19 dic 2009

4º Domingo de Adviento

¿Qué vio Dios en María? Su pequeñez.

Estamos celebrando ya el cuarto domingo de Adviento; quedan ya pocos días para la fiesta de la Navidad.

El centro de atención de este cuarto domingo se lo debemos a María. María, a punto de dar a luz, a punto de ser Madre de Dios, la mujer que dio su consentimiento a los designios amorosos de Dios  ¿Cómo entender a María en este acontecimiento próximo a la Navidad?

La primera lectura nos ayuda a entender esta pregunta: ¿Qué vió Dios en María para ser escogida como Madre de Jesucristo? ¿En qué se fijó Dios al escoger a María para llevar en ella su historia de amor con la humanidad?

La primera lectura del profeta Miqueas (mi 5, 1-4ª) narra: “Así dice el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel.”

¿Qué vio Dios en María? Su pequeñez. ¿Qué conquistó el corazón a Dios al ver a María? Su humildad, su sencillez, su bondad.  Estas son actitudes del corazón que ayudan a dejar a Dios quedar enamorado de nosotros. A caso ¿no crees que tu puedes ser predilecto de Dios?

Cuando hablamos de estas características en la figura de María parece que conectamos con lo que desde siempre nos enseñaron de la Virgen.  Pero a veces invitar abiertamente a la gente a ser humilde, sencillo y bondadoso… hoy día se entiende casi como proponer a uno que sea ‘tonto’ o ‘bobo’.  Alguien me decía: “Padre Luis ¿no se da cuenta que el mundo no va por ahí? ¿no se da cuenta que eso, hoy día, no convence a nadie?... ni si quiera a los católicos…” Escuchar esto último se me clavó en el alma…  Pero algo de verdad hay en esto.

Si uno es sincero y ve lo que propone a sus hijos, o como es su plan de vida, te das cuenta que en sus prioridades tanto personales como para los suyos no están la humildad, la sencillez o la bondad.

Por ejemplo, hablemos de la sencillez: estos días pensaba que muchos de nosotros usamos el eslogan de ‘querer una vida más sencilla”. Cuantas veces hemos escuchado: llevo un ritmo acelerado, a ver si estas navidades paro un poco… pero llegan las vacaciones y uno en vez de parar ya está programando como ocupar su tiempo sin parar.  El ritmo que llevamos no es el de una vida sencilla. Cada día hemos de lidiar con cosas que no podemos evitar: como el trabajo diario, algunos estamos metidos con clases de esto u lo otro, luego añade las gestiones normales de la vida diaria, y no olvidemos cierta vida social como visitar a la familia o tomar un aperitivo con los amigos.  Cuando llega el fin de semana o las vacaciones uno ya está – automáticamente – programando para salir de viaje, ocuparse en actividades, hacer esto u lo otro…

El otro día hablando con una persona me dice: ¿por qué tengo que liarme en Navidades casi compulsivamente a ocupar el tiempo? Y me dice: ¿puedo quedarme en casa y hacer algo sencillo? Como leer un libro, arreglar papeles acumulados, sentarme con los míos a jugar al parchís, pasear por el campo con un bocata de tortilla… me gustó lo que decía.  Me pareció muy atrevido.

Pero a veces plantearse algo sencillo, desacelerar el activismo, cortar planes compulsivos, quedarse quieto, reposado, sin un “hacer” que me lleve a estar desconectado de mi mismo.  Cuando se lo contaba a un amigo me decía: eso es lo que todos anhelamos, pero suena a 'aburrimiento' - parece que estoy acostumbrado a darle 'ritmo' a todo.  Es verdad, en el fondo no sabemos vivir de una forma más sencilla.

María nos puede ayudar a ver como la sencillez vivida desde Dios y con mucho amor puede adquirir una intensidad profundísima como para llenar la vida de un gran sentido. Una mujer sencilla y sin embargo un “sí” dado en el silencio hizo de ella Madre de Dios: la primera lectura dice de María: pequeña entre las mujeres, pero de ti saldrá el jefe de Israel.” La prima Isabel le dice María en el Evangelio de Lucas (1, 39-45): ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

Aprender a decidir por cosas sencillas no es quedar encerrado en el aburrimiento supino, sino que vivido desde Dios y con mucho amor puede adquirir una intensidad profundísima y llenar la vida de un gran sentido: 

Decidir quedarse en casa a jugar al parchís con la familia puede convertirse en un gesto de dar amor, servir a los demás, invitar a saborear una alegría que no viene del consumo externo. Decidir quedarse una tarde en casa a leer un libro (¿por qué no espiritual?) y -sin TV-, puede ser un momento de conectar con el espíritu interior de uno mismo, muchas veces tan olvidado y rescatar de él la fuerza interior del amor.  Decidir dar tiempo desinteresado a alguien que me necesite (un vecino, un anciano, un enfermo, etc.) puede ayudarme a cambiar mi concepto de “perder el tiempo” por “invertirlo por amor”. 

Decidir hacer algo distinto (desacelerar) a lo que siempre hago (llenarme de ocupaciones), puede ser el saborear algo nuevo en mi vida para dejar atrás hábitos que nunca acaban por llenar mi vida.  

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