10 mar 2013

III Cuaresma ciclo C - REFLEXION Evangelio Semanal


LOS FRUTOS DE LA ORACION
(P. Luis J. Tamayo)

Entramos en el tercer domingo de Cuaresma. Recordamos que estamos haciendo un itinerario de 5 homilías unidas por el mismo hilo temático de la Cuaresma.
En el Evangelio del 2º domingo (la Transfiguración de Jesús) vimos que el culmen de nuestra vocación cristiana es la transformación en Cristo, es decir, todos estamos llamados a crecer y madurar hasta la altura y la medida del amor de Cristo. El 1º domingo vimos las tentaciones (Jesús en el desierto) como las dificultades que nos salen a lo largo del camino, que pueden obstaculizar o fortalecernos (“trampa o trampolín”) en el camino.
Ahora nos quedan tres domingos en los que veremos los tres ejercicios que nos propone la Iglesia como camino de colaboración nuestra a la obra que Dios hace en nosotros de llegar a esta madurez: (1) el ejercicio de la oración, (2) el de la abstinencia y (3) el de la limosna o caridad. La pregunta es: ¿Cómo entender estos tres ejercicios?
Hace días hablaba con un corredor de atletismo en los 40 (de mi quinta!), y me decía que en los maratones siempre hacía una buena marca de tiempo, siempre más o menos lo mismo, no variaba mucho y esto le hacía estar muy contento pues sentía que los años pasaban pero seguía estando en forma. Así llevaba varios años y nunca se había planteado que podía aspirar a más. Un día conoció a un entrenador que al verle le dijo: “tú puedes aún hacer una mejor marca, tú tienes una mayor capacidad”. Mi amigo tenía el potencial pero tenía que desarrollarlo. Tuvo que ser alguien desde fuera que supo mirarle no desde lo que ya hacía sino desde su potencial. “Tu aún puedes mucho más”, le decía, “pero para alcanzarlo tienes que estar dispuesto a hacer una serie de ejercicios”.  Efectivamente, mi amigo, que nunca se había planteado que podía mejorar su marca,  practicando los ejercicios que le indicó el entrenador, mejoró notablemente.
Los ejercicios de la oración, abstinencia y limosna sólo se entienden si uno está dispuesto a crecer y a madurar en su vida cristiana. Sólo si estás dispuesto a crecer según la medida de Cristo, entonces, la práctica de estos ejercicios es cobran todo el sentido y su necesidad.
El tema de hoy es la oración de Cuaresma
Lc 13, 1-9: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
La higuera es como el ejemplo de un amigo corredor que año tras año hacía el mismo resultado y no aspiraba a una mejor marca; similar a lo que dice el Evangelio que, año tras año, la higuera ni si quiera da fruto alguno.
La lectura de este Evangelio nos ayuda a entender que no es que la oración no tenga su fuerza, sino que muchas veces es uno mismo quien no busca en la oración la esperanza o la fuerza para colaborar con Dios en el camino de madurez.
Se acercaron marido y mujer a confesar. Primero vino la mujer y en vez de hacer su propia confesión parecía que estaba haciendo la confesión del otro… es que mi marido es tal y cual, y es que tiene este carácter y me hace las cosas muy difícil… más tarde llegó el marido y lo mismo, me estaba confesando los defectos de la mujer.  La cuaresma es tiempo de madurez, de crecimiento… si no hago más que poner las culpas fuera, es como decirle al entrenador: es que el otro lo hace peor, es que el otro hace trampas, es que el otro entrena mucho más que yo, etc.  Pero el entrenador te dirá: “a mi que me importa el otro. Tú, ¿estas dispuesto a ver en ti que es lo que no funciona bien? ¿quieres crecer?
Hay que entender que la vida de todo hombre no está hecha, sino que está en una continua necesidad de hacerse. Lo grandes pensadores de la historia lo decían: No crecer, no aprender nada nuevo, no desear mejorar es morir en vida. Buscar alcanzar la madurez del amor de Cristo para mi vida significa estar en una constante tensión de crecimiento.  Y la gran noticia es que sí puedes crecer!, si puedes moverte hacia delante!, si puedes aspirar a más!.
La oración es nuestra principal arma, pues en ella encontramos la fuente de la gracia, la fuente de la fuerza para levantarse cuando uno no puede, la oración es el ánimo constante a no tirar la toalla, es el entusiasmo para llegar donde uno ni se imagina. La oración es la clave de la vida cristiana.
El tono de la oración para esta Cuaresma debería llevarme a ese encuentro cara a cara con Cristo como ese entrenador que ve en nosotros el potencial y dice: “tú aún puedes amar mucho más, tú aún tienes una capacidad mayor para crecer”. La oración es ponerte delante de Aquel que te conoce profundamente y mira el corazón y no las apariencias, y mira el potencial que tienes y anima constantemente a lo que de verdad puedes llegar a hacer. El viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto.”
¿Quién de nosotros puede decir que ya ha llegado al amor perfecto? ¿quién no necesita aprender de nuevo a perdonar? ¿quién no puede ser aún más generoso? O ¿acaso no sientes el conflicto dentro entre el deseo de hacer el bien y el egoísmo para no mover un dedo? Este es el camino de la conversión de Cuaresma: Dios te mira y te dice “¡Aún puedes crecer más!”. Cuantas metas para examinar: la humildad, la pureza de corazón, la fidelidad a tu esposo/a, la paciencia, los detalles de cariño, el compromiso con tu parroquia, etc. 
Uno puede argüir como en el Evangelio "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Ya ves tanto tiempo intentándolo y esto no funciona, no espero nada, tiro la toalla… Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto".» Esta es la mirada de Cristo… espera, no tires la toalla tan fácilmente, yo te ayudaré… tu pon de tu parte, y yo hago el resto… pero recuerda que para recoger la cosecha has de dejar pasar tiempo.  La oración pide de nuestra colaboración, ya lo expresa el dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando.”

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