo que queremos. Hay personas que organizan su ritmos de vida en torno a los deportes de los niños. Otra gente que busca poner como eje a Jesús y actividades familiares. Hay quien todo es vida social.
Antes de entender mi vocación, ya entonces, Jesús me rompió los esquemas… yo tenía toda la semana ocupada con trabajo, deporte, cine, amigos… y al llegar el fin de semana seguía buscando como llenar el tiempo: si era primavera tenis, si era otoño a comer a los pueblos de la sierra, si era verano piscina... Tristemente todo era llenar el tiempo y todo giraba en torno a mi. Entonces recuerdo, estaba detrás de una chica, y ella me invitó ir los sábados a mediodía a servir comidas a los vagabundos en el comedor de las Misioneras de la Caridad.  ¿Un sábado a mediodía?!!! Y ¿¿mi aperitivo?? Recuerdo que pensé así. Pero es esa voz de Jesús que te dice “rema mar a dentro”, deja atrás el terrenos que ya conoces y haz algo nuevo, deja de planificar lo que “tu” crees que te llena y haz un nuevo camino de servir a otros que te necesitan.
Pedro se fió, sólo por que venía de Jesús, dice la Escritura: “por tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red...” Lo que descubrió fue la abundancia de la alegría que encontró en los nuevos caminos que Jesús le fue marcando. Fue entonces cuando Jesús le hizo entender la verdadera orientación de su vida: “Serás pescador de hombres”. No hay mayor gozo que orientar la vida hacia los demás, hacia el servicio de los otros. Esto supone una restructuración de las prioridades de la vida, una organización de horarios que ya no gira todo en torno a mi, sino en torno a las necesidades de los demás, de la familia, de los empleados, de la comunidad parroquial, de cáritas, de tantas opciones que hay para poder ayudar a otros.
¿Qué supone para mi estas palabras de Jesús: “rema mar a dentro”?