29 mar 2013

Viernes Santo: Via Crucis


Hoy viernes santo Jesús recorre el camino de la cruz (Vía Crucis); un camino necesario para demostrarnos que la única actitud verdadera que da sentido a la vida es vivir poniendo la confianza plena en Dios.
Jesús recorre un camino de progresivo empobrecimiento. Paso tras paso va haciendo la experiencia de sentir que se queda sin nada y sin nadie. Jesús llegó a Jerusalén (el Domingo de Ramos) lleno de riquezas: rico en afectos, pues todos sus discípulos y amigos le acompañan; rico en éxitos, pues todos le aclamaban como rey; rico en fama, pues quien no había oído hablar de Jesús de Nazaret en ese momento; rico en logros, acumulaba los milagros, discursos y enseñanzas que había hecho.
Cuando cae en manos de los guardas… sus amigos le abandonan, su mano derecha le niega tres veces, quienes le aclamaban como rey ahora le gritan “crucifícale!”. El camino hacia la cruz supuso un progresivo empobrecimiento. Se le cayeron todas las seguridades, hasta que quedó cara a cara con su Padre sin nada más.
Jesús abre el camino para que nos demos cuenta donde está la verdadera seguridad, porque cuando todo se cae, en esa falta de seguridades, se percibe con mayor nitidez la presencia del Dios invisible que se va haciendo cada vez más palpable, más visible ,más real. Al final Él es el único que permanece a nuestro lado cuando todo lo demás se cae, se diluye y se pierde.
La vida misma tiene esa pedagogía que nos lleva al empobrecimiento…Cuando uno mira alrededor te das cuenta que al final, tarde o temprano, ¡cuantos personajes que conocemos llega un momento en la vida que se le cae todo! el expresidente popular Jaume Matas, cuantos como él hemos conocido que han ido cayendo… la historia se repite. Y no sólo que se te caiga la seguridad económica, también las fuerzas físicas… jugadores de futbol que tienen un accidente y su carrera se les va de las manos, George Reveeves el famoso Superman que en el 95 se queda tetraplejico por un accidente de caballo. La vida misma se encarga de empobrecernos físicamente… las capacidades que pude llegar a tener y ahora con una mota de polvo me cojo un catarro. Cuantas situaciones hemos vivido en las que también a un nivel afectivo te das cuenta que al final te quedas solo… un mal-entendido, una envidia de alguien que empieza a hablar mal de ti, un buen amigo que de pronto deja de hablarte. Una amiga mía me contaba que tuvo que ser operada y estuvo muy acompañada en el hospital los días previos a la operación, pero el día que la llevaron al quirófano y ninguno de sus familiares pudo entrar, al cerrarse las puertas del pasillo ella se dio cuenta que estaba sola…
La vida misma tiene su propia pedagogía de empobrecernos para llevarnos a la verdad: El hombre solo pertenece a Dios. Ya puedo poner todos mis apoyos en lo que quiera pero al final tarde o temprano me tengo que dar cuenta que es sólo Dios, de otra forma el hombre sufre en búsquedas inútiles…
Jesús lo expresa en una parábola con una imagen preciosa: Los que edifican su vida sobre roca o sobre arena. Comenzamos desnudos en el vientre de nuestra madre. Allí es muy visible nuestra total dependencia de los demás. Pero poco a poco empezamos a construir sobre arena… aparece la acumulación, el apego, la posesión y en enriquecimiento. No nos damos cuenta que todo esto es efímero y pasajero. Nos vamos apropiando de todo aquello que sólo son regalos de Dios y pasan a ser nuestras posesiones. Personas, habilidades, talentos, experiencias, lugares. Lo que es don y regalo de Dios lo sustituimos por lo “MÍO”. Se nos olvida ser agradecidos. Dueños de todo ya no necesitamos recibir… ya no necesitamos a Dios, ni a nadie, nos volvemos autosuficientes. Aquí la vida se vuelve tremendamente engañosa. Estamos sobre arena.
Nuestro gran pecado es que los regalos que nos hace Dios, durante toda la vida, son para que crezca nuestra gratitud a Él, nuestro amor, nuestra confianza, para que vivamos convencidos de que nadie nos podrá separar de un amor tan grande. Y nosotros, olvidando a quien nos las regala, nos quedamos con las cosas, ignorando su presencia amorosa en nuestra vida. nuestro gran pecado es la falta de agradecimiento.
Necesitamos de la cruz, pero no nos gusta escuchar que la cruz es buena. Que bueno cuando nos llega la hora de la cruz, pues la cruz nos limpia, nos purifica, nos pone en la verdad, nos hace más humanos. No nos gusta oír que la cruz es buena, pero Jesús la pide a sus discípulos en las condiciones para aquellos que quieran seguirle y descubrir en Él el verdadero sentido de la vida. “El que quiere seguirme que me siga, que coja su cruz y que me siga.”
“No tengas miedo de la cruz, es la experiencia de empobrecimiento, que te vacía de aquellos apoyos falsos y te ponen en la única verdad… delante de Dios, cara a cara con Dios. Fíate! No temas! El te sostiene.” La cruz es la invitación a hacer la experiencia de poner mi confianza solo en Dios.
En personalizar la experiencia de la cruz se nos regala la posibilidad de despertar a la verdad de que nuestra vida es pura indigencia pero muy anclada y situada en las manos de Dios.
Jesús en la cruz y sin nada en sus manos dice: “Padre a tus manos encomiendo mi Espíritu”.  La conclusión es clara: Vivo gracias a Dios. “La vida es tuya, es tu don, tu regalo. Y ya no quiero nada más que verte dándome la vida.” La vida solo cobra sentido en clave de gratitud y confianza en Dios.
Por eso adoramos la cruz, como la puerta que nos enseña a recuperar la verdadera seguridad de la vida, la verdadera forma de ordenar nuestra vida.

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