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11 feb 2014

Domingo V (TO), REFLEXION Evangelio Semanal

Seamos Luz y Sal para este mundo
P. Luis Jose Tamayo

Mateo 5, 13-16: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo
El Señor utiliza dos elementos para definir lo que somos ante Dios: La sal y la luz. Jesús dice: Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo. Es muy interesante lo que dice, pues no usa el “como” comparativo, sino que nos define así: sal y luz.
Claro si uno mira detenidamente a la sal y a la luz te das cuenta que son dos elementos de la vida diaria que tienen una función específica. La sal tiene su función, la luz también. La luz es esencial para la vida, sin ella todo sería oscuridad y con ella la muerte. La sal desde la antigüedad era un elemento con unas misiones específicas: la sal era usada para salar y condimentar los alimentos, para conservar los alimentos en el tiempo y para curar las heridas.
Jesús nos invita, mediante estos símbolos a descubrir la misión que nos encomienda: Somos luz en medio de un mundo de tinieblas. Somos sal de esta tierra: La sal como condimento que da sabor a la vida, da sentido a las circunstancias que vivimos; cuanta gente vive sin sentido. La sal, como conservador de los alimentos, simboliza incorrupción, preservación y pureza.  La sal era, en estos versículos, un símbolo de que el adorador conservaba un corazón limpio y puro delante del Señor. (El pacto de Sal en el libro del Levítico 2:13 dice: “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal”). Y, finalmente, la sal que ayuda a curar las heridas, sobre todo las heridas del corazón llevando el amor de Dios a aquellos que más lo necesitan.
Jesús nos pone explica también el efecto contrario: si la sal se vuelve sosa, si la sal no sala, si la sal no ejerce su misión… no sirve más que para tirarla… Jesús aquí es muy duro… Lo mismo con la luz… Si tú eres luz, no es para que estés debajo de un celemín , sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Con ello nos hace ver la urgencia de nuestra misión y labor dentro de la Iglesia y de este mundo.

Lo más grande de nuestra vocación como seguidores de Cristo, es que Él al mirar nuestras vidas las ve con una proyección que va siempre más allá de nosotros… No nos llama sal del barrio, ni luz de la casa, sino que nos proyecta al mundo entero. Sois sal de la tierra… luz del mundo… nuestra pequeña oración, nuestro pequeño sacrificio, nuestra renuncia, nuestro esfuerzo por querer y amar a Jesús, nuestro servicio a los demás, hecho por Jesús tiene una repercusión universal, pues toda nuestra vida se une a la oración y sacrificio de la Iglesia Universal, alcanzando a dar vida y luz a tantos que nosotros no conocemos ni sabemos. Es el misterio del poder de la oración.

22 sept 2013

XXV TO, REFLEXION Evangelio Semanal



La astucia de los hijos de la Luz
(P. Luis J. Tamayo)

Lucas 16, 1-13 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa."
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Dicen que una vez, había un ciego sentado en un parque, con una gorra a sus pies y un cartel en el que decía: "POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO". Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio la vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue. Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Ahora su gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego reconociendo sus pasos le preguntó si había sido él quien re-escribió su cartel y sobre todo, qué que era lo que había escrito allí. El publicista le contestó: "Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras".
Sonrió y siguió su camino. El nuevo cartel decía: "ESTAMOS EN PRIMAVERA, Y... YO NO PUEDO VERLA".
La creatividad y astucia de muchos verdaderamente tiene un valor añadido.
El evangelio inicia con esta extraña parábola de un administrador corrupto, el cual, encontrándose en una situación desastrosa e irreversible, pues su patrón ha descubierto que malgastaba sus bienes, reflexiona sobre su futuro y encuentra una solución, aunque ciertamente muy egocéntrica y poco moral. Para asombro de todos, el relato termina con el elogio del administrador corrupto, pero no por lo que de ilegal e incorrecto ha cometido, sino porque ha sabido salir adelante y encontrar con creatividad y astucia una maniobra para no sucumbir en una situación tan difícil (v. 8a).
La creatividad en España es excelente y le ha dado un valor añadido a la “marca España”: leyendo una entrevista a un conocido cocinero decía que la cocina española se ha convertido en un "referente" en los últimos 20 años. El país tiene "cinco o seis de los mejores restaurantes del mundo" y todo debido a la gran creatividad de varios cocineros españoles. Podemos hablar del marketing o de la publicidad española, son un verdadero referente en el mundo internacional de la creatividad.
La creatividad y la astucia se agudiza cuando va en juego nuestra supervivencia o nuestros propios bienes, entonces somos tremendamente creativos! Dice el Evangelio que: Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Cuando se trata de cosas de este mundo, si que nos aplicamos con astucia para ahorrar un euro… pero ¿qué pasa cuando hablamos del gran tesoro de la fe?
Conocí en Filipinas a un Jesuita que con mucha creatividad se había ingeniado una estrategia para evangelizar la China comunista. En los años 60 pidió permiso para visitar todas las universidades Jesuitas en el mundo y buscar en ellas estudiantes chinos y arreglar con ellos el becarles con la condición que ellos regresaran a la China y ayudaran a los jesuitas a trabajar junto a ellos. Ahora estos son la entrada de muchos Jesuitas en las Universidades y Centros de educación e investigación. Este fue un hombre con una astuta visión.
Pongamos todas nuestras capacidades para inventar modos de vencer las adversidades, de superar los obstáculos, y sobre todo de llevar la luz a otros muchos hombres. Iniciativas para evangelizar, comunicar, transmitir, hacer llegar el Amor de Dios a muchas otras personas. Los hijos de la luz, debiéramos ser tan perspicaces y listos en la vida de fe y evangelización, como lo son aquellos que se preocupan sólo de sus propios negocios e intereses económicos.

10 sept 2013

XXIII Domingo TO. REFLEXION Evangelio Semanal,


Él es la Fuente
(P. Luis J. Tamayo)


Lucas 14, 25-33: En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, sí echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." O ¿qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Jesús, en este Evangelio pone el listón de la vida cristiana muy alto. Como diciendo: “Mira, a ver hasta donde quieres llegar. Mide tus fuerzas, se honesto contigo mismo, calcula, y decide cómo quieres amar.
Jesús les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Son palabras muy duras que parecen que ponen a Dios en oposición a madre, padre, mujer, esposo e hijos. Pero, no es lo uno o lo otro; sino que Jesús, detrás de estas palabras, lo que plantea es la siguiente pregunta: “Tú, ¿cómo quieres amar a los tuyos?. Si los quieres amar de verdad, con verdadero amor, lo que te planteo es que pongas primero el amor a Dios, y desde El amarás bien a los tuyos, y no al revés.”
A lo largo de las relaciones que vivimos todos, en ellas nos descubrimos: reconocemos egoísmos, orgullos, envidias, falta de paciencia, falta de honestidad, ira, hostilidad, murmuración, etc. Esto es lo que viene del hombre, puesto que nuestro amor es limitado. No somos la fuente del verdadero amor.
El amor de Dios es, según dirá san Pablo (1 Corintios 13:4-7) El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Por eso Jesús nos pide, si de verdad quieres bien amar a los tuyos, pon primero el amor a Dios en tu corazón, arrímate a Él, búscalo lo primero en tu día. Tenemos que admitir que no somos la fuente, la única Fuente es Él, y para bien amar, necesitamos acercarnos a la Fuente y beber de Él.
Jesús continúa diciendo: ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, sí echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." Planteado en nuestro lenguaje: Quién de vosotros, si quiere construir una buena familia, o unas relaciones de verdadera amistad, se ha parado y ha calculado ¿cómo lo quiero construir? Calcula lo que quieres, no vaya a ser que quieras la meta más alta, pero no lo consigas por falta de medios, y al final te pase lo que dice Jesús: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
Todo el mundo quiere una familia llena de harmonía y de bondad, donde halla poco de rudeza, egoísmo, maldad o rencor. Pero luego pocos son los que de verdad ponen los medios: la oración, la reconciliación, la eucaristía o la unión a la Virgen. Tenemos que darnos cuenta que de buenas intenciones no vivimos. La realidad es que no se puede dar lo que no se tiene.
Párate y mira a ver que fuerzas tienes, no vaya a ser que al final tu vida cristiana sea “algo más de lo mismo”… un seguimiento hecho a tu medida, es decir, yo soy quien marca las pautas, y no dejo que Dios me sorprenda, me guíe, o me conduzca a través de las oportunidades. Si lo tengo ya todo programado y calculado ¿Cómo puede Dios sorprenderme con su voluntad?
Es lo que pasó en la parábola del buen samaritano al levita y al sacerdote, que tenían sus programas ya hechos, y yendo de camino con sus planes, no había cabida a que Dios les sorprendiera en la necesidad del herido. Sin embargo el buen samaritano, abierto y generoso, en su camino, le salió al encuentro la necesidad del herido y ahí descubrió que Dios le llamaba. Y como dice el Evangelio, dejó su camino y sus planes para salir al encuentro del Dios que le llamaba.
Pregúntate hoy: ¿cómo pondría a Dios primero en mi vida antes que mis padres, cónyuge e hijos? 

18 ago 2013

XX Domingo TO, REFLEXION Evangelio Semanal


Salir de la zona confort
(P. Luis J. Tamayo)

Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:  «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Estos días de verano me invitaron a cenar con unos matrimonios, entre ellos había una mujer que me sorprendió por lo apasionada con que vivía y hablaba de la fe. Es un gusto escuchar y dialogar con personas apasionadas por algo en la vida. Uno se puede entusiasmar por mil cosas, mil temas, mil hobbies… pero hay pasiones que alimentan el alma y otros que poco aportan.
Los grandes Maestros de la Antigüedad clasificaban los temas según construían al hombre: los intereses por cosas más bajas como el futbol o la moda, luego estaban las cosas más elevadas como la política o la economía, aún las había más elevadas que alimentaban más el corazón del hombre: el arte o la literatura… Pero todos los grandes maestros de la antigüedad estaban de acuerdo que la búsqueda del misterio de Dios era de los intereses más altos a los que el hombre podía aspirar. La pasión por Dios no sólo cambia la vida de una persona, es que es capaz de cambiar grupos sociales, mover montañas, hacer grandes obras.
Esto lo vemos en los grandes santos como por ejemplo Madre Teresa de Calcuta. Estos días que he estado en Polonia he podido constatar como el papa Juan Pablo II, un hombre apasionado por Jesucristo, ha marcado toda una generación en ese país. Las iglesias llenas con gente joven, muchos sacerdotes jóvenes por la calle, familias en las misas… y no sólo en Polonia, sino en el mundo entero.
Esto es a lo que el Papa Francisco invitaba a los jóvenes en la JMJ de Rio de Janeiro. Les decía: “Jóvenes necesitamos vivir la fe con un corazón apasionado!!”. Este es Jesús en el Evangelio de hoy cuando dice: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. Jesús se refiere al fuego del amor, al fuego de la pasión, al fuego que hace arder el corazón por el cariño a Dios. Me entusiasma ver a Jesús en este deseo tan fuerte en el que expresa: He venido a prender el fuego del amor a esta humanidad, a todos vosotros…!! La fe ha de vivirse con gran entusiasmo y fuerza.
Yo no se que tiene las vacaciones del verano (en España) que muchas veces nos deja a medio gas… uno debería plantearse bien como vivir unas vacaciones para no sólo desconectar del trabajo, sino también alimentar la vida, crecer y madurar. El otro día nos reíamos con un chaval; me decía: le voy a resumir mi verano: “perezoso, gandul, vago y holgazán”; Le pregunté: ¿así durante 60 días?
La fe y la vida no la podemos vivir de forma mediocre. La mediocridad mata el espíritu y el entusiasmo; la mediocridad acaba por llevarnos a la desidia y a tirar la toalla. En el libro del Apocalipsis encontramos esta expresión (Ap 3,15-16): “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
Esta mañana leía (Imitación de Cristo Libro 1, Cap. 25.4) que en la vida espiritual uno saca más beneficio si lucha con fortaleza aunque tenga más pasiones que aquel que poco hace aunque sea muy virtuoso.
Uno no puede quedarse en lo cómodo que ya conoce, al final queda lleno de hastío. No es verdad el dicho: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Uno debe aspirar siempre a algo más, salir de su zona confort. El viernes salí de excursión con los chavales de la parroquia a la Pedriza, aspirábamos a subir a la Charca Verde. Anduvimos casi 3 horas de ida. Más allá de la mitad del camino, ya muertos de calor, los chavales empezaron a quejarse: ¿Cuánto falta?, hace mucho calor… entonces nos paramos a darnos un chapuzon en el río. Era una zona muy maja, pero el agua no cubría más que por la rodilla. Muchos de ellos decían: Mejor nos quedamos aquí!! Preguntando a un señor me decía, merece la pena un empujón más, es una poza muy grande y muy bonita. Costó un poco animarles, pero al final nos decidimos a subir. Cuando llegamos, efectivamente, el sitio era espectacular, lo pasamos genial, una poza grande en la cual te podías bañar, saltar en las rocas, tirarte como por toboganes, etc.
En la vida y en la fe uno fácilmente se conforma con lo que tiene, pero es importante siempre aspirar con ímpetu a algo más. La pasión por la vida, el entusiasmo por las cosas, el amor a Dios nos debe empujar a cultivar ese fuego por llevar a otros el don de la fe. Dijo Jesús a sus discípulos: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!