5 jun 2010

Corpus Christi, REFLEXION Evangelio Semanal

Corpus Christi: Presencia verdadera de Jesús
(P. Luis Tamayo)

Hoy la Iglesia Universal celebra el Corpus Christi, es una fiesta especial que se hace en torno al Cuerpo de Cristo. Uno puede pensar, ¿por qué hoy se celebra algo que ya celebramos todos los domingos? Alguno dirá: ¿a caso no celebramos cada domingo la fiesta del Señor?

Justamente aquí encontramos la razón y el origen de esta fiesta. Al acudir a la eucaristía cada domingo, e incluso muchos de nosotros los días de diario, uno corre el peligro de acostumbrarse de tal modo que no es que desprecie, pero deja de apreciar… tan sublime acto de amor de Nuestro Señor al perpetuar su presencia en la Eucaristía. Esto es lo que le pasó a un sacerdote... que se acostumbró a la Eucaristía... Hoy Jesús nos invita a que no nos acostumbremos a tanto amor en la Eucaristía.

Cuenta la historia que en el siglo XIII, cerca de Roma, en una pequeña ciudad llamada Bolsena, en la basílica de Sta. Cristina aconteció el milagro eucarístico de Bolsena: Había un sacerdote que no tenía fe en la transubstanciación, es decir en la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. El pedía fe en su oración, por eso seguía celebrando la misa. Era 1264, y un día al consagrar la eucaristía, al levantarla sobre el altar, ocurrió el milagro. El pan eucarístico tomó la forma de carne humana y desprendió unas gotas de sangre real y autentica. De hecho, hoy día, esta hostia aún se conserva y científicamente se ha comprobado su autenticidad (la carne está constituida por un tejido muscular del corazón… Nos encanta escuchar milagros!!). Al poco tiempo la noticia llegó a la Papa Urbano IV y finalmente, en torno a este año, instauró la fiesta del Corpus Christi.

En la Eucaristía "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad" (Concilio de Trento: DS 1640; 1651).

La razón de esta fiesta es tener un momento especial en el año litúrgico para recordarnos que no hay que banalizar nuestra asistencia a la Eucaristía, y así no dejar que ésta se convierta en algo monótono, rutinario y pierda todo sentido. La Eucaristía no es un “acto social”, no es un “tengo que”… es una cita amorosa, es un encuentro entre mejores amigos… Él que viene es quien más te ama… es un encuentro entre Dios y tú – tú y Dios. Es un momento especial que hay que preparar previamente. De esta forma uno puede llegar a entender la necesidad de asistir diariamente a la Eucaristía. 

El Concilio de Trento dice: "Por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación" .

La transubstanciación es un milagro que pasa desapercibido para quien no tiene fe porque después de la consagración, aunque no hay ya substancia de pan ni de vino, si quedan los "accidentes" (color, gusto, peso, cantidad, etc.) de pan y vino. Por eso la Eucaristía tiene la apariencia de pan y vino aunque no lo es.

¿Qué es lo que permanece? Permanecen en la Eucaristía los accidentes, o apariencias del pan y del vino. ¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la transubstanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color, sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Pero cambia la sustancia, ya no es pan sino el cuerpo y la sangre de Cristo. 

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento”, ¿Cómo se hace presente? Según la doctrina, por la fuerza de las palabras de Cristo por el sacerdote, bajo la especie de pan y de vino se transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y por la natural conexión, éstos contienen el alma de Jesús y, por la unión hipostática, la misma Divinidad de Nuestro Señor. 

Esta es una invitación a entender el verdadero deseo de Dios de perpetuarse de forma visible y de tal forma que pudiera estar siempre cerca de cada uno de nosotros.

La pregunta final es: ¿cómo preparo mi encuentro eucarístico con el Señor sabiendo que viene en cuerpo, sangre, alma y corazón? ¿cómo le acojo sabiendo que viene verdaderamente el mismo Dios a mi vida?

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