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17 dic 2013

III Adviento, REFLEXION Evangelio Semanal

Adviento: una espera activa!
P. Luis J. Tamayo

Como ya explicamos anteriormente, Adviento viene del latín adventus, que quiere decir venida o llegada del Señor.
El Evangelio de hoy (Mateo 11, 2-11) dice que: “En aquel tiempo, Juan, que había oído las obras del Mesías, le preguntó por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».”
Como podemos ver, el Evangelio de hoy sigue apuntando al tema primordial del Adviento que es la espera del que ha de venir: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Pero la pregunta que nos surge es ¿cómo vivir esta espera? Y a esto intenta responder la segunda lectura de la carta de Santiago (5,7-10) en la que dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.” La imagen es preciosa, es la espera a recoger los frutos de la cosecha, pero una espera activa donde ha habido todo un trabajo previo de labrar la tierra, remover las malas hierbas, sembrar las semillas… es una espera activa.
Es muy importante para la vida cristiana dejarse dinamizar por la liturgia de la iglesia, dejarse acompañar por los tiempos litúrgicos que hace la Iglesia a lo largo del año… De la misma forma que nos dejamos mover por cada estación del año: por ejemplo la moda acompaña el tiempo, a finales del verano y cansados del calor solemos escuchar: “tengo ya ganas de que llegue el otoño para ponerme un jersey”; llegan las nieves y pensamos en esquiar; llega el calor y pensamos en la playa… en definitiva, somos una sociedad que se mueve por las estaciones del año. Pero en la vida cristiana nos movemos por los tiempos litúrgicos junto a la vida y misterios de Jesús: Adviento, Navidad, Ordinario, Cuaresma, Pasión y Pentecostés. En cada año se celebra lo mismo, pero no consiste en repetir, sino en profundizar, pues el misterio de la vida de Jesús es tan insondable que toda una vida no da para abarcarlo (lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, y conocer el amor de Cristo» Ef 3, 18-19).  La tentación es pensar: Ya me lo se! Navidades… otra vez… Sin embargo la actitud a la que estamos invitados es la de buscar activamente al Señor.
El tiempo de Aviento se caracteriza por una espera activa hasta la llegada del Señor, la vivencia de este tiempo no puede quedarse en algo pasivo. ¿Por qué una espera activa? porque somos invitados a prepararnos para la llegada de lo más grande que ha acontecido en la historia de la humanidad y, también, en la historia personal de cada bautizado: “la venida del Señor”. Por lo tanto hay dos palabras clave para este Adviento: espera y preparación. Es más una implica la otra, pues una espera activa, implica una preparación.
Alguien me decía que miraba con ilusión las fiestas de la Navidad porque llegará su hijo que vive hace años en el extranjero. Y decía que todo este tiempo hasta que llegue es un “tiempo de espera” que la llena de alegría, y sólo pensar en la llegada de su hijo la colma de contento; y ¿cómo manifiesta la ilusión por la espera? preparándolo todo: ya piensa en las comida que más le gustan a su hijo, limpiar el dormitorio, decorar la casa con motivos navideños, etc. Para nuestra comunidad parroquial debería ser lo mismo, el Adviento es un tiempo que nos debería llevar a “avivar la espera” en Nuestro Señor Jesús, y  prepararnos interiormente de forma activa para acogerle en el corazón.
Uno se puede preguntar: ¿por qué he de preparar?… pero si el Señor ya llegó. Si ya tengo fe. Si Dios ya está  presente en la historia… Pero si las Navidades son un símbolo o un recordatorio del pasado ¿Para qué prepararme? La Iglesia nos enseña que la fe ha de ser activa y dinámica, sino se muere… la tendencia del hombre, fruto de la pereza, es a estancarnos en el camino… ¿Quién no se ha estancado alguna vez en la fe? ¿quién no ha pasado por momentos de apatía?
Una forma de preparar es la reflexión. Yo os invito a parar un poco y reflexionar, meditar, ponderar lo que es la Navidad. No profundizamos, vamos rápidos por la vida. Asómate a tu ordenador: hay mil ventanas abiertas, y ninguna en profundidad. Hacemos 10 cosas a la vez, pero la capacidad de reflexión está deteriorada. Se piensa poco y se piensa con prisa. Esto influye en todo, en el estudio o en la oración.
La liturgia nos propone dos figuras que nos ayudan a meditar estas dos actitudes de las que hablábamos antes: María y Juan el Bautista.
María es la figura de la espera. Es la mujer paciente que esperó el cumplimiento de la Promesa. María es la mujer llena de esperanza.  A pesar de las dificultades que pudo experimentar según nos cuenta el evangelio, ella no dejó de esperar, la paciencia era su virtud.  ¿Qué espero? ¿Dónde pongo la esperanza? ¿en que me toque la lotería? ¿Soy paciente esperando a que el Señor se manifieste en mi vida? Pidámosle al Señor, por intercesión de María, que nos avive la esperanza.  Sólo una actitud activa de búsqueda me capacita para verle actuar en mi vida a través de los acontecimientos.
Juan el Bautista es la figura de la preparación activa. Juan proclamaba “preparad el camino a la llegada del Señor”. Su vida fue precursora de la de Jesús. Su vida fue un preparar el camino para el que había de venir, Jesús. El grita: “Allanar los senderos”. Animaba a los demás a preparase. Cuando anunciaba la conversión no hacía más que anunciar que llegaba un tiempo propicio para algo nuevo…


5 oct 2013

XXVII T.O., REFLEXION Evangelio Semanal


Tener fe es tener confianza
P. Luis Jose Tamayo

“En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
- «Auméntanos la fe.»
El Señor contestó:
- «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
"Arráncate de raíz y plántate en el mar."
Y os obedecerla.
Este evangelio de Lucas 17, 5-10 habla de la petición de los discípulos al Señor: Auméntanos la fe!
Podemos hacer una sencilla reflexión para entender que entendemos por ‘fe’, y que síntomas tiene una vida con fe o sin fe. Tener fe es tener confianza. Cuando decimos: “ten fe en que esto va a salir”, estamos queriendo decir: “ten confianza, que al final saldrá!”.
Alguien te dice: yo no tengo fe: es mentira! Si la fe es confianza en algo o en alguien, hoy día todos, de una forma u otra, funcionamos desde la primera hora de la mañana con fe. Por ejemplo: cuando te vas a acostar tienes la confianza de que a la mañana siguiente te vas a levantar… si no fuera así, esa noche te despedirías de todo el mundo; o cuando te montas en el bus, no le preguntas al chofer si va a tal sitio, sino que te fías – por la experiencia de otras veces – que te ha de llevar a tal sitio.
Estos ejemplos y tantos otros que practicamos cada día son en sí actos de fe. Pero ¿que pasa? Que muchas veces los ejercemos sin ser actos conscientes de fe. Doy por supuesto que me voy a levantar o doy por supuesto que el autobús me va a llevar a tal sitio.
La fe cristiana, no es dar por supuesto que Dios está, y como ya está casi ni me dirijo a Él. Me decía alguien: “Si Dios ya conoce toda mi vida, ¿para que pedirle? Yo no le pido nada”. San Juan de la Cruz decía que, aunque Dios nos conoce, pedimos para hacernos conscientes de nuestra propia necesidad, y para darnos cuenta que todo es don de Dios.
Por lo tanto, la fe cristiana implica un ACTO CONSCIENTE de poner mi confianza en Dios. Repito, implica un acto consciente. Que bonito cuando uno hace un acto de fe al inicio de un momento de oración, por ejemplo: “Señor yo se que estás aquí presente, mirándome, y dispuesto a escuchar mi oración”. Llegar 5 minutos antes de la Eucaristía y hacer un acto de fe: “Señor vengo en comunidad a tu encuentro, gracias por venir esta tarde a mi corazón”. Un acto de fe al inicio de cada mañana: “A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.”
En Filipinas, un día en una capilla de exposición del Santísimo, estaba orando y se levantó una señora muy mayor y antes de marcharse se acercó a la urna de cristal que cubría el Santísimo y la rozó con su mano, luego al salir se santiguó y se tocó las rodillas con la misma mano. Yo quedé impresionado. Nunca lo había visto. Al salir me acerqué a ella y le pregunté: ¿por qué se frota las rodillas después de tocar al Santísimo? Me dijo: Le pido salud y fuerzas al Señor que cada día me la da, soy muy mayor y aún tengo que trabajar para comprarle leche a mi nieto, pues mi hijo es drogadicto y tengo al niño conmigo.  Fue una experiencia impactante, volví a la Capilla y de rodillas le dije al Señor lo de los discípulos: “Señor, auméntame la fe!
Muchas veces damos por supuesto que tenemos fe, pero es una fe paralizada, intelectual, que no nos lleva a obras… La muestra de una fe sencilla: Entrar en la Iglesia e inclinarse ante el Sagrario es la fe de saber que Dios está aquí presente. Traer flores a la Virgen es la fe de saber que ella se alegra con ese pequeño detalle mío. Confesarse es saber que a Dios le hace feliz cuando me acerco a pedir perdón por que en algo le he ofendido…
Este texto del Evangelio tiene una segunda parte en donde cuenta la parábola del criado: “Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
"En seguida, ven y ponte a la mesa"?
¿No le diréis:
"Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"?
¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. Al leer todo el conjunto, me preguntaba: ¿Qué tiene que ver el ‘auméntanos la fe’ del principio con el ‘hacer lo que teníamos que hacer’ de la segunda parte de la parábola?, ¿qué es lo que quiere decir Jesús sobre la fe en relación a esta parábola del criado?
Os voy a poner esta misma parábola con un ejemplo que me pasó. Suponed que una madre y un padre que trabaja, y cuando vuelve de la oficina, ¿quién de vosotros le dice: descansa? ¿No es lo normal preparar la mesa, cocinar la cena, ayudar con los deberes a los hijos y descansar al final cuando ya se han acostado los niños? Han hecho lo normal, la responsabilidad que toca a un padre y una madre. Así me contestó una madre, con un hijo con síndrome down, cuando le dije que hacía una labor extraordinaria: ir a trabajar, ocuparse del hogar y los otros hijos y además estar pendiente del niño limitado.  Ella me dijo: “¿qué tiene de extraordinario? ¿No es lo normal y lo que debe hacer una madre?”. Y entonces añadió: “Hacer lo que tengo que hacer día a día sólo sale porque cada día pongo mi confianza en Dios. Él me da la fuerza cada día, Él me dice que saque a este niño a delante, Él me anima cuando las cosa se ponen cuesta arriba”.
Así es… con fe va saliendo la fortaleza para hacer todo lo que tenemos cada día, la confianza es lo que nos da fuerzas para esos gestos diarios, a veces, heroicos, puesto que la confianza es la base de la esperanza en que Dios conoce nuestros caminos y no andamos solos.

30 sept 2013

XVI TO, REFLEXION Evangelio Semanal


Abrimos puentes desde el amor

Lucas 16, 19-31: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contestó: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.

Muchas personas en nuestro tiempo sufren mucho por culpa de el endurecimiento de corazón que padecemos. La distancia entre los hombres no es la física, sino que las barreras están dentro del corazón.
Ya ocurría en tiempo de Jesús. Y para denunciarlo Jesús dijo una parábola que les dejó sorprendidos: Un hombre rico vivía espléndidamente : comía, bebía, vestía y disfrutaba mucho. A su puerta, un mendigo llamado Lázaro, lleno de llagas y heridas, estaba muerto de hambre, y nadie le hacía caso. Se murieron los dos. Lázaro fue llevado al cielo, a la vida. El hombre rico fue al infierno, a la muerte. Quedaron separados por una distancia enorme, insuperable: la misma que, durante la vida, había entre ellos por la insensibilidad y la dureza de corazón de aquel hombre cegado por los lujos y grandezas.
El egoísmo y la insensibilidad hacia los demás es lo que crea una barrera y una distancia insalvable entre los hombres.
Esta es una parábola que nos invita también a reflexionar sobre la riqueza que tenemos los cristianos con el don de la fe, y tantas otras personas que no disfrutan del amor de Dios. nos vemos en la obligación de compartirlo, pues hay gente con verdadera necesidad del amor de Dios.
Tenemos la esperanza que sólo desde la humildad y pidiendo a Dios alcanzamos a superar estas barreras que nos separan… otros no querrán amar, no nos hacemos responsables de ellos ni de sus decisiones. Nosotros que buscamos vivir como verdaderos cristianos dejamos la puerta siempre abierta, abrimos lazos, creamos puentes.