7 dic 2013

II Adviento, Fiesta de la Inmaculada Concepción

Dejarse amar...

Hoy celebramos la gran fiesta de la Inmaculada Concepción. El evangelio Lc 1, 26-38 nos cuenta el relato de la Anunciación, del que subrayo estos versículos que, especialmente hoy, me llamaron la atención. Son como un piropo a la Virgen.
Me encanta escuchar cuando se hacen buenos piropos, cortejos o galanterías a las mujeres… los andaluces para ello tienen mucho arte. Hace unos años paseaba por Sevilla y junto a la acera había una zanja profunda con varios obreros dentro trabajando. En esto que pasaba delante de mí una mujer muy esbelta y guapa vestida de negro. De repente, con acento andaluz muy simpático, se oye desde debajo de la zanja: “Jezú, algún angel ze ha debio morir en er zielo, pues mira, ha pazao la Virgen María veztida de luto”.

El ángel, al acercarse a la Virgen le dice un piropo precioso: “El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.”
Preciosas palabras las del ángel: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
María fue llena de gracia pues en su sencillez se dejó amar del todo. María pudo vivir en la alegría profunda pues estaba llena de la alegre presencia del Señor.
A veces escuchamos la expresión “esa persona está de alegre que no cabe en sí mismo”, para decir estaba lleno de alegría. O cuando alguien ha de dar una buena noticia se dice: “lo anunció a boca llena”, para expresar que dio la noticia lleno de felicidad.
¿Cómo estas tú? ¿Puedes decir que estas lleno? ¿Te falta algo? ¿Qué te falta?
En una jornada con jóvenes teníamos esta pregunta: que te falta para tener una felicidad profunda? Y uno respondió: “el iPhone 5”. La respuesta no está en lo material. Todos hemos oído que lo material o el dinero no da toda la felicidad completa. Todas estas cosas nos distraen, nos entretienen, nos recrean, pero no dan la felicidad. La felicidad en el ser humano sólo se nutre en las relaciones autenticas y en la amistad verdadera con otro ser humano.
María supo abrirse a la relación autentica y a la verdadera amistad con Dios y encontrar en Él todo el amor. María supo dejarse amar por Dios. María fue lo suficientemente humilde para reconocer la necesidad del amor de Dios; y Dios la llenó, por eso fue llena de gracia.
Una relación autentica pide el darse al otro, pero también es imprescindible recibir del otro. Es verdad que dar no nos cuesta tanto, pero si que ponemos resistencias para recibir amor. Cuando hace unos años regresé de Filipinas a Madrid, un día fui a misa con mi madre. En el momento de la oración del Padre Nuestro sentí la necesidad de cogerle la mano a mi madre, sentía la necesidad de su ternura, pues hacía años que había estado viviendo lejos. ¿Te puedes creer que en un primer momento sentí la resistencia de tomarle la mano? Esto lo veo yo mucho entre los matrimonios. ¿cómo cuesta manifestar que un o necesita un gesto tierno de cariño? Que gran milagro cuando uno reconoce sin escandalizarse que tiene necesidad de dejarse amar.
Pero hay que decirlo claramente, sólo en Dios uno puede encontrase lleno, pues sólo de Él es la plenitud del Amor. Los seres humanos podemos manifestar el cariño, pero somos limitados. ¿Cuántas veces uno se siente defraudado por poner su esperanza en otra persona, pues tarde o temprano manifiesta sus debilidades? Sólo Dios es la plena revelación de la Vida y el Amor. Sólo Él puede llenar el corazón humano. Santa Teresa de Ávila decía: Sólo Dios basta.
María fue llena de gracia pues se dejó amar. Su oración era afecto, ternura, adoración.  Su contemplación era el abrazo de Dios a su vida. A veces nuestra oración se queda sólo en darle vueltas a ideas en la cabeza. ¡¡¡¡Necesitamos de una oración afectuosa!!!! donde la conversación con Dios gire en torno al amor mutuo.
Déjate amar, para que hoy se pueda decir de ti: Alégrate, lleno de gracia, el Señor está contigo.

Vivo sin vivir en mí de Santa Teresa de Ávila
Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero 
Que muero porque no muero.   -   Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di.
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
Del amor con que yo vivo,
Ha hecho a Dios mi cautivo,
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida! 
¡Qué duros estos destierros! 
¡Esta cárcel, estos hierros 
En que el alma está metida! 
Sólo esperar la salida 
Me causa dolor tan fiero, 
Que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga 
Do no se goza el Señor! 
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga,
Más pesada que el acero, Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza;
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
Vida no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
El morir venga ligero
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no me seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darte
A mi Dios, que vive en mi,
Si no es el perderte a ti,
Para merecer ganarte?
Quiero muriendo alcanzarte,
Pues tanto a mi amado quiero,
Que muero porque no muero

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