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21 mar 2014

I CUARESMA


El Recorrido de los evangelios de la Cuaresma 2011:Las Tentaciones, la Transfiguración, La Samaritana, El ciego de nacimiento y La resurrección de Lázaro. Cinco homilías que tengan un hilo conductor:
- Los dos primeros domingos: vamos a entender la necesidad de la profesión de fe en Cristo Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, según profesamos en el credo de la Iglesia. - Los tres siguientes domingos: una vez profesada nuestra fe en el verdadero Hijo de Dios, el verdadero Salvador, entonces vemos tres encuentros en donde el hombre, cada uno de nosotros, se sitúa en su verdadera necesidad de Cristo. Jesús, hombre y Dios verdadero, viene a liberarnos de las ataduras a los engaños de este mundo y dar la verdadera respuesta a todo hombre: La sed de amor (corazón) de la Samaritana y que todos tenemos; la búsqueda de luz de la verdad (mente) del ciego de nacimiento, y la necesidad de soltar las ataduras (la voluntad) de Lázaro.
Hoy, primer domingo de Cuaresma, tenemos el evangelio de las Tentaciones (Mateo 4, 1-11). Este año, no me voy a detener tanto en desarrollar las tentaciones, sino en el significado de las tentaciones como la expresión de la dimensión humana de Cristo-Jesús.
En el credo de la Iglesia, cada domingo profesamos que Jesús es Cristo, es decir, que fue verdadero hombre y verdadero Dios. El problema en los primeros siglos fue creer que Jesús era el verdadero Dios, pues lo habían visto como hombre. Más tarde, con la distancia del tiempo desde la Encarnación, el problema fue creer que él fuera verdadero hombre, pues Dios no podía limitarse en una humanidad, Dios no podía abajarse en la carne pecadora del hombre.
Hoy vamos a detenernos en la humanidad, y el domingo que viene con la Transfiguración, en su divinidad, las separamos aunque son una inseparable realidad.
Los santos Padres desde la antigüedad ya decían que como gesto de humildad Cristo ocultó su divinidad tras su humanidad. Lo primero que vemos en Jesús es su humanidad, nos cuesta alcanzar a ver su divinidad tras su ser hombre. Pero detrás de la cortina de ser hombre está su identidad divina. Pero en realidad, su "humanidad" sirvió para revelar su "divinidad": su Persona de Verbo-Hijo; no tanto para esconder sino para revelar su identidad de Hijo de Dios.
Vamos a centrarnos en la dimensión humana de Jesús y lo que hoy nos quiere decir a nosotros:
Hoy leemos que Jesús fue llevado al desierto “y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mateo 4, 1-11). Después de esta frase se relatan las tentaciones, y esto nos revela el verdadero signo de su humanidad.
Jesús experimentó el cansancio, el hambre y la sed. Así leemos: "Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre" (Mt 4, 2). Y en otro lugar: "Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente... Llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: dame de beber" (Jn 4, 6). Jesús tiene, pues, un cuerpo sometido al cansancio, al sufrimiento, un cuerpo mortal. Un cuerpo que al final sufre las torturas del martirio mediante la flagelación, la coronación de espinas y, por último, la crucifixión. Durante la terrible agonía, mientras moría en el madero de la cruz, Jesús pronuncia aquel su "Tengo sed" (Jn 19, 28), en el cual está contenida una última, dolorosa y conmovedora expresión de la verdad de su humanidad.
Volviendo al relato de las tentaciones: ¿Quién de nosotros no es tentado? La tentación es el signo más creíble de nuestro ser humano, pues pone de relieve la flaqueza y debilidad, en definitiva, nuestra condición humana. Las tentaciones, el cansancio, el desaliento, la flaqueza, los errores… son un capitulo que yo retiraría del libro de mi vida… es algo que muchas veces me cuesta aceptar de mi propia vida. Cuando cometo un error, muchas veces no me lo permito y me hago intolerante conmigo mismo. Cuando experimento al debilidad me hago escrupuloso. Cuando tomo una decisión y no las tengo todas claras le estoy dando vueltas mil veces, ¿lo hice bien o no? ¿era esto o lo otro?... En el fondo me gustaría vivir sin todo esto… en el fondo me gustaría no ser humano… el perfeccionismo que llevamos metidos dentro es un orgullo atroz de falta de aceptación de mi humanidad. Mi orgullo me impide ver mi humanidad, no acepta que pueda cometer errores, o descubrirse mi debilidad.
Dios asume la humanidad en Cristo, Dios acoge la humanidad y con ello nos dice que está muy bien ser hombre, que estamos bien hechos (Gn 3, 16-31 "Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien"). En la humanidad de Cristo descubrimos la belleza de todo un Dios que quiere, asume, y decide que ser hombre es lo más grande.
Jesús fue igual al hombre en todo excepto en el pecado. Ser tentado no es pecar. Una cosa es ceder a la tentación, consentir, y otra es ser tentado. Ser tentado no quita belleza al ser humano, caer en la tentación y consentir el pecado nos conduce a la mediocridad y degradación del ser humano. Pero gracias a Dios, en Cristo se nos ha dado el remedio a la tentación de la mediocridad mediante la oración; sólo desde el acto de rendirse a Dios uno puede salir victorioso de la tentación. La gracia divina, que se adquiere por la oración, fortalece la humanidad. En el relato vemos a Jesús, que frente a la tentación, cita la Palabra de Dios, pone la oración por delante… y ahí en la debilidad de su humanidad, nos demuestra la grandeza del hombre, la victoria sobre la tentación.

Su "humanidad" sirvió para revelar su "divinidad": su Persona de Verbo-Hijo. Esto es a lo que estamos llamados todos nosotros.

25 may 2013

Pentecostes, REFLEXION Evangelio Semanal,


La voz del acusador, la voz del defensor.
P. Luis J. Tamayo

El domingo pasado celebramos la Fiesta de la Ascensión, este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Con esta fiesta acaba el tiempo de Pascua.
La Escritura describe al ES de diversas formas, fuego, paloma, y viento. Cuando hablamos de la imagen del "viento impetuoso", hace pensar en el aire, que nos permite vivir en él. Benedicto XVI dice que lo que el aire es para la vida biológica, lo es el Espíritu Santo para la vida espiritual; y, como existe una contaminación atmosférica que envenena el ambiente y a los seres vivos, también existe una contaminación del corazón y del espíritu, que daña y envenena la existencia espiritual. Así como no conviene acostumbrarse a los venenos del aire, se debería actuar del mismo modo con respecto a lo que corrompe el espíritu. La metáfora del viento impetuoso de Pentecostés hace pensar en la necesidad de respirar aire limpio con los pulmones, como con el corazón el aire espiritual, el aire saludable del espíritu, que es el amor. “El defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”
Una forma de identificar la contaminación de la mente es la voz del Acusador. ¿Quién no ha experimentado la voz del Acusador tirando por tierra –en algún momento de la vida– la esperanza, el ánimo, llevando a verlo todo negro, empujando al desánimo y acabar descorazonados, desalentados, abatidos o tristes? Esto es lo que contamina el corazón del hombre. En situaciones donde uno se siente más vulnerable como una enfermedad, tiempos de exámenes, estrés en el trabajo, un embarazo, dificultades de comunicación en el matrimonio, el fallecimiento de un familiar, cuando ves que a final de mes no llegas, o se habla en la empresa que van a recortar número de empleados. La voz del Acusador cobra fuerza… no es que antes no estuviese, sino que ahora por estar en situaciones de vulnerabilidad coge más fuerza, hasta tal punto que lo ves todo negro… que te ves en un túnel sin luz al fondo. De repente nada tiene solución.
El otro día se me acercó un hombre, me empezó a contar su situación en su familia. Fue precioso ver el proceso que realizó la persona, de cuando empezó a hablar a cuando salió del despacho. Yo sólo escuchaba, en un primer momento todo lo que describía era maravilloso, luego al sentirse en confianza empezó a soltarse y todo se hizo negativo… tenía necesidad de desahogarse… y antes de acabar, le hice unas cuantas preguntas… empezó a reflexionar y de repente todo empezó a tomar un tono más positivo. Al final se dio cuenta que las cosas no eran tan negativas, sino que era él quien así las veía. Ese “caer en la cuenta” de la realidad… es el Espíritu Santo!! “El defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”
A veces lo vemos o todo blanco o todo negro. O todo es terrible, o todo es maravilloso. ¿Cómo pueden cambiar las cosas tan rápidamente? Espera! Hace falta un equilibrio. Busca a alguien que te objetive, que te muestre la luz al final del túnel... Párate y pide luz al Espíritu Santo. La voz del Acusador tiene la misión de desanimar, de hacerlo todo imposible, de ponerle mil quejas, de hacer ver que las cosas no marchan. Pero también es cosa del mal espíritu hacerte ver todo excesivamente ideal, sin ningún problema… es la fantasía o falta de la realidad. Te hace creer que todo lo has conseguido tu para que el orgullo te suba.  Y ya sabemos la ley de la gravedad: todo lo que sube baja.
Necesitamos al Defensor, al Espíritu Santo, que nos trae el sano juicio, una mirada equilibrada sobre las cosas. Él es quien te pone los pies sobre la realidad. Te deja ver lo negativo, pero con don de la esperanza que fortalece y anima para superarlo; y te sabe hacer ver lo positivo en agradecimiento con la certeza que Dios te lo ha dado.
¿Cuál es la gravedad de no descontaminarse? ¿Cuál es el problema de no desenmascarar la voz del Acusador? que acaba por afectar la libertad. Mis actos están movidos por mis percepciones, acabo actuando según mi percepción de la realidad. Y las cosas, muchas veces, no son sólo como yo las percibo, sobretodo si mi mente está contaminada por la voz del Acusador.
Jesús nos ha regalado varios medios preciosos donde el Espíritu actúa de forma perceptible: la dirección espiritual y de la confesión (entre otros). Abrir lo que hay dentro, dejar que la luz entre: lo bueno y lo malo. Necesitamos de momentos especiales donde el Espíritu Santo actúa sacramentalmente, donde recibo al Defensor por la imposición de las manos del sacerdote, donde acontece ese “caer en la cuenta” por la iluminación del Espíritu Santo, donde acabo por ver luz al final del túnel. 

18 feb 2013

I Cuaresma, REFLEXION Evangelio Semanal


Nunca desestimes a tu oponente
P. Luis J. Tamayo

(Lucas 4, 1-13)
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó:
- «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
El eje de las 5 reflexiones de Cuaresma gira en torno al segundo domingo (II), la Transfiguración, es decir, es la invitación a poner un horizonte claro a nuestra vida cristiana; ¿la meta? transformación en Cristo. Puesta la meta nos encontramos con dos tipos de retos: uno que viene de fuera, las tentaciones; y tres que son mi colaboración con el proyecto de colaborar en la tarea de Dios de mi transformación en Cristo. El domingo (I) hablamos de las tentaciones, aquellas que vienen a desanimarme y a obstaculizar la meta última al que ha de tender nuestra vida: reproducir la vida y el amor de Cristo. El domingo (II) es la meta: La transformación en Cristo. Los tres últimos domingos: tres ejercicios de colaboración para esta transformación: oración (III), ayuno (IV) y limosna o caridad (V).
Hablar de las tentaciones no tiene público. No interesa hablar de ellas. Es un tema que no vende. Pero ignorarlo es ya una de las trampas favoritas del tentador.  Un buen entrenador siempre te dirá una cosa: no desestimes a tu oponente. La astucia del oponente muchas veces es mayor que la nuestra. Por eso Jesús dirá en el Evangelio: Mateo 10:16 He aquí, yo os envío como á ovejas en medio de lobos: sed pues astutos como serpientes, y sencillos como palomas.
Las tentaciones pierden todo interés si no es en el horizonte de un proyecto de vida.  Si uno no tiene un ideal de vida que le proyecte hacia a delante, entonces estar dando vueltas es lo normal. Uno queda atrapado en todo tipo de tentaciones cuando no tiene bien marcado el horizonte en la vida, el proyecto del cristiano es Cristo, y de ahí nace la ilusión por la lucha y superación de obstáculos.
Teniendo Jesús la meta de su vida bien clara, entonces surge el tentador para desviarle del camino. El padre de la mentira quiere desviarle del verdadero proyecto de Dios y, bajo apariencia de bien, le hace unas propuestas que son confusas.
Según la Tradición de la Iglesia las tentaciones que se le presentan a Jesús son tres:
1) Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que son los “placeres”.
2) Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.» Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que es el “poder”.
3) Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".» Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que serían las “riquezas”.
Hay que dejar claro que son tentaciones para  desviar a Jesús del gran proyecto de Dios para con su vida.
Los Placeres pueden presentarse como tentación: O ¿a caso el placer de una vida llena de caprichos no tiene su atractivo? Pero el exceso de placer te deja atrapado en la incapacidad lucha y esfuerzo para llevar a delante la edificación de tu vida.
El Poder puede presentarse como tentación: O ¿a caso el poder y la gloria humana no tiene buen sabor? Pero te aleja de la verdadera humildad  y al final te hace creer que con tu sola fuerza lo puedes todo sin necesitar de Dios en la vida.
Finalmente, las Riquezas también pueden presentarse como tentación: O ¿a caso acumular de todo (ropa, bisutería, electrónicos, etc.) lo que se me antoja no da una grata sensación de seguridad y de glamour? Pero la adquisición sin pensar si de verdad lo necesitas te atrapa en la compulsividad y al final acabas por perder el domino de ti mismo.
Alimentar estas tentaciones acaban por dejarnos sin la fuerza de Dios, sin la capacidad de esfuerzo y sin dominio de si, de esta forma ¿crees que puedes construir el proyecto de Dios para tu vida?
Lo grandes santos siempre se han dejado guiar por un “director espiritual” o un “acompañante espiritual”. Ellos sabían bien de la necesidad de contrastar el camino de la vida para no dejarse distraer por tantas cosas que nos quitan fuerza del objetivo final, identificarnos con Cristo.
Jesús nos invita, como él hizo, a alimentar el horizonte y la meta de la vida, (oración, caridad y esfuerzo) pues sólo teniendo claro hacia donde vamos es cuando sacamos conciencia para darnos cuenta si estamos enredados en otros caminos que no nos conducen a la meta.

2 sept 2012

Domingo XXII, T.O. REFLEXION Evangelio


"Quiero tu corazón cerca de mi" - P. Luis J. Tamayo

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» El les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

La tradición de los mayores, que era la norma, consistía en lavar lo de fuera, manos, vasos, jarras, etc. para no caer en la impureza. Así arremeten los fariseos contra Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?
Pero Jesús sabe llevar la pregunta a su terreno, a lo que a Él verdaderamente le interesa. Pues a Jesús no le interesa solo responder de forma simple, sino que su enseñanza ha de marcar un espíritu nuevo, una tradición nueva.
Jesús podía simplemente haber respondido para resolver esa cuestión de forma puntual, pero eso no es el espíritu de Jesús. Jesús es Maestro, y como tal, el nos quiere llevar a una nueva forma de comprensión de la religión.
Una respuesta simple podía haberse quedado en lo primero que les responde: “la doctrina que enseñáis queda sólo en preceptos humanos”; es decir, como es tradición de los hombres, y no es mandato divino, no es esencial para la salvación. Lavarse o no las manos no añade o quita salvación divina al hombre. Podría decirse que es algo superfluo o no esencial para la vida del hombre.
Una nueva enseñanza: Pero Jesús no queda en una respuesta fácil y puntual, sino que se adentra en el alma misma de la religión judía y penetrando hasta sus entrañas la lleva a lo esencial, marcando una nueva enseñanza. Para ello añade: “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.” Esto último, si que añade o resta salvación al corazón del hombre, pues lo puro o impuro de una acción o de un pensamiento no es inocuo al corazón del hombre; no queda en lo externo, sino que enraíza al corazón del hombre y lo inclina hacia la bondad o la maldad.
Pero fijaos, Jesús, mucho antes de dar una explicación se centra en la misma Sagrada Escritura, y utilizando al Profeta Isaías, deja clara la actitud de sus oponentes: El les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Lo que Jesús busca es un culto donde pongamos el corazón, no labios que repiten oraciones vacías, ni quedar atados a preceptos humanos que no liberan, sino que ponen cargas.

17 jun 2012

REFLEXION Evangelio Semanal,

A nosotros nos toca sembrar 

Mc 4, 26-34: “En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha".
El desánimo, como su mismo nombre indica, es una enfermedad del alma (sin ánima): por motivos muy diversos, el ser humano puede experimentar que se le desinfla el alma, que pierde el ánimo, el aliento interior que le hace caminar, luchar por lo que cree, superar dificultades. Se tiene entonces la impresión de que esa lucha es inútil, que ese camino no conduce a ninguna parte, que las dificultades son más fuertes que nosotros.
El desánimo surge por esta mentalidad de la eficacia que tan arraigada esta entre nosotros. Queremos ver resultados ya, de inmediato, de todo lo que hacemos. Pero no por que más apriete la manzana quiere decir que madure antes… todo tiene su tiempo y su momento. A nosotros nos toca sembrar, plantar y regar, pero es a Dios en su momento que le toca recoger como y cuando quiera. En nuestro mundo vivimos acostumbrados a los artículos de usar y tirar y que no alcanzamos a hacerlos nuestros. Así sucede con ciertas formas de espiritualidad más o menos de moda que nos prometen  que  nos “sentiremos bien” enseguida, o que tendremos éxito social, y en las que es difícil discernir la verdadera espiritualidad de la mera higiene mental.
El Evangelio de hoy es una parábola contra el desánimo. Con ellas nos está llamando a la confianza en Dios, que es el que ha iniciado la obra buena y que Él mismo llevará a término. La obra buena es la siembra del amor, del servicio, de la semilla de la Palabra. Cuantas veces le gritaré a un hijo: ¿Hasta cuando te lo tengo que repetir? ¿Cuando te vas a enterar de lo que hacen tus padres? La aparente falta de éxito, la exasperante lentitud del amor, tiene que ver con la lógica del mismo, que encuentra en esta imagen agrícola su mejor modelo. Sembrar la semilla y esperar sus frutos es un proceso largo, trabajoso, que requiere mucha paciencia, en el que hay periodos prolongados de aparente esterilidad, en los que “no pasa nada”, en los que “nada se ve”. Nos impacientamos, nos da la impresión de que un gesto de amor sin esperar nada a cambio no da resultados.
¿Tenemos que entender estas palabras de Pablo, y las parábolas de Jesús, como una llamada a la pasividad, a no hacer nada, a esperar sentados? Al contrario. Precisamente el que vive en la confianza no pierde el ánimo y pone manos a la obra; el desanimado es el que baja los brazos. Y es que con nuestras obras podemos favorecer o perjudicar el crecimiento de la semilla: podemos, siguiendo con la imagen agrícola, desbrozar la tierra y eliminar las malas hierbas, podemos regarla y abonarla, podemos, en síntesis, que nuestra tierra acoja favorablemente la semilla de la palabra; pero podemos también actuar de tal forma que la ahogue y le impida crecer: por ejemplo, no haciendo nada; o, todavía peor, sembrando malas semillas. La obra buena iniciada con Dios requiere de nuestra cooperación, la confianza lleva a una esperanza activa, constante, responsable y también a algunas renuncias.
Por ejemplo, también escuchar perseverantemente la Palabra, aunque a veces no la acabemos de entender; asistir con fidelidad a la reunión eucarística, aunque a veces “no nos diga nada”; mantener vivo el vínculo con Dios en la oración, pese a los momentos de sequedad…, son formas de vivir la fe con confianza, esperanza y responsabilidad que siempre acaban dando fruto. Puede ser que esos frutos se nos antojen casi insignificantes, ante la magnitud de los problemas y los poderes del mundo. Pero esa pequeñez insignificante es precisamente a lo que se parece el Reino de Dios: como el arbusto de la semilla de mostaza; no es un árbol (como el árbol grandioso que se describe en la primera lectura, una imagen, tal vez, de nuestros sueños de grandeza), pero es suficiente para que los pájaros puedan anidar en sus ramas y encontrar así sombra y cobijo.

3 abr 2012

Cuaresma V, REFLEXION Evangelio Semanal

Juan 12,20-33 “En aquel tiempo, algunos griegos acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.”

Hoy es el 5º domingo de Cuaresma, continuamos con la quinta reflexión sobre las tentaciones: Hoy vemos la tentación de rebajar la calidad del amor verdadero.

En el Evangelio de hoy hay una petición: queremos ver a Jesús!! Hoy lo traduciría por ese grito que hay en muchos corazones de: “queremos ver que el amor de verdad existe!”. Hay gente joven que me dice: “Yo no creo en el amor… es que no lo veo”, “es que la gente es muy egoísta”, “es que solo buscan sexo”, “es que se aprovechan de mi” (como el chiste: En una reunión el jefe del departamento les dice a todo su equipo: sois una panda de egoístas, aquí todo el mundo va a lo suyo, excepto yo, que voy a lo mío).

El deseo de todo hombre, creyente y no creyente es creer que el Amor es posible. Todo hombre necesita creer que el amor autentico y puro sin edulcorantes existe. ¿Por qué a uno se le saltan las lágrimas cuando ve una escena tierna en una película?, ¿Por qué uno se emociona cuando ve un abrazo lleno de lealtad entre dos amigos? ¿por qué a uno se le cae la baba cuando ve a un padre abrazar a su hijo? No hay mejor escena que ir a la llegada de un aeropuerto y mirar los abrazos que se da la gente cuando llegan… se te encoge el corazón. Estamos creados para el amor y lo necesitamos, necesitamos ver que existe.

Los cristianos tenemos una misión: Necesitamos ayudar a este mundo a ayudarles a creer que el amor autentico existe; que el amor desinteresado es verdad, que el amor generoso se puede vivir (1ª Corintios 13)

En Filipinas, una vez me ingresaron por una infección que me cogí en el estómago. No tenía a mi familia, y el otro sacerdote que vivía conmigo tenía que cubrir su trabajo más el mío. Fue impresionante ver como un grupo de personas de la parroquia se turnaron para hacerme compañía en el hospital. Yo me preguntaba: y a estas personas ¿qué les mueve a ocuparse de mi día y noche, con las responsabilidades que tienen? Sólo desde el amor de Dios es posible mover la generosidad en una persona, sólo desde el amor de Dios es posible construir una mistad verdadera y limpia.

¿Cuál es la tentación sutil? Edulcorar el amor verdadero, somos expertos en disfrazar actos de amor como generosos cuando en el fondo están llenos de egoísmo. Cuantas veces los hijos hacen un favor a los papas, pero porque esperan una recompensa, la propina, un dinero… y los adultos otro tanto de lo mismo.

Jesús dice: El que se ama a sí mismo se pierde. El que busca el amor propio se pierde lo mejor, se pierde el gozo de darse generosamente a los demás, se lo pierde!! Y dice Jesús: el que no se pone a sí mismo como el primero ganará una vida plena y gozosa. El que quiera servirme, que me siga, y a quien me sirva, el Padre lo premiará. ¿Cuál es ese premio? La alegría colmada. El amor de verdad es exigente, pero quien se mete por este camino descubre una vida fascinante. No nos dejemos llevar por la sutil tentación de rebajarlo y conformarnos con un sucedáneo que no sabe a amor autentico.